El ascenso de Takaichi como primera ministra reaviva el debate sobre las mujeres en el ring de sumo
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Durante mucho tiempo se ha prohibido a las mujeres entrar en el dohyō, el ring de sumo. Algunos ven una conexión entre esta prohibición y la antigua creencia sintoísta de que las mujeres son ritualmente impuras, aunque figuras prominentes del sumo han rechazado la idea.
Alinearse con la opinión conservadora
En una rueda de prensa celebrada el 11 de noviembre de 2025, se preguntó al secretario jefe del Gabinete, Kihara Minoru, si la primera ministra Takaichi Sanae, la primera mujer en ocupar el cargo, entregaría la Copa del Primer Ministro en los próximos torneos de gran sumo.
La copa se entrega al ganador del torneo en lo alto del ring elevado, llamado dohyō, a menudo de manos de un ministro del Gabinete o el subsecretario en jefe del Gabinete. Hasta la fecha, ninguna mujer ha realizado la entrega, debido a una tradición de la Asociación Japonesa de Sumo (AJS) que prohíbe a las mujeres entrar en el ring.
Kihara afirmó que Takaichi tiene intención de preservar las tradiciones y la cultura del sumo, lo que sugiere que no intentará subir al ring. La primera ministra se encontraba en Sudáfrica para asistir a la cumbre del G20, el 23 de noviembre, cuando finalizó en Fukuoka el primer torneo de sumo de su mandato. En esta ocasión, su asesor Inoue Takahiro entregó la copa en su nombre.
Takaichi pertenece al ala conservadora del Partido Liberal Democrático, y ha hecho hincapié en los valores tradicionales en materia de género y familia. Su insinuación de que no impugnará la prohibición fue probablemente un guiño a sus seguidores conservadores. Aun así, goza de una gran popularidad como primera mujer líder de Japón y es posible que, si las circunstancias lo permiten, acabe solicitando el levantamiento de la restricción.

La primera ministra Takaichi durante su primera rueda de prensa tras ocupar su cargo, en octubre de 2025. (© AFP/Jiji)
El primer ministro que entregó personalmente la copa por primera vez fue Hashimoto Ryūtarō, en el gran torneo de enero de 1996. Entre otras ocasiones a lo largo de los años, Koizumi Jun’ichirō se la entregó al yokozuna Asashōryū en el torneo de noviembre de 2005 en Kyūshū. Más recientemente, Ishiba Shigeru hizo la entrega en el torneo de enero de 2025.
Décadas de controversia
La cuestión de si se debe permitir a las mujeres acceder al “sagrado” dohyō ha sido objeto de debate durante décadas, incluso ahora que Japón avanza hacia una mayor igualdad de género.
En 1990, la secretaria en jefe del Gabinete, Moriyama Mayumi, se ofreció a entregar la copa en nombre del primer ministro Kaifu Toshiki, pero su solicitud fue denegada por la AJS. Anteriormente, en 1978, cuando Moriyama era directora general de la Oficina de Mujeres y Menores del antiguo Ministerio de Trabajo, había protestado por la exclusión de las escolares del ring durante las finales de un torneo infantil de sumo, celebrado en el Kuramae Kokugikan de Tokio, propiedad de la AJS.
En 2000 la gobernadora de Osaka, Ōta Fusae, la primera mujer en ocupar ese cargo, no pudo entregar el Premio del Gobernador en el dohyō durante el torneo de Osaka. A pesar de las repetidas peticiones realizadas durante sus dos mandatos, ocho años en total, la AJS no cedió.
Quizás el incidente más polémico ocurrió en 2018 durante una gira regional en Maizuru, en la prefectura de Kioto. Cuando el alcalde Tatami Ryōzō se desmayó mientras hablaba en el dohyō, varias enfermeras acudieron rápidamente en su ayuda, pero un árbitro anunció repetidamente por megafonía que las mujeres debían abandonar el ring y que debían ser sustituidas por hombres. La reacción pública fue rápida y feroz, lo que obligó a la AJS a disculparse por su “respuesta inadecuada a una situación que ponía en peligro la vida de una persona”.

Ishiba Shigeru entrega la Copa del Primer Ministro al campeón del torneo, Hōshōryū, en enero de 2025. (© Jiji Press)
El dohyō, un lugar sagrado
El sumo tiene raíces en los rituales sintoístas de hace más de 1.300 años, en los que se pedían cosechas abundantes y paz nacional. Pero, ¿por qué se debe prohibir a las mujeres entrar en el ring?
La guionista y aficionada al sumo Uchidate Makiko, en un libro de 2006 en el que analiza esta cuestión, describió el dohyō como un espacio sagrado delimitado por fardos de paja de arroz. Uchidate, antigua miembro del Consejo Deliberativo de Yokozuna, obtuvo una maestría de la Universidad de Tōhoku con una tesis que destacaba los aspectos religiosos del sumo y la visión del dohyō como terreno sagrado.
En contextos religiosos, los espacios sagrados quedan separados de los profanos por un límite llamado kekkai, que los protege de la contaminación ritual o de la mala suerte. En los templos budistas ciertas áreas están reservadas para los sacerdotes, y en las tradiciones ascéticas de las montañas de Japón, algunas cimas están vetadas para las mujeres. El dohyō también se considera un lugar de disciplina espiritual, donde se cree que la presencia de mujeres es una distracción para los luchadores.
Tras esta visión se encuentra la antigua creencia de que las mujeres son “impuras” debido a la menstruación y al parto. Uchidate cita la escritura budista conocida como el Sutra del cuenco de sangre, que enseña que las mujeres, independientemente de su estatus social, están condenadas a un infierno de sangre a menos que sean salvadas mediante la recitación del sutra. Esta aversión a la impureza basada en la sangre también se refleja en el sintoísmo, y algunos sostienen que tales creencias han dado forma a los rituales del sumo.

