Templos y santuarios de Kamakura famosos por su follaje otoñal
Escribe un artículo en francés sobre: Templos y santuarios de Kamakura famosos por su follaje otoñal
rewrite this content and keep HTML tags as is:
Kamakura, una ciudad de la prefectura de Kanagawa donde es posible disfrutar de bellos paisajes durante todo el año, se ha convertido en un destino muy popular para contemplar el follaje otoñal. En esta ocasión presentamos una ruta por varios templos budistas y santuarios sintoístas que impresionan en esta época.
Paisajes otoñales con encanto en Kita-Kamakura
Los templos budistas y los santuarios sintoístas de Kamakura lucen coloridos durante las cuatro estaciones gracias a la gran cantidad de árboles y flores que albergan. Cuando el calor afloja, florecen los tréboles japoneses (hagi) y las flores del infierno (higanbana); a continuación, las hojas de los ginkgos (ichō) se tiñen de amarillo y, por último, para cerrar el año, los arces (kaede) se tornan rojos.
Nuestra ruta para apreciar la belleza otoñal de Kamakura comienza en el Jōchi-ji, el cuarto de los cinco templos más importantes de la ciudad; este se encuentra muy cerca de la estación de Kita-Kamakura (JR). Delante del pabellón principal, llamado Dongeden, los ginkgos van perdiendo las hojas, que lucen amarillas. La belleza del tono dorado, que brilla a contraluz, es digna de mención, pero el manto de hojas que se forma en el suelo tampoco se queda atrás. Los visitantes pueden disfrutar de este paisaje gracias a que la dirección del templo los tiene en cuenta y decide no barrer el suelo.

Manto de hojas de ginkgo frente al pabellón principal del templo Jōchi.
Nuestro siguiente destino es el Meigetsu-in, a donde se accede cruzando un paso a nivel. Este templo, que luce florido todo el año, goza de fama especial a principios de verano, pues está repleto de hortensias (ajisai). No obstante, vale la pena visitarlo en otoño para disfrutar de la belleza de sus hojas enrojecidas. Precisamente esta época es la mejor para inmortalizar uno de sus puntos más famosos: la ventana de la Iluminación (Satori no mado), dado que no se forman tantas colas como en verano y, por lo tanto, la espera es menor.

El paisaje enmarcado en la ventana redonda del pabellón principal del templo Meigetsu resulta más encantador, si cabe, en otoño.
A continuación, regresamos a la carretera prefectural que se extiende desde las inmediaciones de la estación y, si avanzamos dándole la espalda al paso a nivel, llegaremos al templo Kenchō. Construido en 1253, es el primer lugar de Japón consagrado a la práctica del budismo zen. Además, este inmenso complejo religioso es el principal de los cinco templos más importantes de Kamakura. Una vez allí, se recomienda seguir el camino situado en la parte izquierda del templo: los arces que se encuentran a uno y otro lado brillan con fuerza gracias al sol de otoño.

Los arces colorados lucen resplandecientes en el templo Kenchō. Al fondo, los aposentos del abad.
El otoño en las profundidades de Kamakura
Nuestra ruta continúa por los templos budistas y los santuarios sintoístas de la parte oriental de la ciudad, una zona repleta de naturaleza. Para empezar, nos dirigimos al santuario de Kamakura, a unos diez minutos en autobús desde la estación de Kamakura. Aunque es relativamente nuevo —se construyó hace unos 160 años—, goza de fama debido a que cada otoño alberga una representación nocturna de teatro noh, a modo de ofrenda, llena de misterio. Además, el arce japonés (iroha momiji) plantado en las inmediaciones de las oficinas del santuario, en la parte derecha del recinto, se tiñe completamente de rojo. Si se visita al atardecer, la luz de los farolillos de papel le da un toque más interesante, si cabe.

Hojas carmesíes en las inmediaciones de las oficinas del santuario de Kamakura.
Luego subimos por una cuesta poco empinada que va desde el santuario de Kamakura en dirección norte-este y llegamos al Zuisen-ji. Este templo, perteneciente a la secta Rinzai y situado en las profundidades de la ciudad, está rodeado de montañas y queda completamente envuelto por el follaje en otoño. Según cuentan, Musō Soseki, el afamado monje que lo fundó, eligió este enclave debido a que consideraba que sus maravillosas vistas casaban perfectamente con el budismo zen.
Una vez que pasamos por la puerta sanmon, toda la zona delante del pabellón principal está llena de arces japoneses. El suelo queda precioso cuando las hojas rojas y amarillas lo cubren por completo, sobre todo después de que haya llovido. Detrás se encuentra el jardín del templo Zuisen, punto final de la ruta de senderismo Ten’en. Declarado Sitio Nacional Histórico y de Belleza Escénica, el jardín bien merece una visita, pues se caracteriza por ser uno de los pocos que se crearon puliendo rocas gigantes. Además, es obra del propio Musō Soseki, considerado por muchos el primer ishitatesō; a saber, el primer monje experto en el diseño de jardines.

