Katsushika Hokusai, el artista de ‘ukiyo-e’ que cautivó al mundo entero
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Katsushika Hokusai es conocido por La gran ola de Kanagawa, considerada a menudo el dibujo más famoso del mundo. Tras abordar una extensa variedad de géneros, innovó el dibujo paisajístico con un estilo completamente propio, a pesar de lo cual nunca dejó de pintar en su obsesión por mejorar.
En su libro ilustrado Cien vistas del monte Fuji publicado a los 75 años, Katsushika Hokusai (1760–1849) dejaba un célebre epílogo que revela su espíritu como artista:
Desde los 6 años he tenido la costumbre de dibujar la forma de los objetos, y desde los 50 he producido numerosos cuadros, pero nada de lo que he pintado antes de los 70 merece la pena. A los 73, conseguí aprender algo sobre los esqueletos de aves, animales, insectos y peces, y sobre la ecología de plantas y árboles. Por lo tanto, a los 86, mis habilidades habrán progresado aún más; a los 90, habré dominado la esencia del dibujo; a los 100, habré alcanzado un nivel divino; y a los 110, cada punto y línea que pinte parecerá cobrar vida.
Como muestran estas palabras, Hokusai fue un eterno aprendiz que nunca se durmió en los laureles en su búsqueda de mayores cotas pictóricas.
Discípulo de un reconocido artista de ukiyo-e
La carrera de Hokusai como artista de ukiyo-e empezó en 1779, cuando tenía alrededor de 20 años. Comenzó como aprendiz de Katsukawa Shunshō, artista popular por sus retratos de actores de kabuki, bajo el cual él también se dedicó principalmente a pintar dibujos de intérpretes. Entonces usaba el seudónimo “Shunrō”. Muchos de estos retratos de actores se conservan hasta nuestros días y muestran ya un alto nivel retratístico, como puede verse en su dibujo de 1791 en el que aparecen los actores Ichikawa Ebizō y Sakata Hangorō en escena. Todo indica que su inicio como artista fue bastante prometedor.
Obras de la época en que Hokusai usaba el sobrenombre “Shunrō”. Izquierda: El actor Ichikawa Ebizō en el papel del monje Mongaku, disfrazado de bandido. Colección del Museo Metropolitano de Arte. Derecha: El actor Sakata Hangorō en el papel de Chinzei Hachirō Tametomo, disfrazado de monje viajero. Colección del Museo Nacional de Tokio, fuente: ColBase.
Despuntando en géneros que más tarde refinaría
Tras la muerte de su maestro Shunshō en 1792, parece que la posición de Hokusai dentro de la escuela Katsukawa comenzó a peligrar. Una teoría ampliamente aceptada sugiere que se debió a su mala relación con Shunkō, el principal discípulo de Shunshō. En 1794, heredó del pintor de otra escuela un nuevo sobrenombre: Tawaraya Sōri. En lugar de centrarse en los nishiki-e (xilografías multicolores disponibles comercialmente, que eran el género principal del ukiyo-e), se dedicó a producir ilustraciones para anuncios de eventos así como pequeños calendarios que se regalaban a conocidos al comienzo del año. Estas impresiones individuales que no solían estar a la venta se denominan surimono. Aunque también son xilografías, los surimono se distinguen de los nishiki-e por sus colores pálidos y delicados, un estilo muy apreciado en aquel entonces a cuya demanda Hokusai supo satisfacer a la perfección.
En la época en la que empezó a usar el seudónimo “Sōri” también empezó a dibujar libros ilustrados de poemas satíricos llamados kyōka. Estas colecciones ilustradas se caracterizaban igualmente por su refinamiento y elegante estilo, y junto a los surimono comenzaron a alcanzar un alto nivel artístico a finales del siglo XVIII, siendo Hokusai su máximo exponente.
Paseo campestre, del libro ilustrado de kyōka Otokotōka (“Baile de zapateo para hombres”). (Colección del Museo Nacional de Tokio. Fuente: ColBase.)
