Setsu, esposa abnegada y “colaboradora necesaria” en los relatos de Lafcadio Hearn
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Lafcadio Hearn, que adoptó el nombre de Koizumi Yakumo, es internacionalmente conocido por su colección de historias fantásticas Kwaidan. Pero cuando llegó a Japón nunca había estudiado seriamente el japonés. Y tenía ya 40 años. La persona que, con su inteligencia y abnegado apoyo, hizo posible esa labor creativa no fue otra que su esposa, Setsu.
La colección Kwaidan es una obra maestra de la literatura fantástica escrita en inglés por Lafcadio Hearn (1850-1904), también llamado Koizumi Yakumo. Los relatos son adaptaciones de historias de genios y fantasmas del folclore popular de diversas regiones de Japón. Entre ellas las hay tan populares como la de Miminashi Hōichi (“Hōichi el desorejado”), que cualquier japonés conoce.
En un cementerio en el que parpadean los fuegos fatuos, el laudista ciego Hōichi recita el Cantar de Heike mientras toca su instrumento enloquecidamente. El superior de un templo budista, sabiendo que Hōichi está poseído por el espíritu de un guerrero vencido del clan Taira, se apiada de él y se propone liberarlo mediante una ingeniosa estratagema: escribir sutras por todo su cuerpo de forma que se haga invisible a los ojos de los espíritus. Su plan habría surtido efecto de no haber sido porque el superior olvida cubrir de sutras las orejas de Hōichi y el espíritu acaba arrancándoselas. La escena en la que el superior resbala sobre la sangre derramada por el suelo es especialmente impactante. En esta narración, hay un momento en el que el samurái viene a buscar a Hōichi. Hearn insistió en que el grito con el que el espíritu abre la puerta debía ser “¡Kaimon!” y esa fue finalmente la palabra que apareció en el texto. En japonés lo escribimos 開門 (“abrir” o “abrirse una puerta”).
Setsu, coautora de las obras de Hearn
Hearn nació en 1850 en la isla griega de Léucade (Lefkada), hijo de madre griega y padre irlandés. La familia se trasladó a Irlanda cuando el niño tenía dos años. Y cuando este tenía cuatro, su madre, que padecía algún desorden mental, volvió a Grecia dejando atrás la familia. Toda la primera mitad de la vida de Lafcadio se vio sacudida por una larga serie de sucesos dramáticos, entre ellos la quiebra de una tía-abuela que cuidaba de él y la pérdida de la visión en un ojo. Su interés por la cultura japonesa se inició con la lectura de una traducción al inglés del clásico histórico-mitológico Kojiki (siglo VIII), lo que ocurrió después de trasladarse a Estados Unidos. A Japón vino como enviado especial de una editorial norteamericana en 1890. Más tarde rompió sus relaciones con la editorial y se estableció como profesor de inglés en Matsue, una pequeña ciudad de la costa del mar del Japón.
Pese a carecer de una formación seria en idioma japonés, Hearn reunió antiguos relatos de Japón, los publicó en inglés en forma de novelas y consiguió, además, que sus versiones fueran traducidas al japonés y que sigan siendo leídas hoy en día, cuando ha pasado más de un siglo desde su primera publicación. ¿Cómo es esto posible?
La clave estuvo en Setsu, su esposa. Bake-bake, una telenovela de la cadena pública NHK, se centra en ella. Es muy interesante que, según vimos en el tráiler (vídeo promocional) de la serie en la emisión internacional, el título de la obra en inglés sea The Ghostwriter´s Wife, un título que podría traducirse como “La esposa del escritor de (historias de) fantasmas”, pero que nos propone al mismo tiempo la idea de que hubiera un ghost writer, escritor fantasma o negro. Hearn fue conocido como profesor de inglés, ensayista y folclorista, pero se dice que sin Setsu a su lado nunca habría podido desarrollar su faceta creativa como adaptador o “recontador” de viejos relatos.
