Fujinuma Noboru, al artesano que pone todo su ser en el bambú
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El Estado japonés distingue a los maestros artesanos más prestigiosos con la calificación de “portadores de patrimonio cultural intangible de importancia”. Son los llamados “tesoros nacionales vivientes”. Fujinuma Noboru nunca pensó que se dedicaría a la artesanía del bambú hasta que ocurrió algo que lo orientó hacia ella. En 2012 se convirtió en “tesoro nacional viviente” en este campo.
Piezas que se difunden por el mundo como obras de arte
El 90 % de las obras de Fujinuma Noboru pasan a manos de coleccionistas extranjeros, muchos de ellos estadounidenses. Ya no es fácil ver sus obras en Japón, pues los coleccionistas extranjeros, además de visitar sus exposiciones, se abren paso hasta su taller en busca de ellas.
Pero, ¿cómo han alcanzado sus obras tal grado de aceptación en el extranjero? El desencadenante fue una exposición individual en los grandes almacenes Mitsukoshi del barrio tokiota de Nihonbashi, en 1997. En ella compró algunas piezas Lloyd Cotsen (1929-2017), que además de ser expresidente de la empresa de cosmética norteamericana Neutrogena era un gran coleccionista de arte. Posteriormente se abrió en Estados Unidos una exposición con piezas de la colección de Cotsen entre las que había varias de Fujinuma que despertaron un repentino interés en el mundo del coleccionismo.
La primera adquisición de Cotsen y cabeza de puente en el salto de Fujinuma al extranjero fue la pieza llamada Shunchō (“marea primaveral”), un florero en forma de cesta. El material es nemagaridake, un tipo de bambú enano con tendencia a desarrollar tallos curvos. Fujinuma formó la cesta siguiendo la técnica del araami (“entrelazado basto”), que permite trabajar el bambú con gran libertad y extraer de él toda su energía y dinamismo.
El florero-cesta Shunchō. (2024)
“El nemagaridake tiene tal fuerza que mis primeros intentos fueron fracasos, porque no sabía cómo manejar un material así. Ni siquiera con la ayuda de otra persona podía darles la forma deseada. Fueron tres años de tentativas hasta que conseguí terminar la primera pieza”, explica.
Fujimura puso mucho de sí mismo en Shunchō, que es la pieza inaugural de toda una serie de creaciones similares que sigue enriqueciéndose.
“Cuando me premiaron en la Exposición de la Artesanía Tradicional de Japón tenía 41 años. Después entré en un profundo bache, nada me salía bien y pensé que lo que me faltaba era ese hálito vital que en japonés llamamos ki (chino: qi). Me fui concienciando de su importancia y a partir de entonces empecé a tomar el ki por tema de mi trabajo. Shunchō pertenece a la primera fase de ese periodo”.
El modesto bambú pasa de la cocina al tokonoma
Gracias al reconocimiento que han obtenido sus obras en el extranjero, Fujinuma es hoy en día una persona notablemente famosa, incluso como “tesoro nacional viviente”. Sorprende un poco saber que siendo niño sentía una gran resistencia a adentrarse en el camino de la artesanía del bambú.
Fujinuma nació, creció y sigue viviendo en la ciudad de Ōtawara (prefectura de Tochigi), uno de los centros de producción de bambú más importantes de Japón. Ōtawara tiene una larga historia de uso del bambú, un material abundante en la zona, para hacer todo tipo de objetos de uso diario. El bambú era para Fujinuma algo muy familiar, un material a cuya presencia estaba acostumbrado. Quizás fuera precisamente por eso por lo que quería evitar dedicarle su vida.
“De niño era habilidoso con las manos y siempre estaba haciendo zancos, cañas de pescar y otras cosas con bambú, que crecía cerca de casa. Mi padre era carpintero, así que en casa nunca faltaban serruchos y otros instrumentos de corte. Pero hacerme artesano del bambú, ni se me pasó por la cabeza”.
Fujinuma durante nuestra entrevista.
De hecho, no fue ese el camino que eligió. Japón estaba en su época de mayor crecimiento económico, de industrialización acelerada, y como otros muchos jóvenes Fujinuma ingresó en una escuela técnica superior. Luego fue contratado en una empresa fabricante de maquinaria, donde trabajó en el área de control de calidad. El giro en su vida le llegó con ocasión de un viaje por Europa durante el cual estuvo en Francia, a los 27 años.
“Lugares como el Museo del Louvre o los Campos Elíseos estaban llenos de japoneses y me pregunté qué vendrían buscando. Después de darle muchas vueltas, llegué a la conclusión de que lo que los atraía era la fuerza de la cultura”.
Por primera vez, Fujinuma tomó conciencia de lo que significaba la cultura, algo que hasta entonces había representado muy poco en su vida. Se sintió de pronto absorbido por esa idea y poco a poco fue enfocándose hacia la cultura de su país.
Le costó tiempo encontrar su propio camino. Se interesó por la laca, la cerámica, la caligrafía, la ceremonia del té… Y cuando estaba probando suerte en un taller cultural en que enseñaban la cestería del bambú, dio casualmente con un álbum que recogía, a título póstumo, la obra de Shōno Shōunsai, que en 1967 había sido designado tesoro nacional viviente. El hallazgo fue decisivo en la fijación de su rumbo profesional.
El álbum que recoge, a título póstumo, las obras de Shōno Shōunsai.
