La crisis de jubilación que enfrentan los graduados japoneses de las décadas perdidas
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Las oportunidades de conseguir un empleo bueno y estable han disminuido drásticamente en Japón desde mediados de la década de 1990, algo con consecuencias alarmantes para los futuros jubilados. Basándose en su investigación cuantitativa, una experta en materia laboral destaca la necesidad de adoptar medidas a corto plazo y reformas a largo plazo para evitar una grave crisis de jubilación.
Un futuro incierto para la generación de la era glacial del empleo
El término “era glacial del empleo” se acuñó para describir la primera década aproximada de recortes empresariales (desde mediados de la década de 1990 hasta principios de la de 2000) tras el colapso de la burbuja de los precios de los activos en Japón, en la década de 1980.
Los jóvenes que terminaron sus estudios durante esos años tuvieron muchas más dificultades para conseguir un empleo fijo en una empresa que sus predecesores, y esas dificultades han tenido un impacto duradero en sus ingresos medios, sus ahorros y sus aportaciones acumuladas a las pensiones.
Ahora, en sus cuarenta o principios de los cincuenta, muchos miembros de la “generación de la era glacial” (que aquí comprende a todos aquellos que completaron su educación escolar entre 1993 y 2004) se enfrentan al espectro de una crisis de jubilación, y los responsables políticos han comenzado a buscar una solución.
El gráfico muestra la tasa de colocación laboral de los estudiantes de instituto y los graduados universitarios durante el periodo comprendido entre 1987 y 2021. La desaceleración económica posterior a la burbuja económica en Japón comenzó en 1991, pero la promoción de 1993 fue la primera en sentir todo su impacto, ya que las empresas redujeron drásticamente la contratación anual de nuevos graduados. Entre 1992 y 1995 las tasas de colocación laboral de quienes buscaban empleo en ambas categorías (basadas en las ofertas de trabajo) cayeron más de 10 puntos porcentuales. Este rápido enfriamiento del mercado laboral para los nuevos graduados dio lugar a la expresión “era glacial del empleo”. Sin embargo, si se analiza en el contexto de las tendencias de empleo durante el siguiente cuarto de siglo, la tasa de colocación laboral entre quienes se graduaron a mediados de los noventa no fue tan mala.
La reducción de personal en las empresas se intensificó como consecuencia de la crisis financiera asiática de finales de la década de 1990, que en Japón se vio agravada por la quiebra en 1997 del Hokkaidō Takushoku Bank y Yamaichi Securities. Como resultado, en 1999 y principios de la década de 2000, la tasa de colocación de los nuevos graduados se desplomó hasta alcanzar los niveles más bajos registrados en las últimas tres décadas. Se recuperó ligeramente después de 2005, volviendo a los niveles de mediados de los noventa alrededor de 2007-2008, pero volvió a caer en picado en 2010 en medio de la Gran Recesión provocada por la crisis financiera mundial de 2008 (el tsunami y el desastre nuclear causados por el Gran Terremoto del Este de Japón de marzo de 2011 también tuvieron un efecto en la contratación).
Como esto sugiere, el término genérico “era glacial del empleo” tiende a ocultar el fuerte deterioro del mercado laboral tras la crisis financiera de 1997. También pasa por alto las dificultades de los graduados durante la Gran Recesión, un período que no suele incluirse en la era glacial del empleo. Para facilitar un análisis más preciso de las tendencias del empleo desde finales de la burbuja económica, he agrupado a los graduados entre 1987 y 2013 en cinco promociones según el año de graduación.