Lafcadio Hearn, su hijo Kazuo y su esposa, Setsu, en una fotografía conmemorativa de la fiesta infantil de Shichigosan tomada hacia 1896. (Colección del Museo Conmemorativo de Koizumi Yakumo)
Una enérgica joven descendiente de samuráis venidos a menos
Al llegar a su nuevo destino en Matsue, Hearn pensó que tener una doméstica le facilitaría mucho las cosas. Le presentaron a Setsu. La imagen de la mujer japonesa que tenía Hearn estaba influenciada por la que difundía el “japonismo” de la época y estaba muy ilusionado pensando en lo elegante y bella que sería esa “hija de un samurái” que había pedido. Pero Setsu tiró por tierra su imagen, pues resultó ser una mujer robusta, fuerte de brazos y piernas. En el libro Matsue ni okeru Yakumo no seikatsu (“La vida de Yakumo en Matsue”), publicado en 1950 por Kuwahara Yōjirō, se habla de lo insatisfecho que quedó Yakumo con su “adquisición”, que más que la hija de un samurái parecía “la de un campesino”.
Pese a las quejas iniciales de Hearn, Setsu era una samurái con todas las de la ley, pues había nacido en 1868 como segunda hija de los Koizumi, una familia samurái del señorío de Matsue que prestaba servicios de guardia y tenía una asignación anual de 300 koku de arroz. Pero a Setsu le tocó una época muy difícil, pues su año de nacimiento es también el año inicial de la era Meiji (1868-1912). Las grandes reformas sociales introducidas por el nuevo Gobierno incluían la disolución de los viejos estamentos y la mayoría de los samuráis de Matsue fueron incapaces de mantener su nivel económico adaptándose a las nuevas condiciones. Los padres de Setsu, que habían sido un matrimonio prolífico, se vieron obligados a confiar a su hija a los Inagaki, con los que estaban emparentados. Setsu fue una niña voluntariosa y trabajadora que obtenía buenas calificaciones en la escuela, pero la situación económica de la familia Inagaki, que tampoco era muy boyante, impidió que la niña pudiera completar su educación. Ella deseaba seguir estudiando, pero tuvo que resignarse y dedicarse a labores de hilatura para ayudar al sostenimiento del hogar. Alguna relación tendrá con este hecho la robustez física que adquirió.
Pero fue precisamente esa pobreza lo que unió a Setsu y a Hearn. El primer marido de Setsu había huido, espantado por la pobreza de los Inagaki. Y la única opción que se le presentó a Setsu, que ahora debía sostener tanto a su familia de nacimiento como a la de adopción, era ponerse a servir, mudándose a la casa “de un joven extranjero que vivía solo”.
De sirvienta a compañera de vida y socia indispensable en la labor creativa
En su nuevo papel de sirvienta, el primer problema al que tuvo que enfrentarse Setsu fue el de la comunicación. Para entenderse con Hearn, que apenas hablaba japonés, al principio Setsu trató de aprender inglés de él. Testimonia esta primera etapa de aprendizaje su cuaderno de notas, que muestra largas series de palabras transcritas al silabario japonés katakana, entre ellas “tomāru” (tomorrow) o waen (wine), que a menudo reflejan las particularidades fonológicas del dialecto de la antigua provincia de Izumo.
Listado de palabra inglesas de Setsu, testimonio de los esfuerzos que realizó por entenderse con Hearn. Arriba, las entradas, que son las transcripciones al silabario katakana de las palabras inglesas. Debajo, los significados. (Colección del Museo Conmemorativo de Koizumi Yakumo)
Cuaderno de notas de inglés, con comentarios sobre la forma de usar las palabras y expresiones. (Colección de la Bibliota Central Municipal de Matsue)
Pero los esfuerzos de Setsu pronto cambiaron de dirección. Los dos comenzaron a entenderse usando una peculiar jerga a la que Setsu denominaba “Herun-san-kotoba” (“la forma de hablar de Hearn”), en la que se excusaba el correcto uso de las partículas japonesas, la correcta declinación o conjugación de adjetivos y verbos y otros detalles de la gramática japonesa. Así, para decir cosas como “no he tenido que esperar demasiado tiempo en la estación” se permitían frases como “sutashion ni takusan matsu no toki arimashita nai”, cuyo parecido con el japonés real es poco menos que accidental. Sonaba rarísimo, pero para Hearn aquello era más comprensible que el mejor inglés hablado por un japonés. Compartir esta jerga unió aún más a Hearn y Setsu. Y para él, fue un primer paso en su acercamiento al mundo de la cuentística japonesa.
