Satō Hatsumi, una década atendiendo a las jóvenes que naufragan en el barrio nocturno de Kabukichō

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En los cibercafés y hoteles del barrio tokiota de Kabukichō encuentran refugio muchas chicas que huyen de situaciones difíciles: maltrato en el hogar, bullying en la escuela… La ex educadora infantil Satō Hatsumi (72 años) lleva una década entregada a la encomiable tarea de cuidarlas y acompañarlas en esa etapa crítica.

Patrullando Kabukichō los fines de semana

Son las 9 de la noche de un viernes de finales de junio y estamos en Kabukichō (Shinjuku-ku, Tokio), el barrio del placer que nunca duerme. A esta hora sale a hacer su primera ronda del día la patrulla de Satō, una mujer muy respetada y cariñosamente apodada la “Abuelita Satō de Shinjuku”. Si nos guiamos por lo que dice su tarjeta de presentación, Satō preside la organización sin ánimo de lucro Jū-dai Nijū-dai no ninshin SOS Shinjuku: Kids & Family, (abreviado: Ninshin SOS Shinjuku). Pero por su aspecto, es esa típica señora a quien uno saluda en su vecindario, pero que no esperaría encontrar en un barrio nocturno como este.

La zona del parque de Ōkubo y sus alrededores está llena de hoteles de citas. Por allí puede verse a jóvenes apostadas en las calles, buscando clientes, muchas de ellas menores de 20 años. Satō se les acerca y ofrece amistosamente cacao (bálsamo) de labios, pañuelitos higiénicos húmedos, mascarillas de belleza o cualquier otra cosa similar. Una de cada dos chicas suele aceptar. Satō nunca insiste demasiado. Los artículos que reparte llevan una tarjeta con los datos de la ventanilla de consultas que opera su organización. Satō les dice que guarden la tarjeta y contacten con ellos si se encuentran en problemas.

Vimos también cómo se acercó a una chica que conocía y le preguntó si sabía algo sobre otra chica, pidiéndole que la animase a contactar con la organización si la veía.

Satō Hatsumi entabla conversación con unas mujeres durante su patrullaje de fin de semana por Kabukichō (Shinjuku-ku, Tokio). (Cortesía de Ninshin SOS Shinjuku)
Satō Hatsumi entabla conversación con unas mujeres durante su patrullaje de fin de semana por Kabukichō (Shinjuku-ku, Tokio). (Cortesía de Ninshin SOS Shinjuku)

Algunos de los artículos que reparte gratuitamente Satō durante sus rondas. Todos llevan una tarjeta de la organización Ninshin SOS Shinjuku. (nippon.com)
Algunos de los artículos que reparte gratuitamente Satō durante sus rondas. Todos llevan una tarjeta de la organización Ninshin SOS Shinjuku. (nippon.com)

Los viernes y sábados por la noche, cuando la patrulla de Satō hace las rondas, el personal de la organización, formado principalmente por trabajadoras sociales, atiende consultas en un espacio cedido desinteresadamente por una asociación vecinal. Atender las consultas no es el único servicio que se ofrece en este espacio, que al mismo tiempo es un lugar de descanso y un refugio con “apoyo alimentario” en forma de ramen instantáneo, dulces, etcétera. El año pasado el Gobierno Metropolitano de Tokio abrió el servicio Kimimamo, una ventanilla de atención general a la juventud en Kabukichō, y esta ventanilla nocturna de consultas ha servido como proyecto piloto.

Los efectos de la pandemia sobre los negocios en Kabukichō

Con su fiel reproducción de la cabeza de Godzilla asomando desde la azotea, el edificio Shinjuku Tōhō es, desde luego, muy llamativo. En 2019 bautizaron como Tōyoko Kids a los jóvenes marginalizados que, sin otro sitio al que ir, se congregaban en las callejas que lo rodean. En la zona del parque de Ōkubo había mujeres desde mucho tiempo atrás, pero eran pocas y pasaban casi desapercibidas. ¿Qué ha ocurrido para que ahora su promedio de edad haya bajado tanto?

“Desde 2020, con la pandemia, Kabukichō se ha transformado”, señala Satō.