Los elegantes retratos femeninos que cautivaron a los habitantes de Edo
Hokusai adoptó el nombre por el que es conocido hoy en día en 1798, tras ceder el nombre artístico “Sōri” a un discípulo. Hacia finales de su etapa como Sōri y durante la primera década con el nombre de Hokusai, desarrolló un estilo de retrato femenino caracterizado por refinadas figuras de cuerpos altos y delgados que le valieron una gran fama. Tanto es así que en el libro humorístico Taitō Keigo (“Promesas de un galán”), publicado en 1800 cuando todavía estaba activo el gran maestro del retrato femenino Kitagawa Utamaro, se elogia a Hokusai como un genio del retrato de mujeres al mismo nivel que Santō Kyōden, artista estrella de la época. Los elegantes retratos de mujeres que Hokusai creó en este periodo se conocen actualmente como Sōri-fū bijin o bellezas al estilo de Sōri, y además de grabados incluyen pinturas que gozan hoy en día de altísimo reconocimiento.
Dos bellezas. (Colección del Museo de Arte MOA.)
Elogios de un crítico severo
Durante esta época se popularizaron los llamados yomihon (literalmente “libros de lectura”), con autores como Kyokutei Bakin a la cabeza. Se trataba de un género literario centrado en la narrativa que, a pesar de todo, dependía mucho de las ilustraciones para impulsar las ventas. Hokusai se alzó como ilustrador referente de este género usando densas composiciones que complementaban un texto rígido igualmente atiborrado de caracteres, con tétricas sombras y trazos dinámicos que bien podrían haber salido de cómics actuales. Bakin, conocido por su implacable mordacidad, decía que Hokusai era un indomable que hacía caso omiso a las instrucciones del autor, a pesar de lo cual sentía una enorme admiración hacia sus habilidades artísticas. El yomihon que crearon juntos, Chinsetsu Yumiharizuki (“Historia fantástica del arquero lunar”) (1807-1811), se considera una de las mayores obras maestras del género.
Ilustración de la primera parte del libro Chinsetsu Yumiharizuki. (Colección Digital de la Biblioteca Nacional de la Dieta.)
Explorando la pintura occidental
Alrededor de la misma época de su prolífica labor como ilustrador de yomihon, Hokusai también comenzó a explorar nuevas técnicas. Creó así los yōfū hanga o grabados al estilo occidental, que reproducían en madera la textura y la complejidad del trazo de los grabados en cobre y pinturas al óleo occidentales. Intrigado por los estilos de vanguardia que exploraban artistas como Shiba Kōkan y Aōdō Denzen, Hokusai produjo varias series de xilografías que representaban paisajes de Edo y otras regiones de Japón en una forma distinta a la de los tradicionales nishiki-e, usando claroscuros, colores que evocan la pintura al óleo y un sombreado a rayas como el de los grabados en cobre. Incluso llegó a firmar algunas de estas obras con caracteres hiragana en horizontal, dándole un aire de escritura occidental. Era un estilo novedoso que si bien a nivel comercial no tuvo gran éxito, sí que tuvo una significativa influencia en el dibujo paisajístico de los artistas de ukiyo-e del momento, incluyendo a los discípulos del mismo Hokusai. También sirvió a la vez como base para otros grabados paisajísticos que vendrían después, como los de Treinta y seis vistas del monte Fuji.
Cascada en Yotsuya Jūnisō. Grabado al estilo occidental. (Colección Museo Nacional de Tokio. Fuente: ColBase.)
Un hábil ojo para las formas que impactó a los artistas occidentales
En 1815, Hokusai cedió su seudónimo a un aprendiz y se dio a sí mismo el nombre de “Taito”. El año anterior se había publicado el primer volumen de Hokusai Manga, la serie que lo haría conocido en todo el mundo. Creado como una compilación de modelos para estudiantes de arte, contenía bocetos de todo tipo: desde personas y animales hasta insectos, peces o flores. Hokusai era para entonces un maestro consagrado y esta colección tuvo una gran demanda, lo que llevó a la publicación de volúmenes sucesivos: el último volumen de la serie, el número 15, fue publicado en 1878 cuando ya habían pasado unos 30 años de su muerte. Más allá de funcionar como manuales de arte, estos libros también incluían dibujos caricaturescos de gran atractivo estético. Las posturas de las personas y el aspecto de los pájaros, peces, insectos y demás rebosan con el carácter distintivo de Hokusai, y como veremos más adelante, la fuerza de sus formas atrajo a artistas japoneses y occidentales a partes iguales.
Hokusai Manga, primer volumen. (Colección del Museo Metropolitano de Arte.)
