De Tokio a Akihabara: atisbos de historia y tradición bajo la modernidad urbana

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Un paseo desde el histórico puente de Nihonbashi hacia el norte, por canales visibles e invisibles. Más allá del barrio comercial de Kanda y las callejuelas llenas del encanto de Edo, la ruta cruza el río Kanda y gira hacia Akihabara, donde al bullicio de la electrónica y la cultura pop se une hoy día el aroma de comida de todo Japón.

El puente en el corazón de Japón

El paseo de hoy me lleva primero a Nihonbashi, a unos seiscientos metros al este de la línea Yamanote, justo al norte de la estación de Tokio. Aunque está relativamente cerca de las vías, el ruido de los trenes queda amortiguado por el rugido constante del tráfico y el estruendo de las obras.

Las estaciones del bucle de la línea Yamanote. (© Pixta)
Las estaciones del bucle de la línea Yamanote. (© Pixta)

Tokio es una ciudad de corrientes, y todas ellas pueden observarse en Nihonbashi. Corrientes de personas y mercancías, gente que sale de la estación de metro para sumergirse en los grandes almacenes Mitsukoshi o Takashimaya, situados al final de la calle, reinos de las compras de lujo. Corrientes de trenes y coches en la autopista elevada. Por último, pero no menos importante, corrientes de agua, o lo poco que queda de la magnífica red de canales que en su día hizo de Nihonbashi un lugar diferente y emocionante, y un lugar que huele a pescado y marisco (antes de que el mercado de pescado se trasladara a Tsukiji).

De pie en medio del puente que da nombre a la zona (Nihonbashi significa literalmente “puente de Japón”) y bajo la autopista elevada que se cierne sobre él, no puedo evitar sentir una punzada en el corazón. El sufrido Nihonbashi, punto desde el que se calculaban todas las distancias y donde comenzaban las cinco principales carreteras feudales, fue en su día considerado el corazón simbólico de Tokio. Sin embargo, durante décadas, la Autopista Shuto ha proyectado una sombra literal y metafórica sobre este lugar histórico, cortando su conexión con el cielo, el río y la memoria colectiva de la ciudad.

La Autopista Shuto ha convertido un hito cultural en un paso subterráneo olvidado. (© Gianni Simone)
La Autopista Shuto ha convertido un hito cultural en un paso subterráneo olvidado. (© Gianni Simone)

Tradición a la sombra de la modernización

La mayoría de las autopistas elevadas de Tokio se construyeron durante los frenéticos preparativos para los Juegos Olímpicos de 1964 con el fin de aliviar los atascos diarios. Esas franjas de hormigón, apiladas unas sobre otras, convirtieron instantáneamente la capital en algo que parecía sacado de un cuaderno de bocetos futurista. Es significativo que aparecieran en la obra de ciencia ficción Solaris (1972), de Andréi Tarkovski, en la que el director ruso dedicó una secuencia completa de cinco minutos a un viaje onírico por la autopista. Para muchos tokiotas y funcionarios prefecturales era motivo de orgullo. Sin embargo, al final, el tránsito de vehículos volvió a aumentar hasta tal punto que no solo regresaron los atascos sino que empeoraron, dejando los coches parados, sin ningún otro sitio al que desplazarse.

Dejando a un lado el tráfico, el legado de la autopista es ambiguo: un triunfo de la ingeniería de posguerra, pero también un golpe al patrimonio urbano. Construida sobre el tejido urbano existente, atravesó y rodeó los barrios, dando prioridad a los vehículos sobre el diseño a escala humana. Esto provocó una alteración visual y acústica.

Y lo peor de todo es que, para ahorrar tiempo y dinero, muchas secciones se construyeron sobre vías férreas, calles existentes y, en particular, sobre la red de vías fluviales de la ciudad. Las vías fluviales eran de propiedad pública, lo que significaba que el Gobierno no tenía que negociar con los propietarios privados de terrenos ni pagarles indemnizaciones. Para muchos tokiotas, estas carreteras elevadas evocan una sensación de desplazamiento y fragmentación. En lugares como Nihonbashi, la autopista cubrió literalmente el puente histórico en el que me encuentro ahora, convirtiendo un hito cultural en un paso subterráneo olvidado.