La calle Kabukichō Ichibangai (Shinjuku-ku, Tokio), en fotografía tomada en junio de 2025. (nippon.com)
La calle Kabukichō Ichibangai (Shinjuku-ku, Tokio), en fotografía tomada en junio de 2025. (nippon.com)

“Los host clubs, que eran 60, subieron hasta los 330 hacia 2023. Esto ocurrió porque, con la pandemia, cerraron muchos restaurantes y los alquileres bajaron, circunstancia que fue aprovechada por muchos hosts para independizarse y poner sus propios negocios. La excesiva competencia obligó a muchos locales a reorientarse hacia nuevos sectores de mercado. Si hasta entonces las clientas eran sobre todo mujeres ricas, comenzaron a atraer a chicas jóvenes con tarifas iniciales bajas, permitiéndoles comprar los servicios de los hosts al fiado y obligándolas luego a prostituirse para pagar la deuda”, explica Satō.

“Desde principios de este año tenemos menos host clubs, que han empezado a ser sustituidos poco a poco por locales de música en vivo de los menchika aidoru (jóvenes sin respaldo que aspiran a convertirse en “ídolos”, para lo que solicitan ayuda). Pero el sistema es el mismo. Las engatusan hábilmente hasta que crean en ellas una dependencia. Ese es su objetivo último”.

Algunos medios de comunicación han etiquetado como “locas por los hosts” a las chicas que “hacen la calle” en la zona del parque de Ōkubo, presentándolas como casos extremos de esas otras chicas que, dentro de los límites de una vida normal, apoyan activamente a sus jóvenes artistas favoritos. Pero Satō sostiene que este relato se aleja mucho de la realidad.

“El 90 % de las chicas que se acercan a nuestra consulta han sufrido terribles maltratos y falta de reconocimiento durante su infancia. Esto les ha infundido un enorme miedo a la soledad y el sentimiento de que ya no les importa morir. En ese estado llegan a Kabukichō. Cargando con esas experiencias, cuando los hosts les hablan con amabilidad y les hacen creer que las necesitan, se conmueven. Las que tienen adónde regresar se dan cuenta en algún momento de lo que están haciendo y dan marcha atrás”.

Una de las calles que da al edificio Shinjuku Tōhō por el lado este, en fotografía tomada en junio de 2025. El letrero de “I love Kabukichō” acapara las miradas de los transeúntes. (nippon.com)
Una de las calles que da al edificio Shinjuku Tōhō por el lado este, en fotografía tomada en junio de 2025. El letrero de “I love Kabukichō” acapara las miradas de los transeúntes. (nippon.com)

De educadora infantil a especialista en atender consultas

Satō fue contratada por el municipio de Shinjuku en 1975 y durante 34 años trabajó como educadora infantil en una guardería. Los niños con antecedentes familiares difíciles le preocuparon desde el principio, pero en 2001 dio el paso de crear, junto a trabajadores sociales que atendían consultas y educadores infantiles de Tokio, un grupo de estudios sobre los maltratos a niños de preescolar, mediante el cual profundizó en el conocimiento de esta problemática.

“Pensaba que la puericultura era mi vocación y que nunca podría dejar las guarderías”, recuerda. Pero 2009 trajo un importante giro en su vida. El ayuntamiento de Shinjuku elevó de uno a tres sus Centros de Asistencia a Familias con Hijos y ella comenzó a trabajar atendiendo consultas sobre maltrato infantil en una de las ventanillas. Allí, tuvo que atender a niños cuyos padres sufrían graves psicopatologías o discapacidades del desarrollo. Pero cuando los menores cumplían 18 años, quedaban fuera de la edad establecida por la ley para recibir esa asistencia y esto obstaculizaba en gran medida su trabajo, haciéndole sentir muchas dudas.

A los niños maltratados, que no han recibido suficiente amor de sus padres, les resulta muy difícil quedar en buenos términos con la sociedad y hay que conocer el porqué. Satō tiene su enfoque: “Mientras están en la guardería, todavía es posible hacer algo por ellos. Por una parte, hay unos profesionales que por lo general están atentos y se fijan en muchos detalles y, por otra, los niños son todavía muy pequeños y dicen lo que quieren con claridad. Pero cuando empiezan en la primaria, ya no pueden seguir el ritmo, algo perfectamente comprensible, ya que sus padres ni les ayudan a adaptarse al nuevo ambiente ni les inculcan la costumbre de estudiar en casa. En la enseñanza primaria los profesores están ocupadísimos y no pueden atender a sus alumnos como deberían. Los niños se ven de pronto arrojados a un mundo hostil”.

