Desastres y desinformación: detectando noticias falsas para salvar vidas

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La difusión de noticias falsas se ha convertido en un problema grave durante catástrofes en Japón, ya que dificulta la labor de las autoridades a la hora de ayudar a las víctimas. Un antiguo reportero de la NHK reflexiona sobre cómo evitar que la desinformación se convierta en la historia principal.

Lecciones del terremoto de Noto

Casi antes de que se apagaran los estruendos del terremoto de la península de Noto el día de Año Nuevo de 2024, la desinformación comenzó a difundirse por las redes sociales. “Mi familia está atrapada bajo un edificio derrumbado y necesita ayuda desesperadamente”, decía un mensaje. La policía de la prefectura de Ishikawa fue alertada de la solicitud y envió un equipo de rescate al lugar, solo para descubrir que lo habían enviado en una búsqueda inútil.

El hombre que publicó la falsa petición de ayuda, un empleado de una empresa de la prefectura de Saitama, fue detenido posteriormente por la policía de Ishikawa por obstaculizar las labores de rescate. Admitió haber hecho la falsa petición, alegando que esperaba que tuviera una gran repercusión en internet.

Este es uno de los muchos incidentes que aborda el periodista Hori Jun en su libro recientemente publicado Saigai to dema (Desastres y desinformación), una obra que llama la atención sobre las consecuencias que tiene la desinformación durante las horas críticas inmediatamente posteriores a una catástrofe.

Hori, un antiguo locutor de la NHK que ha cubierto grandes catástrofes en todo Japón, describe cómo el aluvión de noticias falsas desatado tras el terremoto de Noto llamó la atención sobre los “zombis de la impresión” (inpure zombi), un término de la jerga japonesa de internet que se refiere a cuentas, especialmente en X, que hacen comentarios sin sentido sobre contextos populares o publican información errónea para aumentar su visibilidad con el objetivo de obtener ingresos publicitarios. Critica duramente a los usuarios que se aprovechan de las catástrofes, afirmando que “se necesitan varios millones de visitas para que el autor de una publicación gane la mísera recompensa de 10.000 yenes. Poner en peligro la vida de otras personas de esa manera es más que reprochable”.

“Un león anda suelto”

Hori utiliza la serie de terremotos que sacudieron Kumamoto y Ōita en 2016 como ejemplo de la velocidad a la que se difunde la desinformación en las redes sociales tras una catástrofe. Aproximadamente media hora después del temblor de magnitud 6,5 inicial se compartió en Twitter una foto de un león en una esquina con un pie de foto que afirmaba que el animal se había escapado del zoológico y jardín botánico de la ciudad de Kumamoto y estaba suelto por la ciudad. La afirmación avivó el pánico que ya se había apoderado de los residentes y, en una hora, la publicación se había compartido más de 20.000 veces.

La gente, preocupada por la presencia de animales peligrosos en las calles, llamó en masa al zoológico, mientras que otros expresaban su miedo en internet. Uno de los usuarios afirmó que estaba demasiado aterrorizado para evacuar su casa. Para empeorar las cosas, el terremoto había dejado fuera de servicio la página web del zoológico, lo que dificultó su capacidad para desmentir la afirmación y calmar la preocupación de la población. La historia no se calmó hasta dos días después, cuando un periódico local publicó un artículo desmintiendo la publicación.

Tres meses después, la policía de la prefectura de Kumamoto detuvo a un hombre de 20 años de Kanagawa por publicar aquel tuit falso, lo que supuso la primera vez en Japón que se arrestaba a una persona por difundir información falsa en las redes sociales. El sospechoso admitió haber hecho la publicación en broma, pero finalmente se retiraron los cargos después de que él y sus padres se disculparan en persona ante el zoológico.

En otro caso, Hori describe la entrevista a un hombre que publicó una imagen generada por IA de unas casas supuestamente inundadas por un tifón que azotó Shizuoka en 2022. El individuo no tenía conocimientos especializados sobre inundaciones, pero fue capaz de generar una imagen convincente utilizando IA en aproximadamente un minuto, lo que ilustra el poder de estas herramientas para difundir desinformación.

Formas de información falsa

Hori destaca cómo la mayor concienciación pública, junto con la creación de organizaciones de verificación de datos, han desempeñado un papel fundamental para frenar el flujo de noticias falsas. Señala la labor del Japan Fact-Check Center, que tras el terremoto de Noto estableció cinco categorías para ayudar a las autoridades y a los residentes a identificar mejor la información errónea.

El primer tipo son las publicaciones que utilizan fotografías o imágenes de desastres anteriores para distorsionar la situación real in situ. El segundo son las falsas llamadas de auxilio, seguidas de campañas falsas de donaciones, informes sin fundamento sobre delitos y teorías conspirativas (como afirmaciones sin base científica sobre terremotos provocados por el hombre o fugas masivas de radiación).

Hori afirma que el estado mental inestable de las personas durante las catástrofes las hace más susceptibles a los rumores falsos, y destaca que el poder aterrador de la información errónea reside en su capacidad para sembrar la sospecha y la desconfianza al distorsionar la verdad. En casos extremos, esto puede dar lugar a la persecución y la violencia contra personas inocentes, como ocurrió en Japón cuando el pánico provocó la masacre de coreanos tras el gran terremoto de Kantō de 1923.

Impacto de amplio alcance

Hori advierte de que tales atrocidades no son cosa del pasado, sino que la mezcla tóxica de miedo y rumores que surge en tiempos de crisis sigue siendo una amenaza latente, especialmente cuando se amplifica a través del megáfono de las redes sociales actuales. Ciertos agentes malintencionados son capaces de aprovechar la agitación social para difundir desinformación en las plataformas, influyendo en la percepción y el comportamiento del público y socavando el orden social.

Los propios usuarios de las redes sociales desempeñan un papel fundamental en este proceso al compartir o reaccionar a las noticias falsas. Al mismo tiempo, también se ven afectados por la desinformación, lo que los convierte en cómplices y víctimas. Hori afirma que la propagación de la desinformación constituye un desastre secundario al amplificar los efectos del evento inicial, y subraya que “como individuos, debemos ser muy conscientes de que no somos solo consumidores de información, sino que también somos quienes la difunden”.

Tras la publicación de la obra, Japón se vio inundado de rumores sobre un megaterremoto inminente basado en un manga de 1999. Aunque las autoridades japonesas aseguraron a la población que no había pruebas científicas de tal desastre, la profecía se difundió en las redes sociales e incluso disuadió a personas de Hong Kong de visitar Japón. La supuesta fecha del megaterremoto, el 5 de julio, pasó sin incidentes.

En una sociedad bombardeada por las redes sociales, el libro de Hori nos recuerda que, ahora más que nunca, el público, en su doble condición de consumidor y transmisor de información, debe evitar la difusión de rumores y noticias falsas para limitar su impacto en el mundo que todos compartimos.

Saigai to dema (Desastres y desinformación)

Autor: Hori Jun
Publicado por Editorial Shūeisha en 2025
ISBN: 978-4-7976-8154-3

(Imagen del encabezado: © Pixta.)

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