La buena noticia es que las autoridades están pensando ahora trasladar partes de la autopista al subsuelo y crear el llamado Tokyo Sky Corridor, cuyo objetivo es recuperar estos espacios elevados para los peatones. Al igual que el High Line de Nueva York, este nuevo proyecto debería introducir zonas verdes y reconectar paisajes urbanos fragmentados con rutas transitables y pintorescas.

Escondido en una calle lateral cerca del puente, un modesto monumento de piedra marca el lugar donde se encontraba la casa de William Adams, el piloto inglés que se convirtió en consejero de confianza de Tokugawa Ieyasu a principios del siglo XVII. Adams fue el primer samurái occidental de Japón, un inmigrante pionero cuya historia inspiró novelas y leyendas. El monumento es ahora casi invisible, no obstante, y los visitantes extranjeros pasan a diario por delante de él sin prestarle atención, absortos en su ramen o tempura, lo que nos recuerda lo fácil que es que la historia quede eclipsada por el ruido del apetito y el comercio.

Pocos saben que el modesto monumento de piedra situado a la izquierda de este escaparate marca el lugar donde vivió William Adams. (© Gianni Simone)
Pocos saben que el modesto monumento de piedra situado a la izquierda de este escaparate marca el lugar donde vivió William Adams. (© Gianni Simone)

Un mosaico de aromas

Vuelvo a la línea Yamanote siguiendo el curso del río Nihonbashi. Este arroyo, junto con el río Kanda, que es más grande y cruzaré más adelante, es la prueba viviente de que el paisaje de Tokio no es tanto un regalo de la naturaleza como resultado del diseño humano. Lo que antes era un único curso del río Hirakawa, en el siglo XVII se dividió, se desvió y se reguló para suministrar agua, prevenir inundaciones y facilitar el comercio, lo que demuestra que la ciudad fue literalmente esculpida. Hoy día el Hirakawa, que antes desembocaba directamente en la bahía de Tokio, ha desaparecido, mientras que los dos cursos remodelados por el shogunato Tokugawa ahora desembocan en el río Sumida.

La franja de terreno del centro de la ciudad que va desde Ginza hasta Kanda forma parte del antiguo shitamachi de Edo, que literalmente significa “barrios (machi) bajo (shita) el castillo”. Durante el periodo Edo (1603-1868) Kanda prosperó como bullicioso distrito comercial, hogar de mercaderes, artesanos y eruditos. El barrio era especialmente famoso por sus mercados de verduras, que abastecían de productos frescos a la ciudad. El mercado se trasladó a Akihabara en 1928, pero las estrechas calles del barrio siguen rebosando de actividad.

Niku no Hanamasa, situado bajo las vías del tren, puede parecer a primera vista un pequeño supermercado cualquiera, pero nada hay más lejos de la realidad. Ofrece productos de gran tamaño que suelen encontrarse más bien en los mercados mayoristas y satisface las necesidades de los chefs y cocineros de los restaurantes cercanos.

La sucursal de Kanda de la cadena Niku no Hanamasa abastece a los chefs y cocineros de los restaurantes cercanos. (© Gianni Simone)
La sucursal de Kanda de la cadena Niku no Hanamasa abastece a los chefs y cocineros de los restaurantes cercanos. (© Gianni Simone)

Un poco más adelante, la salida oeste de la estación de Kanda da directamente a la entrada de una larga calle comercial. La estrecha calle bulle con la habitual mezcla de restaurantes, pubs y locales atrevidos, junto con nuevas incorporaciones, como una agencia que ofrece excursiones en bicicleta en inglés.

