La dimisión de Ishiba: lo que hay detrás de los 49 días de aferrarse al poder
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Ishiba Shigeru, que con sorprendente tenacidad parecía querer aferrarse a su cargo de primer ministro incluso después del gran revés que habían supuesto para el Partido Liberal Democrático las últimas elecciones a la Cámara de Consejeros, ha desistido de continuar en cuanto el partido ha hecho ademán de retirarle su confianza. Las perspectivas no son demasiado halagüeñas para un partido que ha quedado en minoría en ambas cámaras.
Un partido manejado por una “oposición interna”
La renuncia del primer ministro Ishiba Shigeru llegó solo el 7 de septiembre, justo antes de que se tramitase en el seno del Partido Liberal Democrático (PLD) una propuesta para debatir la conveniencia de adelantar las elecciones internas a la presidencia. La propuesta había recibido el apoyo mayoritario de los parlamentarios de la Dieta (Parlamento nacional) y de las federaciones prefecturales del partido y, ante la inminencia de la convocatoria, Ishiba se vio obligado a dar marcha atrás en su intención de permanecer en el cargo.
La intención mostrada hasta el momento por Ishiba de seguir en el cargo no entraba en los parámetros de “sentido común” imperantes en el PLD, si pensamos que el revés sufrido en las elecciones de julio a la Cámara de Consejeros (Cámara Alta) venía precedido por un fracaso igualmente estrepitoso en las de octubre del año pasado a la Cámara de Representantes (Cámara Baja), también bajo su presidencia. Hemos visto un PLD en continuo desconcierto, llevado de aquí para allá por una dirección en minoría que ha funcionado como una oposición dentro del propio partido.
Formado en 1955, el próximo 15 de noviembre el PLD cumplirá 70 años. Desde la de Hatoyama Ichirō se han sucedido 28 presidencias, ocupadas por un total de 27 personas (Abe Shinzō fue elegido dos veces). No han sido muchos los presidentes que han dejado el cargo sin pesar y después de haber cumplido un mandato completo. Podríamos incluir en este exiguo apartado a Nakasone Yasuhiro, a Koizumi Jun’ichirō y a muy pocos más. El resto se ha apartado del poder en circunstancias “ajenas a su voluntad”, como fue el caso de Abe, que dimitió de su primera presidencia por razones de salud, de Tanaka Kakuei, envuelto en un aparatoso escándalo, o Kishida Fumio, que tuvo que renunciar a la reelección poco antes de celebrarse los comicios internos. Ishiba pasará a engrosar las filas de ese mismo grupo.
Dimitir tras un fracaso electoral, parte de la cultura política del PLD
Desde el fiasco electoral del 20 de julio hasta el anuncio del 7 de septiembre han transcurrido 49 días, un empecinamiento excepcional y desconocido en el PLD tratándose de un “general vencido” en dos batallas, la primera de las cuales, la del pasado octubre, dejó a los partidos de la coalición gubernamental en franca minoría en la Cámara de Representantes.
Si repasamos la historia del PLD, encontramos que sus primeros ministros han dimitido siempre que el partido ha perdido muchos escaños en alguna de las elecciones de ámbito nacional. Miki Takeo vio en 1976 cómo su partido perdía por primera vez la mayoría absoluta en la Cámara de Representantes e inmediatamente dimitió. Miyazawa Kiichi dejó también la jefatura del Gobierno tras ser derrotado en las generales de 1993. Con él se puso fin a 38 años consecutivos de primeros ministros del PLD. Lo sucedió Hosokawa Morihiro al frente de una coalición formada por partidos opositores. Asō Tarō sufrió igualmente una histórica derrota que echó de nuevo al PLD del poder, a consecuencia de la cual dejó también la presidencia del partido.
Lo mismo puede decirse de quienes sufrieron derrotas en las elecciones a la Cámara de Consejeros pese a conservar la mayoría en la Baja. Uno Sōsuke dejó la jefatura del Gobierno tras una debacle en esta cámara de la que el Partido Socialista fue el gran beneficiado. Dimitió también Hashimoto Ryūtarō después de perder muchos de los escaños que se ponían en juego (la Cámara Alta se renueva por mitades). Abe tardó un mes y medio en reaccionar al fracaso de las elecciones de 2007 pero finalmente dejó también la presidencia.
Responsabilizarse por un fracaso electoral dejando la presidencia del partido ha sido en el PLD un compromiso tácitamente aceptado, algo que, de alguna manera, forma parte de su cultura política.
En el encabezamiento del Código de Gobernanza establecido por el PLD en mayo de 2022, se especifica que “el fundamento de la gobernanza de un partido político reside en el veredicto popular expresado en las elecciones”. Esto solo puede significar que un líder que recibe un severo veredicto popular en unas elecciones pierde su autoridad y por lo tanto se ve obligado a retirarse.