- 1987-1992: Promoción de la burbuja económica
- 1993-1998: Promoción de la era glacial temprana
- 1999-2004: Promoción de la era glacial tardía
- 2005-2009: Promoción de la era posglacial
- 2010-2013: Promoción de la Gran Recesión
En cifras
Al comparar los hombres de estos grupos, observamos que tanto la tasa de empleo regular como los ingresos medios anuales (tanto para los graduados de instituto como para los universitarios) son más altos en la promoción de la burbuja económica, los segundos más altos en la de la era glacial temprana y los más bajos en las tres promociones restantes, que no difieren significativamente entre sí. Entre las mujeres (incluidas las que no tienen empleo), la tasa de empleo regular y los ingresos medios anuales suelen aumentar con las sucesivas generaciones, ya que cada vez más mujeres siguen trabajando después de casarse y tener hijos. Sin embargo, si limitamos el alcance de análisis a las mujeres que trabajan a tiempo completo, observamos la misma tendencia que entre los hombres. Además, la desigualdad de ingresos entre promociones aumenta a medida que avanzamos desde la promoción de la burbuja económica hasta las de las eras glaciales temprana y tardía, y se estabiliza a partir de entonces.
Existe una tendencia a asociar la era glacial del empleo con las dificultades para encontrar trabajo de los graduados universitarios durante ese período, pero en realidad el desempleo y el empleo no regular aumentaron de forma más drástica entre los graduados de instituto que entre los graduados universitarios. Las siguientes tablas muestran los datos de empleo de las cuatro primeras promociones de graduados de bachillerato. Se excluye la promoción de la Gran Recesión porque aún no se dispone de los datos correspondientes.
Las cifras muestran que, a largo plazo, las tasas de empleo regular y los ingresos medios anuales disminuyeron entre los graduados masculinos de instituto de la era glacial temprana y se estancaron entre las dos promociones siguientes. Las estadísticas también muestran un aumento continuo del porcentaje de hombres jóvenes graduados de bachillerato clasificables como NEET entre 6 y 10 años después de su graduación. La categoría NEET en Japón abarca a los jóvenes (de 15 a 34 años), en su mayoría solteros, que no estudian, trabajan ni buscan activamente un empleo ni reciben ninguna formación (excluidos aquellos que se dedican principalmente a las tareas domésticas). Entre los hombres, las tasas a largo plazo de desempleo y empleo no regular son más bajas entre los graduados universitarios que entre los graduados de instituto, pero las líneas generales de la tendencia son básicamente las mismas en ambos grupos.
Empleo e ingresos entre los hombres graduados de instituto entre 10 y 12 años después de su graduación
Porcentaje de NEET entre los hombres graduados de instituto entre 6 y 10 años después de su graduación
Porcentaje de hombres graduados de instituto de entre 35 y 39 años que no están casados, no tienen empleo estable y viven con sus padres
Fuente: recopilado por la autora a partir de datos publicados en la Encuesta de Fuerza Laboral de la Oficina de Estadística.
No fue posible recopilar datos sobre el porcentaje de miembros de la promoción posterior a la era glacial de entre 35 y 39 años que no estaban casados, no tenían empleo fijo y vivían con sus padres, pero las cifras correspondientes a las promociones de la burbuja económica, la era glacial temprana y la era glacial tardía revelan un aumento continuo. Los datos correspondientes a las mujeres se han excluido de la tabla porque la situación laboral de las mujeres japonesas depende en gran medida de su situación familiar. Sin embargo, también entre las mujeres el porcentaje de NEET aumenta entre las promociones más jóvenes. La proporción de mujeres solteras sin empleo estable que viven con sus padres se mantiene más o menos estable entre las graduadas universitarias, pero aumenta entre las graduadas de instituto.
La inminente crisis de las jubilaciones
Los adultos solteros que viven con sus padres por motivos económicos corren, obviamente, un riesgo relativamente alto de empobrecerse cuando sus padres ya no puedan mantenerlos. Muchos adultos de la generación de la era glacial que se mantienen por sí mismos también corren riesgo, no solo por sus ingresos relativamente bajos, sino también porque han estado excluidos durante demasiado tiempo del sistema del seguro de pensiones corporativo, que complementa las escasas prestaciones de la pensión básica japonesa.