“Nada más entrar en la primaria, los profesores empiezan a transmitir cosas a sus alumnos escribiéndolas en la pizarra. Mañana tenéis que traer eso o lo otro, ese tipo de cosas. Estos niños empiezan a rezagarse ya en este punto, porque algunos no saben leer ni escribir. Con el tiempo, los propios compañeros de clase empiezan a segregarlos, aunque no sea todavía a un nivel de bullying. Quizás no los inviten a las fiestas de cumpleaños, cosas así. Esto para los niños es muy duro. Muy pronto dejan de autoafirmarse, sienten que no tienen un lugar ni en el hogar ni en la escuela. Si viven aquí, en Shinjuku, pueden ir fácilmente a pie hasta Kabukichō y algunos comienzan a frecuentar el barrio ya en los últimos años de la primaria. He visto varios casos de estos”.

En 2015 Satō dejó su trabajo como empleada municipal. En 2016 se diplomó como trabajadora social de ámbito general y como trabajadora social especializada en salud mental y fundó la organización que actualmente representa. Su anhelo era liberarse de las ataduras de su trabajo para el municipio y habilitar un sistema para atender llamadas de socorro las 24 horas del día.

“Los niños dicen que cuando peor se sienten y más desean morir es cuando la familia se acuesta y la casa queda en silencio. Pero un funcionario público no puede atender a esas horas. Yo tenía la impresión de que nuestra forma de prestar ayuda no se adaptaba a las necesidades de los niños. Aparte, un problema frente al que me sentía impotente desde mi ventanilla de consultas era el de los embarazos”. Para afrontarlo, se concentró en las mujeres de entre 11 y 24 años para compartir con ellas sus desvelos por embarazos no deseados o imprevistos, haciendo todo lo posible por servirles de ayuda.

Más ventanillas de consulta para llegar a más personas en apuros

Las consultas nuevas suele recibirlas por teléfono o por correo electrónico. “Las mujeres que tienen una gran preocupación, que temen haber quedado embarazadas y no tienen a nadie con quien hablar de eso piden socorro in extremis, por eso no suelen rechazar una cita en persona cuando se les pide”.

La organización sigue el principio de no tratar de acaparar toda la atención que necesita la persona que recibe la ayuda, contactando con los organismos posibles para que pueda recibir ayuda pública. Para ello, acompaña a las jóvenes a hospitales, consultas de la Seguridad Social y centros de salud municipales y les ayuda a hacer los trámites necesarios. Este es el primer paso en la ayuda que les ofrecen.

En caso de necesidad económica extrema, no tener dónde vivir o cómo pagar los gastos que ocasiona el embarazo y el parto, la organización contacta también con los organismos responsables de otorgar la ayuda a la subsistencia (seikatsu hogo) y otras formas de asistencia económica. En algunos casos, estas personas son acogidas en refugios propiedad de la organización, donde se las cuida durante un cierto periodo. Las receptoras de ayuda pueden contactar, si así lo desean, con el personal de la organización las 24 horas del día. “Hay que abrir más ventanillas de consulta que puedan ofrecerles ayuda y conseguir que estas personas vivan en contacto con el mayor número posible de personas. Así, se darán cuenta de que pueden confiar en el prójimo y abrirle su corazón”. Satō Hatsumi está dispuesta a seguir trabajando por ellas.

Más información sobre las actividades de Satō Hatsumi (en japonés)

  • 10-dai 20-dai no Nishin SOS Shinjuku—Kizzu & Famirī (Embarazo en la adolescencia y la veintena SOS Shinjuku — Niños y familia)
    Esta organización no recibe ningún fondo público ni del Estado ni del Gobierno de Tokio, financiándose exclusivamente con donaciones y con el dinero obtenido por conferencias y otras actividades, así como con las subvenciones que solicita y obtiene cada año.

Reportaje y texto: Ishii Masato (redacción de nippon.com)

(Imagen del encabezado: Satō Hatsumi, en el centro, se prepara para iniciar una de sus rondas metiendo en su bolso los artículos que reparte. Fotografía: nippon.com)

(Traducido al español del original en japonés.)

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