Cuestionando las contradicciones de la sociedad japonesa: la literatura del período del milagro económico
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Tras los JJ. OO. de Tokio de 1964, Japón entró en un periodo de rápido crecimiento económico. Los escritores de la época abordaron en sus obras los graves problemas sociales a nivel material y espiritual del momento.
“¿Por qué guarda silencio Dios?”
Endō Shūsaku (1923-1996) recibió el bautismo católico a los doce años por influencia de su madre. Desde su época en la Facultad de Letras de la Universidad de Keiō, se dedicó a publicar numerosas obras de temática cristiana; entre ellas se encuentra Chinmoku (“Silencio”). Endō, cuya tuberculosis lo había llevado al borde de la muerte repetidas veces, volcó todo su ser en esta novela con una idea clara: si conseguía terminar la novela, podría morir tranquilo.
Poco después de la represión de la Rebelión de Shimabara (1637-1638), el joven sacerdote portugués Rodrigo se infiltra en Japón tras enterarse de que su mentor, misionero en Japón, ha apostatado. Allí se encuentra con cristianos que viven su fe en la clandestinidad. Rodrigo explica a su país natal por qué el cristianismo ha conseguido arraigar entre los campesinos pobres:
“Durante mucho, muchísimo tiempo, estos campesinos han trabajado como simple ganado para acabar muriendo como ganado. Nuestra religión se ha extendido entre ellos como el agua que penetra en la tierra, por la sencilla razón de que por primera vez en sus vidas, han sido testigos de la calidez del corazón humano”.
Sin embargo, ante la muerte de estos creyentes que son martirizados mientras soportan horribles torturas —a pesar de las cuales se niegan a pisar la imagen de Cristo—, Rodrigo se pregunta agónico: ¿Por qué guarda silencio Dios?
Finalmente, Rodrigo es traicionado por Kichijirō, uno de sus fieles. Es arrestado y lo presionan para que apostate. Cada vez que se niega, uno de sus fieles seguidores es ejecutado. Kichijirō, quien sí ha pisado la imagen de Cristo para poder sobrevivir, clama: “¿Por qué Dios nos hace pasar un calvario así? Pero si nosotros, Padre, no hemos hecho nada malo”.
El corazón de Rodrigo flaquea.
“Ya son veinte años desde que comenzó la persecución, que los gemidos de innumerables fieles llenan esta tierra negra del Japón, que la sangre roja de los sacerdotes sigue derramándose y los campanarios de las iglesias se derrumban. Y aun ante todos estos cruentos sacrificios que se le ofrecen, Dios permanece callado”.
Durante toda su vida, Endō se preguntó qué significaba el cristianismo para los japoneses. En el camino que Rodrigo elige al borde de la desesperación yace precisamente la respuesta del autor.
La tragedia de una guerra temeraria
“Estaba convencido de que recorrer la historia del caza A6M Zero desde su nacimiento hasta su final significaba recorrer la esencia misma de la guerra que emprendió Japón. Es esta convicción lo que me llevó a ponerme a escribir”, escribía Yoshimura Akira (1927-2006) en el epílogo de Reishiki sentōki (“Caza Zero”). La novela comienza de la siguiente manera:
El 23 de marzo de 1939 a las siete y algo de la tarde, de la fábrica de aviones de Mitsubishi Heavy Industries, en Nagoya, salen silenciosamente “dos carros tirados por bueyes, cargados con grandes bultos cubiertos firmemente con sábanas”. Los hombres que llevan las riendas portan sendas linternas de papel.
La carga consiste en un caza Zero completo, con el fuselaje y las alas separadas, que ha de ser transportado al aeródromo de Kakamigahara, en Gifu, a 48 kilómetros de distancia. Es un viaje de 24 horas que, teniendo en cuenta los estrechos caminos y el mal estado de unas carreteras sin pavimentar, hace que la única manera de transportar el avión sin dañarlo sea en carro.
A Japón no le alcanzaban los recursos para mejorar sus carreteras. El país gozaba de una avanzada tecnología gracias a la cual habían producido el caza más avanzado del mundo, mientras sufría una pobreza que lo obligaba a transportarlo de la forma más rudimentaria posible. Yoshimura vio en este contraste la trágica esencia de un país que se había lanzado a una guerra temeraria.