El creciente número de “freeters” —jóvenes que se mantienen con trabajos autónomos, empleos a tiempo parcial y trabajos temporales en lugar de conseguir un empleo fijo después de graduarse— surgió por primera vez como problema público a finales de la década de 1990. Inicialmente esta tendencia se atribuyó a un cambio de valores, pero en retrospectiva parece claro que el aumento de los trabajadores no tradicionales entre los miembros de la generación de la era glacial está relacionado con la pérdida de oportunidades de empleo tradicionales. En los años posteriores a la burbuja, muchas empresas comenzaron a depender en mayor medida de los trabajadores autónomos y los empleados no fijos como forma de satisfacer sus necesidades laborales y ahorrar en costes de seguridad social. Por regla general, los trabajadores autónomos, temporales y a tiempo parcial no estaban afiliados al seguro de pensiones corporativo, bajo el cual los empleadores pagan la mitad de las cotizaciones. Sin esta pensión complementaria, los jubilados deben conformarse con la pensión básica, que resulta insuficiente para vivir. Por consiguiente, a menos que se modifique el sistema de pensiones, es seguro que aumentará la proporción de personas mayores que luchan por sobrevivir con prestaciones insuficientes.
En el sistema japonés de seguridad social los hogares de personas mayores que se encuentran en esta situación solo pueden recurrir a la asistencia pública de subsistencia (bienestar social). Las personas mayores ya representan más de la mitad de todos los hogares que reciben asistencia pública en Japón. A menos que se produzca una reforma importante del sistema de pensiones, ese porcentaje aumentará rápidamente.
Este no es el objetivo para el que se creó la asistencia pública. Según la Ley de Asistencia Pública, su objetivo es “promover la autosuficiencia” y, al mismo tiempo, proporcionar ayuda a las personas que viven en la pobreza, con la condición de que “utilicen sus bienes, capacidades y todo lo que tengan a su alcance para mantener un nivel de vida mínimo”. El programa no se diseñó para complementar los ingresos de las personas mayores que no tienen perspectivas de alcanzar la independencia económica en el futuro. Cuanto más se recurre a él con este fin, mayor es la carga para las finanzas públicas. La asistencia pública (a diferencia del sistema de seguro de pensiones) se financia íntegramente con los ingresos fiscales. Además, debido a los estrictos requisitos de elegibilidad del Gobierno, el proceso de solicitud y selección es complejo y lleva mucho tiempo, lo que hace que la asistencia pública sea una forma ineficaz de complementar las pensiones de vejez.
Por eso, el Gobierno debe formular medidas eficaces para gestionar la inminente crisis de las jubilaciones antes de que los miembros de la generación de la era glacial alcancen la vejez.
Una respuesta política insuficiente
El 3 de junio de 2025, un consejo ministerial dedicado a esta cuestión presentó un “marco básico para nuevos programas de apoyo a la generación de la era glacial del empleo y otros”. Sin embargo, las únicas propuestas concretas de ayuda consisten en ampliar las oportunidades de empleo para las personas mayores (hasta los 70 años), abrir el seguro de pensiones corporativo a los trabajadores a tiempo parcial y actuar con rapidez para eximir las prestaciones de la pensión básica del mecanismo de “deslizamiento macroeconómico”, que limita los aumentos del coste de la vida.
Las medidas destinadas a alargar el período de cotización a la pensión, permitiendo que las personas permanezcan más tiempo en el mercado laboral y haciendo que los trabajadores a tiempo parcial puedan acogerse al seguro de pensiones corporativo, pueden ayudar a prevenir una crisis similar entre las promociones de la era posglacial y de la Gran Recesión, pero no tendrán mucho efecto sobre las de la era glacial, en las que los trabajadores ya tienen entre más de cuarenta y cinco, y hasta cincuenta y pocos años.
Ha llegado el momento de plantearse una nueva forma de complementar las bajas prestaciones de jubilación. El Gobierno ya cuenta con un sistema de subsidios para jubilados con bajos ingresos, pero su alcance es bastante limitado y los subsidios son escasos. Una opción sería reforzar y ampliar este programa. Otra sería adoptar una pensión mínima garantizada.
Por supuesto, financiar una prestación de este tipo será un reto, pero si no se hace nada, el Gobierno acabará destinando cada vez más fondos a la asistencia pública. La carga sobre las finanzas públicas será menor, en última instancia, si actuamos de forma proactiva para evitar una crisis.