La idea expresada por el refrán que dice “kateba kangun, makereba zokugun” (literalmente: “Si vencen, eran el ejército oficial (legítimo); si pierden, unos bandidos”) sigue dominando al PLD, un partido para el que ganar en las elecciones lo es todo. Es evidente a ojos de todos que un presidente que ha perdido unas elecciones no va a ser capaz de seguir conduciendo el Gobierno adecuadamente. Abe fue un caso especial, pero el resto dimitieron después de las elecciones, bien por propio convencimiento, bien siguiendo consejos de sus colaboradores más allegados.
Un ex primer ministro lo expresó de esta forma: “Asumir toda la responsabilidad dejando el cargo aun en el caso de no haber sido en absoluto el culpable [de un fracaso electoral] permite regenerar el partido. Es la forma de mostrar que eres un presidente digno de ese nombre y que amas al PLD”.
Una tenacidad sustentada por la opinión pública
Con Ishiba no ha ocurrido esto. Él no ha sido consciente de la situación hasta que la inminencia de una convocatoria de elecciones internas anticipadas lo ha puesto contra las cuerdas.
El 21 de julio, un día después de las últimas elecciones, expresó su deseo de mantenerse en el cargo diciendo que debía seguir cumpliendo su “responsabilidad ante el Estado y ante la ciudadanía como [jefe del] partido mayoritario” para que no se produjera una paralización política.
Estar a cargo del Gobierno de la nación y, al mismo tiempo, en minoría en ambas cámaras era una situación inédita e, indudablemente, en el partido se recibió con extrañeza que Ishiba no hiciera siquiera mención a la posibilidad de dimitir.
El líder de una de las extintas facciones del PLD preveía que Ishiba clarificaría cuándo iba a dejar el cargo una vez concluyeran las negociaciones con Estados Unidos por los aranceles y se despejase el calendario diplomático, pero ni siquiera en la reunión mantenida el 23 de julio con otros tres miembros del partido con experiencia como primeros ministros sugirió que dimitiría.
Fue entonces cuando tomó forma el movimiento para derribarlo. Sin duda, para Ishiba debió de ser especialmente hiriente que la iniciativa partiese precisamente de las extintas facciones de Abe y de Motegi, que habían sido muy criticadas por su implicación en una supuesta financiación ilegal. El espíritu de lucha de Ishiba debió de recibir un fuerte estímulo al saber que quienes presionaban para derribarlo eran los que, con sus manejos irregulares de los fondos del partido, habían sido responsables últimos de la pérdida de popularidad del partido que lo abocó a las derrotas en las dos cámaras de la Dieta.
Ishiba se sintió respaldado por las manifestaciones populares en las calles y por el envío a los despachos de los parlamentarios de la Dieta de mensajes de apoyo. Pero lo que más fuerzas le dio fueron las encuestas publicadas en diferentes medios, que reflejaban manifiesto que conforme pasaban los días el apoyo al gabinete de Gobierno iba creciendo y que quienes deseaban que Ishiba no dimitiera eran más numerosos que quienes deseaban que lo hiciera. Antes de ser nombrado primer ministro, Ishiba lideraba la lista de las preferencias populares para ocupar ese cargo y siempre había sido capaz de compensar con este apoyo ciudadano su débil posición entre los parlamentarios del PLD. Esto fue sin duda un importante factor que lo empujó a seguir en el cargo.
También jugaba a su favor el hecho de que, pese a dirigir un Gobierno en minoría parlamentaria, durante el último periodo ordinario de sesiones de la Dieta había sido capaz de tramitar los Presupuestos Generales y de sacar adelante algunas leyes. Uno de los cuatro máximos cargos ejecutivos del partido señala que la disposición de Ishiba de seguir adelante estaba sustentada también por la incertidumbre sobre quién podría sucederlo o sobre cómo podría estructurarse un nuevo gabinete.
Sin embargo, a principios de septiembre estos cuatro altos ejecutivos, con el secretario general Moriyama Hiroshi a la cabeza, hicieron una valoración general de los resultados de las últimas elecciones a la Cámara de Consejeros y anunciaron su intención de dimitr. Dejando en manos de Ishiba la decisión sobre su propia dimisión, Moriyama, que había sido el artífice de este mismo gabinete, paralizaba de hecho el trabajo del resto de los ejecutivos.
El método seguido de exigir que al posicionarse a favor o en contra de adelantar los comicios internos los parlamentarios se identificasen personalmente fue entendido como una imposición autoritaria y, sobre todo, lo que en mayor medida hizo saltar la chispa de la protesta fue la idea difundida de que Ishiba forzaría la disolución de la Cámara Baja y la convocatoria de elecciones generales si se decidía el adelanto de los comicios internos. El método de sofocar la protesta mediante la fuerza solo consiguió adelantar el fin de Ishiba.