El dohyō, marcado por fardos de paja, refleja los orígenes rituales sintoístas del sumo.
La AJS rechaza el argumento de la “impureza”
Tras el incidente de Maizuru en 2018, el presidente de la AJS, Hakkaku (antiguo yokozuna Hokutoumi), rechazó la idea de que las mujeres estén excluidas por ser impuras: “Las referencias al sumo como ritual sagrado han llevado a algunos a concluir que la asociación defiende antiguas creencias sintoístas que consideran a las mujeres impuras. Se trata de un malentendido”, afirmó.
Hizo hincapié en tres puntos: que el sumo se originó como un ritual sagrado, que la AJS busca preservar la cultura tradicional del sumo, y que el dohyō es un espacio sagrado y un lugar de entrenamiento para los luchadores masculinos.
Antes de cada torneo, el dohyō se consagra en una ceremonia en la que se entierran en el centro ofrendas de arroz, algas, calamares secos y castañas. Tras la ceremonia de entrega de premios del último día, los luchadores recién reclutados lanzan al aire al árbitro en un ritual de “envío a los dioses”, que simboliza el papel del ring como morada temporal de las deidades durante la competición.
Hakkaku añadió que los elementos rituales del sumo tienen sus raíces en las creencias populares (las oraciones para obtener una buena cosecha, por ejemplo) y que los luchadores y entrenadores son libres de tener sus propias creencias religiosas. “La asociación es tolerante en lo que respecta a la religión”, afirmó.
También citó al antiguo miembro de la junta directiva de la AJS Isenoumi (el antiguo luchador Kashiwado), quien en una ocasión le dijo a Moriyama: “Esto no es discriminación contra las mujeres. Si se percibe así, se trata de un grave malentendido. El dohyō es un lugar sagrado donde se enfrentan los luchadores, desnudos salvo por un mawashi (taparrabos). Solo han competido hombres en el gran sumo, y esta tradición merece ser preservada”.
En marzo de 2019 la AJS creó un comité, en el que participaban expertos externos, para examinar la prohibición de que las mujeres entren en el dohyō. La decisión se tomó a raíz de una solicitud de Nakagawa Tomoko, entonces alcaldesa de Takarazuka, en la prefectura de Hyōgo, a quien se le había denegado el permiso para hablar desde el ring durante una gira regional el año anterior.
Mientras tanto, las mujeres compiten regularmente en sumo amateur y en torneos internacionales. Japón tiene incluso una Federación de Sumo Femenino. Y sin embargo, en el sumo profesional, las mujeres tienen prohibido entrar en el ring, incluso durante las ceremonias de entrega de premios. ¿Puede una tradición así resistir el escrutinio de la sociedad moderna? El sumo es un deporte para espectadores y, como fundación de interés público, la AJS debe ganarse la confianza de sus espectadores.

La alcaldesa de Takarazuka, Nakagawa Tomoko, habla desde una plataforma situada bajo el ring durante una gira regional de sumo en 2018.
Paralelismos con los juegos de la antigua Grecia
Los Juegos Olímpicos cuatrienales de la antigua Grecia, celebrados por primera vez en el año 776 a. C., eran festivales sagrados dedicados a Zeus. Se celebraban en Olimpia y en ellos competían atletas masculinos desnudos, mientras que a las mujeres casadas se les prohibía incluso asistir como espectadoras. En Olimpia también se celebraban festivales separados para las mujeres, en honor a Hera, la esposa de Zeus, en diferentes fechas.
Cuando se restablecieron los Juegos Olímpicos modernos en 1896, las mujeres quedaron inicialmente excluidas de las competiciones. Según se dice, el propio fundador, Pierre de Coubertin, se opuso a su participación, pero en 1900 las mujeres ya competían en tenis y golf. La paridad de género se logró finalmente en los Juegos de París de 2024, 124 años después.
Los Juegos Olímpicos evolucionaron desde un antiguo ritual religioso griego hasta convertirse en una celebración mundial del atletismo y la paz. ¿Y qué pasa con el sumo? ¿Es un ritual, un deporte o algo intermedio? El debate sigue sin resolverse, pero el reto que se plantea ahora es imaginar un camino ideal para la evolución de este deporte, uno que honre sus tradiciones y, al mismo tiempo, se adapte con sensatez a las realidades de la sociedad contemporánea.

Luchadores en pleno combate en el dohyō sagrado. (© Pixta)
(Artículo publicado originalmente en japonés el 20 de noviembre de 2025, y traducido al español de la versión en inglés. Imagen del encabezado: el ring de sumo se purifica por medio de un ritual antes de cada combate – © Pixta.)



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