Hacia una reforma integral del sistema de pensiones
Un problema más fundamental es el diseño básico del actual sistema de pensiones, que se creó pensando únicamente en dos tipos de hogares. Uno es el encabezado por un empleado asalariado a tiempo completo de una empresa, que se inscribe en el seguro de pensiones corporativo, financiado en parte por el empleador. El otro es el hogar de autónomos, que se inscribe en la Pensión Nacional como pareja casada. El sistema no está adecuadamente equipado para atender a las personas que se dedican a otros tipos de empleo.
En los últimos años, la Dieta ha aprobado leyes para que más trabajadores no fijos puedan acogerse al seguro de pensiones corporativo. Ampliar aún más la elegibilidad a los empleados a tiempo parcial supondría dar un paso más en estas reformas. Sin embargo, seguiría sin cubrir a una amplia franja de trabajadores no tradicionales, como las personas que trabajan bajo subcontratación y las que compaginan varios empleos. La diversificación de los estilos de trabajo puede haberse acelerado en la década de 1990, pero desde entonces se ha convertido en una tendencia a largo plazo, y existe una necesidad urgente de adaptar el sistema de seguridad social a esta nueva realidad.
Dicho esto, el sistema de pensiones de Japón ya se encuentra bajo presión debido al rápido envejecimiento de la población, una tendencia que continuará, se prevé, durante muchos años. En estas circunstancias, aumentar el nivel medio de las prestaciones de jubilación de forma generalizada podría resultar prohibitivo. Siendo así, valdría la pena que los responsables políticos consideraran medidas redistributivas para reducir la brecha de ingresos entre los jubilados con prestaciones elevadas y los que tienen prestaciones bajas. Esto podría lograrse aumentando el peso de la pensión básica relacionada con la prestación del seguro de pensiones corporativo vinculada a la remuneración. Otra posibilidad sería instaurar un mecanismo dentro del sistema de pensiones para financiar prestaciones complementarias para los jubilados con bajos ingresos.
Hay quien se ha opuesto a este cambio alegando que es incompatible con el principio básico del seguro social, según el cual las prestaciones que se reciben dependen de la cantidad que se cotiza. Otros han sugerido que privaría a los miembros productivos de la sociedad de su incentivo para trabajar y acumular activos. Estos posibles inconvenientes son algunas de las cuestiones que deben tenerse en cuenta al deliberar sobre las reformas globales de las pensiones en el futuro.
Eliminar la exención de la categoría 3
Otro objetivo de la reforma debería ser la anacrónica exención de la categoría 3, que permite a los cónyuges dependientes de los afiliados al seguro de pensiones corporativo (incluidos los que trabajan a tiempo parcial) recibir prestaciones de pensión básica sin cotizar al sistema nacional de pensiones. Si bien la tasa de matrimonios en Japón ha disminuido en general, las tasas son más altas entre los hombres y mujeres jóvenes que disfrutan de seguridad económica, y esta disparidad ha seguido aumentando. Se han producido numerosas peticiones para eliminar la exención de la categoría 3, alegando que disuade a las mujeres casadas de trabajar a tiempo completo. Sin embargo, en mi opinión, un problema aún más fundamental es la naturaleza regresiva del sistema actual, que favorece a los hogares encabezados por empleados fijos frente a los que se enfrentan a empleos precarios o al desempleo.
Dada la naturaleza del sistema de pensiones, en el que las prestaciones se basan en las primas de seguro pagadas a lo largo de la vida, será necesario introducir cambios fundamentales de forma gradual. Además, estas reformas sistémicas deben diseñarse meticulosamente desde el principio para evitar conflictos internos e incoherencias. En resumen, una reforma fundamental del sistema de pensiones llevará tiempo. Los responsables políticos y las partes interesadas deben estar preparados para entablar un diálogo prolongado, sin dejarse influir por las presiones políticas a corto plazo.
(Artículo publicado originalmente en japonés el 7 de agosto de 2025, y traducido al español de la versión en inglés. Imagen del encabezado: estudiantes en una feria de empleo celebrada en el Tokyo Dome en septiembre de 1995, durante la “era glacial del empleo” posterior a la burbuja económica japonesa – © Jiji.)
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