Un apego al poder explicable por la posición minoritaria en el partido
La pretensión de continuar en el poder era poco razonable desde el principio. ¿Qué fue lo que, en última instancia, condujo a esa atípica situación en la que hubo que plantear la conveniencia de adelantar las elecciones, lo que significaba dividir en dos el partido?
Una posible interpretación es que, como señaló uno de los miembros del partido con experiencia como primer ministro, Ishiba es un político con escaso apego al partido, que de hecho ya lo abandonó en una ocasión, y poco decidido. Sin entrar a juzgar si esta descripción es justa o no, es muy probable que la respuesta tenga mucho que ver con su largo posicionamiento en minoría en la periferia del partido durante el largo periodo en que el malogrado Abe ostentó una supremacía absoluta.
Cabe sospechar que los políticos que más apartados han estado de los círculos de poder son precisamente los que más apego sienten por él cuando lo alcanzan. Si echamos la vista atrás, hacia lo que fue el PLD durante los años 70 del pasado siglo, encontramos un paralelismo entre la actitud de Ishiba y la que mostró al serle exigida su dimisión al entonces primer ministro Miki, que había obtenido el puesto procedente de una posición igualmente periférica, aprovechando un vacío de poder. Miki, un político de gran apoyo popular que enarboló la bandera del esclarecimiento de las responsabilidades en el escándalo de la empresa Lockheed, se aferró extraordinariamente a su cargo enfrentándose abiertamente al órgano del partido que velaba por la unidad interna, y que se había posicionado contra su continuidad.
También se parece mucho al caso de Ishiba la intención mostrada por Miki cuando ya estaba contra las cuerdas de convocar una sesión extraordinaria de la Dieta y proceder a disolver la Cámara Baja. Su intento fue abortado por los 15 miembros de su gabinete, pero tanto Miki como Ishiba han sido políticos que, precisamente por saber lo que es estar largamente fuera de los círculos de poder, saben también muy bien lo que significa ostentarlo.
Takaichi y Hayashi se suman a la carrera por la presidencia
Una vez hecha pública la intención de Ishiba de dimitir, todo el PLD se ha movilizado de cara a los inminentes comicios internos. El más significado para sustituirle es el actual ministro de Agricultura, Koizumi Shinjirō, que fue el tercer candidato más votado en las elecciones a la presidencia del partido del año pasado. La noche del 6 de septiembre, acompañado por el vicepresidente del PLD, Suga Yoshihide, Koizumi visitó a Ishiba en su oficina y le pidió que dimitiera para evitar la división del partido. Esto ocurría dos días antes de que concluyera la tramitación de la solicitud de elecciones adelantadas. La visita fue uno de los actos en este “drama” de la dimisión de Ishiba. Koizumi tiene a su favor ser joven, haber reunido en torno a él a un equipo de políticos igualmente jóvenes y tener buenas relaciones con el opositor Nihon Ishin no Kai.
También ha expresado su intención de presentarse como candidata Takaichi Sanae, quien fue derrotada en la segunda vuelta de las internas del año pasado después de haber conseguido el mayor número de votos en la primera ronda. Sin embargo, primero deberá reforzar sus apoyos, ya que muchos de los parlamentarios que podían haberle ayudado a conseguir los 20 avales necesarios para presentar candidatura perdieron sus escaños en las últimas elecciones a ambas cámaras.
Otro de los “presidenciables” es el actual portavoz del Gobierno Hayashi Yoshimasa, un hombre con fama de capacidad de formular políticas. Fue cuarto en las últimas elecciones internas. Aporta estabilidad pero no novedad, y ese puede ser su punto débil.
Como en los últimos comicios, también en estos concurrirá como candidato Motegi Toshimitsu, líder de una de las antiguas facciones del PLD. Y se cree que también estará en la carrera Kobayashi Takayuki, otro político joven con apoyo en las nuevas generaciones del partido.
La forma en que se celebrarán las elecciones internas será fijada por el Comité de Gestión de Elecciones, pero, tanto si se extiende la participación a todos los militantes del partido o se opta por unas elecciones reducidas, dando la primacía al voto de los parlamentarios de la Dieta, el PLD deberá actuar con rapidez. Si no se retorna a la estabilidad y se ponen en marcha las medidas políticas necesarias, las consecuencias van a ser graves para un país que necesita un impulso.
Fotografía del encabezado: El primer ministro Ishiba Shigeru durante la rueda de prensa en su oficina en la que anunció su intención de dimitir, el 7 de septiembre de 2025. (Fotografía: Kyōdō Press)
(Traducido al español del original en japonés.)
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