Yoshimura compuso este denso relato siguiendo hechos históricos y usando entrevistas que hizo al creador del caza Zero, Horikoshi Jirō, así como a otras personas involucradas. La narración va desde la adopción oficial del Zero en 1940, con sus brillantes logros militares en la Segunda Guerra Sino-Japonesa, hasta el fin de la guerra, cuando el caza caía derribado entre aviones estadounidenses producidos en masa que sabían aprovecharse de debilidades como su insuficiente blindaje.
En enero de 1945, un enorme bombardeo aéreo llevado a cabo con aviones B-29 se llevó la vida de los jóvenes estudiantes que trabajaban en la fábrica de Nagoya. El autor entrelaza así en la historia el sufrimiento de esos ciudadanos de a pie que habían elevado el Zero a su gloria, poniendo en relieve la realidad de la guerra. Y es que Yoshimura mismo, nacido y criado en Tokio, había trabajado en una fábrica de armas cuando era estudiante.
Debido a sus exhaustivas investigaciones y el uso que hace de la documentación, a las obras de Yoshimura se les refiere a menudo como literatura periodística. Mientras que la literatura de no-ficción suele presentar hechos privilegiando la objetividad, Yoshimura añade su propia prosa y capacidad de penetrar en los personajes para construir relatos llenos de vida. Su obra abarca numerosos géneros: recomiendo especialmente Kumaarashi (“Tormenta de osos”), sobre un oso pardo que devoró a varias personas en Hokkaidō en 1915, y Sakuradamongai no hen (“El Incidente de Sakuradamon”), en el que se trata el movimiento sonnō-jōi (“honrar al Emperador y expulsar a los bárbaros”) que culminó con el asesinato de Ii Naosuke, principal asesor del shōgun.
El pragmatismo japonés de la era Meiji
Graduado en la Escuela de Idiomas Extranjeros de Osaka, Shiba Ryōtarō (1923-1996) trabajaba para el periódico Sankei Shimbun cuando ganó el Premio Naoki en 1960 por su novela Fukurō no shiro (“El castillo de los búhos”). Alcanzaría una gran popularidad con Ryōma ga yuku (“Allá va Ryōma”; 1963), obra con Sakamoto Ryōma como protagonista, así como con el libro Moeyo ken (“¡Arde, espada!”; 1964); un vívido retrato del vicecomandante del Shinsengumi, Hijikata Toshizō. Sin embargo, la novela que elevó a Shiba a estatus de escritor nacional fue Saka no Ue no Kumo (“Las nubes sobre la colina”).
La primera línea —“Un país verdaderamente pequeño estaba a punto de entrar en una era de gran cambio”—, es sin duda una frase magistral que presagia la vibrante energía de la era Meiji.
La historia arranca en la ciudad de Matsuyama, prefectura de Ehime. Los protagonistas son tres: Masaoka Shiki (1867-1902), quien innovó el haiku y el tanka incorporando elementos del realismo pictórico; su compañero de colegio desde la secundaria, Akiyama Saneyuki (1868-1918); y el hermano mayor de este, Akiyama Yoshifuru (1859-1930). Tras narrar su juventud, la obra recorre los hechos históricos de la Guerra Ruso-Japonesa.
Saneyuki llegaría a ingresar en la marina y, como consejero de Tōgō Heihachirō — comandante general de la Flota Combinada—, logró la hazaña de hundir por completo la Flota del Báltico rusa en el mar del Japón. Yoshifuru, por su parte, se uniría al Ejército de Tierra como soldado de caballería, destruyendo con metralletas a la caballería cosaca rusa, considerada la más poderosa del mundo. Es ahí donde la obra alcanza su clímax.
Shiba escribe lo siguiente sobre la era Meiji en uno de sus ensayos históricos:
“La Restauración Meiji ponía fin al movimiento sonnō-jōi (“honrar al Emperador y expulsar a los bárbaros”), que en su arrogancia había crecido más allá de sus posibilidades al final del período Edo. Al mismo tiempo, dio comienzo a la apertura del país con un pragmatismo que rayaba a veces la sumisión. En ese contexto, la gente de la era Meiji, en la segunda mitad del siglo XIX, fue más realista que los japoneses de cualquier otra época”.