Las hojas rojas y amarillas cubren el jardín de piedras, con el pabellón principal del templo Zuisen de fondo. Esta estampa resulta especialmente bonita después de que haya llovido.
Después volvemos hasta la carretera Kanazawa y caminamos en dirección este al Jōmyō-ji, el último de los cinco templos más importantes de Kamakura. En otros tiempos este templo era un gran complejo budista que incluía los siete edificios de rigor; ahora, sin embargo, de aquella grandeza queda únicamente el pabellón principal, cuyo tejado es de cobre.
El jardín luce florido durante las cuatro estaciones: por ejemplo, en febrero y marzo florecen los albaricoqueros japoneses (ume); entre marzo y mayo, las peonías (botan); en verano, los árboles de Júpiter (sarusuberi). En otoño, por su parte, las hojas amarillas de un ginkgo gigante deslumbran el gran tejado del pabellón principal. Por otra parte, hay una casa de té, llamada Kisen’an, en un rincón del recinto, por lo que se puede hacer una pausa para tomar un matcha mientras se disfruta de las vistas del jardín zen. Además, al sur, en el otro lado de la carretera Kanazawa, se encuentra el templo Hōkoku, famoso por albergar el bosque de bambú más grande de toda Kamakura. Así pues, recomendamos hacer una parada allí en el camino de vuelta.

Las hojas amarillas de un ginkgo deslumbran el gran tejado del pabellón principal del templo Jōmyō.
Un bosque de bambú y unas iluminaciones nocturnas espectaculares
Al avanzar en dirección norte desde la salida oeste de la estación de Kamakura, llegamos al Eishō-ji, la única abadía exclusivamente femenina que se conserva en Kamakura. Este templo goza de popularidad entre quienes gustan de dar paseos para contemplar las distintas flores de cada época: por ejemplo, a comienzos de la primavera, los albaricoqueros japoneses; en plena primavera, los cerezos (sakura) y las glicinas (fuji); a principios de verano, las hortensias; en los inicios del otoño, las flores del infierno. Además, alberga el segundo bosque de bambú más grande de la zona, un lugar precioso en otoño, ya que en esta época es posible ver, entre los bambúes lozanos, unas hojas rojas y amarillas que parecen llamaradas.

El bosque de bambú de la abadía Eishō tiene habilitado un camino para pasear entre las plantas, entre las cuales es posible observar el follaje otoñal.
El último destino de nuestra ruta es el Hase-dera, al cual accedemos en la línea Enoden desde la estación de Kamakura. Conocido como “el templo de las flores” por motivos más que justificados, siempre ha sido famoso por su estatua principal, una imagen de la Kannon de las Once Caras que mide 9,18 metros de alto y es una de las mayores tallas de madera de todo Japón. Sin embargo, de un tiempo a esta parte ha cobrado fama también por su magnífico follaje otoñal.
El amplio complejo del templo Hase alberga un estaque alrededor del cual han plantado unos arces japoneses que, lógicamente, cambian de color en otoño. En las inmediaciones del pabellón principal, donde se custodia la estatua de Kannon y al cual se accede subiendo unas escaleras desde el jardín, hay también varios arces japoneses. Impresionan, además, las hojas amarillas de los ginkgos, unos árboles que parecen competir en altura con el pabellón principal. Por si esto fuera poco, quien visite este templo no debe perderse algo único en Kamakura: el follaje otoñal iluminado de noche. El paisaje mágico que surge en medio de la oscuridad nocturna dista del que se puede ver de día y, consecuentemente, tiene su propio encanto.

La estatua principal del templo Hase, cubierta de pan de oro, es, junto con el Gran Buda del templo Kōtoku, una de las grandes efigies representativas de Kamakura.

Un conjunto de delicadas luces ilumina el follaje otoñal alrededor del estanque.
Texto e imágenes: Harada Hiroshi.
Imagen del encabezado: Un ginkgo teñido de amarillo y, al fondo, el monte Fuji, ambos vistos desde las montañas detrás del templo Kōmyō.
(Traducción al español del original en japonés)



Publicar comentario