“Tú puedes ayudarme en mi tarea”, le dijo Hearn muy satisfecho, una vez que Setsu le “tradujo” a su jerga privada un cuento de fantasmas que habían oído en un ryokan (hotel tradicional japonés) durante un viaje que hicieron por Tottori. A Setsu le gustaban mucho las historias y tenía muchas que contarle. Y como mujer empeñosa que era, llevaba cuadernos con listas de palabras y aprovechaba todas las posibilidades de su jerga. Fue esta capacidad comunicativa lo que hizo de ella la “guía para corredores invidentes” que necesitaba Hearn para llevar a cabo su labor creativa.
Las mujeres de los relatos de Hearn como reflejo de Setsu
En 1893 nació su primer hijo, Kazuo, que fue seguido por otros tres. Setsu tenía a su lado a su madre adoptiva, Tomi, que la ayudó mucho en la crianza. De esta forma, Setsu pudo dedicarse a su vez a ayudar a su marido.
Setsu (izquierda) junto a su madre adoptiva, Tomi. (Colección de la familia Koizumi)
Además de las historias que sabía, Setsu transmitió a Hearn otras muchas que recogió ella misma de parientes y vecinos, así como las contenidas en colección antiguas como Kokon Chomonjū (“Colección de historias memorables de ayer y hoy”), del siglo XIII. Y Hearn consultaba a su esposa en muchos pequeños detalles, como en el citado de la utilización de kaimon en el cuento de Miminashi Hōichi. Así, podemos decir que las historias “recontadas” por Hearn son en realidad “colaboraciones” que pasaron por un proceso de discusión y fijación entre ambos cónyuges.
Para Hearn, que había tenido hasta entonces una vida muy accidentada, más allá de la cuestión creativa Setsu fue sin duda un factor de estabilidad emocional.
En su libro Koizumi Yakumo: Omoide no ki, chichi Yakumo wo omou (“Colección de recuerdos familiares de Koizumi Yakumo”) dice Setsu:
Decía que en sus últimos años su salud se resintió. Se sentía solo y buscaba apoyo en mí. Si me ocurría tener que hacer una salida, él se quedaba esperándome igual que un bebé espera ansiosamente el regreso de su madre. Y en cuanto oía mis pasos daba voces, muy contento, preguntando si era “la mamá” la que había vuelto.
De estos recuerdos de Setsu se desprende que no solo fue una madre para sus hijos. Lo fue también para su marido, pues lo sostuvo y amó con un amor realmente maternal.
La sombra de Setsu es perceptible en muchas de las figuras de “mujeres ideales” que aparecen en los relatos de Hearn. En Hae no hanashi (“La historia de la mosca”), una joven que había llevado una vida frugal sin permitirse nunca vestir un buen kimono muere poco después de haber hecho realidad su sueño de ofrecerles a sus difuntos padres unas honras fúnebres decorosas. En Kiji no hanashi (“La historia del faisán”), una mujer que ha cuidado esmeradamente un faisán que era la reencarnación de su difunto suegro maldice a su marido que lo ha matado para comérselo. En estos y otros relatos aparecen mujeres enérgicas, de carácter firme, con un profundo amor filial, por el que no dudan en sacrificarse.
Esas robustas extremidades que hicieron decir a Hearn que aquella mujer no podía ser de una familia samurái son la mejor expresión de la realidad de las mujeres japonesas de la época, cuyas vidas estaban regidas por el ideal confucianista del respeto incondicional a los padres y al marido.
Koizumi Setsu fue la esposa de Hearn, pero en realidad fue también la madre que crio y lanzó al mundo las variadas historias escritas por su marido.
Fotografía del encabezado: Retrato de Setsu, hecho a partir de una fotografía que se tomó cuando tenía aproximadamente 20 años. (Colección del Museo Conmemorativo de Koizumi Yakumo)
(Traducido al español del original en japonés.)
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