Shiba escribe sobre la Guerra Ruso-Japonesa que “pese a ser una guerra difícil de ganar, el ejército no ocultaba sus cartas, mostrando su determinación de intentar frenar la guerra por vías diplomáticas hasta el último minuto, e incluso su propia debilidad”.
En contraste, las autoridades militares de la era Shōwa “lo envolvieron todo en secretismo, haciendo del ejército y la nación un ídolo místico”. Afirma que la ilusión de ser una gran potencia tras la Guerra Ruso-Japonesa hizo que los líderes perdieran el sentido del realismo, conduciendo a Japón a una guerra desastrosa.
Añadir que, según una encuesta realizada por el Museo Conmemorativo Shiba Ryōtarō, la obra de Shiba favorita entre los lectores fue precisamente Las nubes sobre la colina, seguida de Allá va Ryōma y ¡Arde, espada!.
“Éxtasis”, palabra de moda
Nacida en la prefectura de Wakayama y graduada en el Colegio Universitario Femenino de Tokio, Ariyoshi Sawako (1931-1984) debutó como escritora en 1959 con Kinokawa (“Las damas de Kimoto”), una novela de formato largo basada en la historia de su familia. Dejó para la posteridad una amplia variedad de exitosas obras, con temas que abarcan desde las artes tradicionales hasta cuestiones sociales. Pese a su repentina muerte a los 53 años, fue sin duda alguna la escritora más representativa de su época.
Kōkotsu no hito (“El hombre en éxtasis”) narra la historia de Akiko, una mujer que ha de enfrentarse sola a la labor de cuidar de su octogenario suegro Shigezō, quien sufre de demencia. Su marido Nobutoshi, primogénito de mediana edad, se encuentra en lo alto de su carrera en una prestigiosa empresa comercial y se hace el desentendido, dejando en manos de su esposa el cuidado de su padre. Tampoco puede contar con la ayuda de su hijo único, Satoshi, ya que este se está preparando para el examen de ingreso en la universidad.
La familia vive en el barrio de Suginami, en Tokio. En el jardín de la casa construida por Nobutoshi han añadido una pequeña vivienda separada, donde mantienen a los ya jubilados Shigezō y su esposa. Tras la muerte de la suegra, la demencia de Shigezō empeora rápidamente. Deja de reconocer a su propio hijo Nobutoshi; olvida que ha comido e insiste que tiene hambre, comiéndose toda la comida preparada que había en la cocina. Finalmente llega a escaparse de casa para acabar deambulando por la calle.
Akiko trabaja en la administración de un bufete de abogados, pero se ve obligada a tomarse la baja. “Recuerdo con leve amargura cómo desde que nos casamos, mi suegro me metía constantes pullas, llamándome todo tipo de cosas anticuadas como ‘señora oficinista’ cada vez que podía” reflexiona. Y sin embargo, se entrega en cuerpo y alma a cuidar de él.
Aún así, la cada vez más grave demencia de su suegro le supera. Consulta a la oficina de ayudas sociales, pero no dan con ningún lugar donde ingresarlo. “Japón está extremadamente atrasado en el bienestar de las personas mayores”, lamenta Akiko, “y todavía no se ha tomado ninguna medida para paliar el envejecimiento de la población”.
Con todo, aquellos años 1960 y 70 del milagro económico son retratados con optimismo. Las acciones de Shigezō tienen algo de cómicas; Akiko hace todo lo posible por ayudarlo mientras cuida de él en casa, y poco a poco la familia se muestra más colaborativa. Los conceptos y expresiones de entonces, como el llamado boom del ocio, la arrocera eléctrica, la introducción de la semana laboral de cinco días, el coche de familia, los pantalones campana, la polución fotoquímica o la inflación, despiertan cierta nostalgia.
El libro se convirtió en un gran éxito de ventas, y el titular “éxtasis” (kōkotsu) pasó a ser una palabra de moda. Ariyoshi escribe que en aquel entonces la esperanza de vida media en Japón era de 74 años para las mujeres y 69 para los hombres. En 2024, fue de 87 años para ellas y 81 para ellos. Vivimos más años, pero el trágico problema de la demencia y los cuidados de las personas mayores, tal y como la autora alertó, no ha hecho más que agravarse.