“Viendo aquel libro, me quedé impresionado con las posibilidades del bambú. Me dio la sensación de que nuestro modesto bambú ascendía de la cocina y se encumbraba en el tokonoma (lugar de honor de la sala de estar japonesa). En ese instante decidí dejar mi trabajo en la empresa por la artesanía del bambú. Lo único que tenía que hacer era dar alcance a Shōno, algo que yo podía hacer”.
Fujinuma decidió que tomaría el trabajo artesanal no como la fabricación de objetos materiales, sino como la producción creativa de obras de “autor”. Y acometió la tarea justo el día de 1975 en el que cumplió 30 años.
La clave está en acercarse al bambú para conocerlo
Los fundamentos técnicos de la artesanía del bambú los aprendió de Yagisawa Keizō, que hizo una gran labor de formación de una nueva generación de artesanos. Pero cuando apenas llevaba año y medio de aprendizaje, su maestro lo despidió, diciéndole que ya no tenía nada más que enseñarle. A partir de ese momento, fue elevando su nivel técnico con la única ayuda del álbum de las obras de Shōno.
“Ahora entiendo que fue mejor para mí dejar de ser discípulo. En realidad, para sacarle todo el partido al bambú como material, la única forma es entrar en contacto con él y conocer sus particularidades. Además, si siempre estás siguiendo las instrucciones que te dan, acabas haciendo simples imitaciones. Si usas solo las técnicas tradicionales que te han enseñado, tus diseños y formas acaban pareciéndose a los de épocas pasadas, y así nunca harás nada nuevo”.
Un momento de su trabajo en el taller.
Fue en 1992 cuando Fujinuma desarrolló una técnica propia. Trabajaba en una obra utilizando la técnica tradicional del tabaneami, cuando, en un descuido, uno de los fajos de tiras finas de bambú se le retorció. Fue algo totalmente accidental, pero esa torsión resultó en algo realmente inesperado.
“Siguiendo la técnica tradicional, la boca de la cesta queda siempre en posición horizontal. Pero cuando el material incorpora esa torsión, es posible imprimirle a la boca ondulación”.
El florero-cesta Gogyō, de estilo tabaneami, es una de sus últimas creaciones y un buen ejemplo de esta original técnica. En esta creación, las tiras o barbas de bambú, cortadas muy finas y teñidas, se disponen en dos capas. La capa interior está hecha de barbas muy finas, trenzadas a modo de celosía (sukashi ajiro), extrayendo del bambú toda su delicadeza; la exterior, en la que se han utilizado las tiras tejidas con la original técnica de la torsión, expresan la robustez del material.
Esta plástica tan original, que no podemos encontrar en las piezas tradicionales, acentúa todavía más la belleza orgánica del bambú.
Gogyō, florero-cesta de estilo tabaneami. (2021)
Detalle de la boca ondulada del Gogyō. (2021)
Dejar un legado que estimule a la siguiente generación
Las obras de Fujinuma, que nacen de una técnica y una estética muy originales, tienen el atractivo de lo único y siempre han encontrado comprador, desde el momento en que fueron expuestas por primera vez en el mostrador de la relojería de un amigo suyo.
Su fama como artesano se fue extendiendo y así logró exponer por primera vez en Tokio. En el extranjero comenzó a darse a conocer hacia el 2000, y en 2011 logró exponer en el Instituto de Arte de Chicago, uno de los museos más grandes y con más historia de Estados Unidos.
Su reconocimiento como portador de patrimonio cultural intangible de importancia (tesoro nacional viviente) le llegó en 2012, cuando ya había extendido su fama y tenía 67 años.
En la argumentación de la concesión del reconocimiento, se valoró, en primer lugar, la originalidad que ha sabido imprimir a las técnicas tradicionales. Luego, la pulcritud y belleza de su punto de cestería que consigue con técnicas como su esmerado ajiroami o su delicado tabaneami, sin olvidar las transparencias de su sensuji, todo lo cual sabe aprovechar al máximo en su labor. Su perfeccionismo no le impide abordar también estilos de trenzado como el araami, que maneja con soltura. El elogio se extendió también a las piezas que crea en torno al concepto de ki, caracterizadas “por una plástica generosa, que parece interiorizar una gran amplitud espacial, y una composición de diseño vigorosa, todo lo cual crea una belleza plástica elegante y original que merece ser valorada”.
“Creo que, si he llegado a ser el autor que soy, ha sido gracias a mi encuentro con aquel álbum fotográfico de las obras de Shōno. Por eso, también yo quiero dejar obras que estimulen a la siguiente generación y la animen a crear. Y para eso creo que lo único importante es concentrarse, sencillamente, en poner todo tu ser en la obra, sin preocuparte por la opinión que merezca a los demás”.
Cuando aborda una nueva creación, para Fujinuma no existe más que eso. Se enfrasca de tal forma que hasta se olvida de dormir. Durante el proceso, afluyen siempre nuevas ideas, nuevas posibilidades de diseño.
Dibujos con ideas para sus obras en la pared del taller.
Su ímpetu creativo no conoce límites. En 2028 hará una exposición individual en la galería de arte TAI Modern de Santa Fe (Nuevo México, EE. UU.), que se centrará en la artesanía del bambú japonesa y el arte moderno norteamericano. El tema de la exposición será “Chikarazuyosa” (“el vigor, la fuerza”). Y con su mirada puesta en ello, un día más Fujinuma se pone a la labor.
Reportaje y texto: Sugihara Yuka, redacción de Power News
Fotografías del encabezado y del artículo: Yokozeki Kazuhiro
Fotografía del encabezado: Fujinuma en su trabajo.
(Traducido al español del original en japonés.)
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