Dibujos paisajísticos en la setentena
Alrededor de 1830 Hokusai creó su serie de paisajes Treinta y seis vistas del monte Fuji. Es aquí donde encontramos la célebre Gran ola de Kanagawa, obra que sigue cautivando a artistas y amantes del arte de todo el mundo a día de hoy. La colección fue un éxito rotundo: en ella, se muestra el monte Fuji —símbolo de especial importancia para los habitantes de Edo— en todo tipo de composiciones, desde distintos lugares y bajo diferentes condiciones climáticas, haciendo un generoso uso del azul de Prusia, un pigmento sintético importado popular en la época por su vibrante color. Hasta entonces los paisajes habían sido siempre un género menor del nishiki-e en comparación con los dibujos de actores y los retratos femeninos, por lo que crear una serie de este tipo que abarcaba docenas de paneles implicaba sin duda un riesgo considerable. Hokusai, que a estas alturas llevaba unos diez años usando el nombre artístico de “Iitsu”, tenía ahora nada menos que setenta años. El hecho de que a pesar de su edad se atreviera a aventurarse en un género nuevo es sorprendente, y prueba que Hokusai nunca estuvo dispuesto a dormirse en los laureles.
La gran ola de Kanagawa, de la serie Treinta y seis vistas del monte Fuji. (Colección del Museo Metropolitano de Arte.)
Motivado por el éxito de Treinta y seis vistas del monte Fuji, Hokusai produjo después otras series de paisajes, como Recorrido por las cascadas de varias provincias y Vistas de puentes famosos en varias provincias. Otros artistas como Utagawa Kuniyoshi y Utagawa Hiroshige, ambos de la escuela Utagawa, se unieron también a la exploración de este género. El éxito de Treinta y seis vistas del monte Fuji tuvo por lo tanto un papel central en la consolidación del género paisajístico del nishiki-e.
Recorrido por las cascadas de varias provincias: Cascada de Kirifuri en el Monte Kurokami, en Shimotsuke. (Colección Clarence Buckingham, Instituto de Arte de Chicago.)
El nonagenario pintor de hierro
En esa misma década de 1830 Hokusai produjo además una serie de grabados nishiki-e con flores y aves que desempeñaron igualmente un papel fundamental en el establecimiento de su género. En 1834 Hokusai cambió su nombre artístico a “Manji”; fue poco después de este cambio que publicó Cien vistas del monte Fuji, cuyo epílogo hemos citado al principio. Se trata de un libro ilustrado que lejos de contener simples paisajes de la montaña sagrada, muestra también los mitos y la literatura que la rodean. Se caracteriza además por unas audaces composiciones en las que se exagera la perspectiva entre lo cercano y lo lejano, ampliando las figuras en primer plano y colocando el monte Fuji al fondo.
Fuji durante Tanabata, del primer volumen de Cien vistas del monte Fuji. (Colección del Museo Nacional de Tokio. Fuente: ColBase.)
Estos paisajes no sólo inspiraron a artistas de ukiyo-e de la mencionada escuela Utagawa, sino también a artistas europeos, como se puede ver en los grabados de Henri Rivière o en el arte en vidrio de Emile Gallé.
Treinta y seis vistas de la Torre Eiffel, de Henri Rivière. Serie de grabados que retrata la Torre Eiffel, entonces recién construida para la Exposición Universal, en varias composiciones desde diversos puntos de vista. Inspirada en Treinta y seis vistas del Monte Fuji de Hokusai, la inusual composición de la torre vista en contraste con un primer plano también delata la influencia de Cien vistas del Monte Fuji. (Colección del Museo Uragami de Hagi, Yamaguchi.)
A pesar de que en el epílogo del libro Hokusai expresaba su deseo de vivir hasta los 110 años, falleció a los 88 en 1849. Sin embargo, hay escritos que afirman que tres años antes de morir seguía caminando ágilmente, y su impulso creativo y capacidad artística tampoco dieron señales de debilitarse hasta el final. De hecho, se conservan aún varias obras maestras suyas pintadas a mano del mismo año de su muerte. Es así como Hokusai, un artista que se autodenominaba a veces “lunático de la pintura”, fue más bien la tenacidad pura hecha pintor.
(Imagen del encabezado creada a partir del retrato que Keisai Eisen hizo de Hokusai en un libro de Kimura Mokurō. Colección Digital de la Biblioteca Nacional de la Dieta.)
(Traducido al español del original en japonés.)
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