El aire es un mosaico de aromas: platos humeantes de pequeños restaurantes y caldos hirviendo que se mezclan con el olor ácido de la soja y los encurtidos. Los perfumes baratos compiten con el aroma ligeramente dulce e indistinto que se escapa de los aires acondicionados. Es un aroma urbano inconfundiblemente caótico.

La calle comercial de la salida oeste de la estación de Kanda cuenta con la habitual mezcla de restaurantes, pubs y mucho más. (© Gianni Simone)
La calle comercial de la salida oeste de la estación de Kanda cuenta con la habitual mezcla de restaurantes, pubs y mucho más. (© Gianni Simone)

Pese a que el antiguo mercado de Kanda y muchos otros rasgos característicos de la vida en el shitamachi han desaparecido, la zona aún conserva fragmentos de su pasado. Escondidos entre rascacielos de oficinas y cadenas de izakayas, hay un puñado de restaurantes históricos que han sido el pilar del barrio durante generaciones. Yabu Soba, fundado en el siglo XIX, sigue sirviendo elegantes platos de soba, fideos de trigo sarraceno, en un ambiente que evoca la atmósfera del antiguo Tokio. Botan, fundado en 1897, es famoso por su cazuela de pollo, un plato que en su día fue el favorito de los escritores y eruditos que se reunían en la zona. La tradicional pastelería Takemura, con sus ventanas enrejadas y sus nostálgicos dulces, ofrece una visión de los gustos refinados de los tiempos pasados de Tokio. Isegen, el restaurante más antiguo de la ciudad especializado en cazuela de rape, también lleva en funcionamiento desde 1830.

El edificio de la pastelería Takemura ha sido designado Patrimonio Histórico Paisajístico de Tokio. (© Gianni Simone)
El edificio de la pastelería Takemura ha sido designado Patrimonio Histórico Paisajístico de Tokio. (© Gianni Simone)

En conjunto, estos establecimientos conforman un archivo vivo de la historia de Kanda, un recordatorio de que, incluso en un barrio remodelado por la reurbanización, los sabores del pasado aún perduran, invitando a los comensales a degustar los ecos del antiguo espíritu del shitamachi.

Cerca de Akihabara, el santuario Yanagimori se fundó originalmente como una de las defensas espirituales del castillo de Edo. (© Gianni Simone)
Cerca de Akihabara, el santuario Yanagimori se fundó originalmente como una de las defensas espirituales del castillo de Edo. (© Gianni Simone)

De los sabores del shitamachi a la era digital

Finalmente cruzo el río Kanda, la otra corriente nacida de las grandes obras públicas de Edo que desviaron el río Hirakawa para remodelar los cursos de agua de la ciudad, y entro en Akihabara. Se ha escrito mucho sobre la evolución del barrio, desde mercado negro de posguerra hasta centro de electrodomésticos durante el auge económico, y finalmente la meca de los aficionados a la informática y de los otakus.

Sin embargo, aunque la conexión de esta zona con la cultura gastronómica es, como mínimo, débil, el corazón de Akihabara solía albergar el mercado central de frutas y verduras de Tokio, y hoy en día, justo al norte de la estación, se encuentra el Chabara Aki-Oka Marche, un elegante destino gastronómico situado, cómo no, bajo las vías del tren. El nombre “Chabara” es una mezcla de yacchaba (el antiguo término para referirse al mercado de productos frescos) y Akihabara, en homenaje a la historia del lugar, mientras que Aki-Oka hace referencia al tramo de la línea Yamanote que va desde Akihabara hasta Okachimachi. Actualmente cuenta con más de 6.000 productos alimenticios artesanales japoneses, especialidades regionales e incluso un restaurante shōjin ryōri inspirado en la cocina vegana de los templos. Así que, en cierto modo, el espíritu del mercado sigue vivo, no como centro mayorista, sino como una celebración selecta del patrimonio culinario de Japón.

(Artículo traducido al español del original en inglés. Imagen del encabezado: la autopista elevada cubre con su sombra el puente de Nihonbashi, punto de partida de todas las rutas principales que salían de la capital durante el periodo Edo – © Pixta.)

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