Una escrupulosa radiografía de la ambición empresarial
Karei naru ichizoku (“Una magnífica familia”) es una obra que pone de relieve la ambición y la sed de poder de los empresarios en plena era del milagro económico. Las finanzas y la industria siderúrgica, temas centrales en el libro, eran sinónimos de prosperidad en aquella época.
Yamasaki Toyoko (1924-2013) nació en el seno de una familia de mercaderes en Senba, barrio comercial de Osaka. Tras graduarse en la Universidad Femenina de Kioto en 1944 comenzó a trabajar en la sucursal de Osaka del Mainichi Shimbun. Animada por su jefe Inoue Yasushi —quien llegaría también a ser escritor más tarde—, Yamasaki empezó entonces a escribir; en sus comienzos, el tema principal de sus obras eran las familias de comerciantes. Sin embargo, pasaría a publicar obras centradas en problemas sociales tras el gran éxito de su novela Shiroi kyotō (“La gran torre blanca”; 1965), en la que ahonda en los tabúes del mundo médico usando la facultad de medicina como escenario.
En “Una magnífica familia”, Yamasaki narra la historia de Manpyō Daisuke, líder de un prominente conglomerado de Kansai y presidente de un banco. Daisuke aprovecha la reestructuración financiera que se está produciendo en ese momento para orquestar una fusión empresarial en la que espera que el miembro pequeño se trague al grande. Su hijo mayor Teppei dirige una filial siderúrgica del conglomerado, pero su fuerte sentido de la justicia hace que antagonice constantemente con el egocentrismo de su padre, desencadenando la ruptura de su relación. Los tres pilares de la obra, según la autora, son el nepotismo familiar, el mal corporativo y el mal burocrático.
Yamasaki llevaba a cabo minuciosas investigaciones antes de escribir sus obras. Para esta novela contó con la colaboración de Tajitsu Wataru, presidente del Banco Mitsubishi en aquel entonces. Como ella misma revela en una monografía, Tadami le contó con total naturalidad los detalles, desde el comienzo de las conversaciones de fusión entre Mitsubishi y el Banco Daiichi hasta la ruptura de las negociaciones. La autora añade:
“Si queda en este Japón que ha renunciado a la guerra alguna lucha verdaderamente feroz, esa es la lucha entre empresas. Es en el ensangrentado campo de batalla donde se revela desnuda la verdadera humanidad, donde se pueden hallar la codicia y fealdad pero también la sabiduría y la pureza de corazón. Ahí radica el interés de la novela.”
La mayoría de las obras de Yamasaki han sido llevadas al cine, dando mucho de qué hablar. Kitaōji Kinya, actor que interpretó a Manpyō Daisuke en la adaptación televisiva de Una Magnífica Familia, comenta sobre el personaje:
“Llegué a apreciar el atractivo de Daisuke como un hombre trabajador que carga con sus responsabilidades. No es un simple villano; es alguien que encarna tanto la fragilidad como la belleza de los seres humanos. Creo que solo Yamasaki podría escribir un personaje de tal talla humana”.
Son temas de gran peso que la autora abordó a una escala monumental; no ha habido autor desde entonces que haya superado la amplia perspectiva que de la que Yamasaki hizo gala.
Diez libros de la quinta década de la era Shōwa (1965-1975)
- La Gran Torre Blanca (1965) de Yamasaki Toyoko *
- Punto de congelación (1965) de Miura Ayako *
- Las dos rivales (1966) de Ariyoshi Sawako
- Silencio (1966) de Endō Shūsaku
- El Grito Silencioso (1967) de Ōe Kenzaburō
- Caza Zero (1968) de Yoshimura Akira *
- Las nubes sobre la colina (1969) de Shiba Ryōtarō
- Los japoneses y los judíos (1970) de Yamamoto Shichihei, alias Isaiah Ben-Dassan *
- El hombre en éxtasis (1972) de Ariyoshi Sawako *
- Una magnífica familia (1973) de Yamasaki Toyoko *
* Obras no publicadas aún en español.
Imagen del encabezado: De izquierda a derecha: Endō Shūsaku (© Kyōdo), Ariyoshi Sawako y Shiba Ryōtarō (© Jiji Press).
(Traducido al español del original en japonés.)








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