El Japón actual que surge de las ruinas: paseos por los rincones de la historia japonesa
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Sin prestar atención a los famosos lugares tradicionales abarrotados de turistas, hay quienes buscan los rincones menos conocidos, ocultos en las sombras de la historia. Yagisawa Takaaki, fotógrafo y autor de no ficción, nos habla desde su peculiar trayectoria sobre los viajes en los que ha descubierto las huellas de una historia desconocida.
¿Alguna vez ha oído hablar el lector del término inshūmura (“pueblo de antiguas costumbres”)? Se refiere a asentamientos en los que persisten tradiciones y folclore antiguos; son muy populares los mangas y juegos de suspense centrados en este tema, sobre todo entre las generaciones más jóvenes. Ejemplos recientes son Henna ie (“La casa extraña”), un artículo de una página web adaptado a una película, y la película de animación Kitarō tanjō – Ge Ge Ge no nazo (“El origen de Kitarō: el misterio del Ge Ge Ge”). A las generaciones mayores puede resultarles más familiar mencionarles el “pueblo de las ocho tumbas”, de Yokomizo Seishi.
El escritor de no ficción Yagisawa Takaaki ha viajado por tierras que parecen haber inspirado tales relatos. Sin embargo, su motivación no tiene nada que ver con esa moda actual. Siempre le han fascinado los acontecimientos y personajes que nunca llegaron a ocupar un lugar destacado en la historia, y cada vez que se le presentaba la oportunidad, se lanzaba a viajar. Antes de darse cuenta, sus viajes lo habían llevado desde Hokkaidō hasta Kyūshū.
Una entrevista exclusiva con un “especialista en oración” de 97 años
El capítulo inicial de su último libro, Wasurerareta Nihonshi no genba wo aruku (Ed. Tatsumi, 2024) narra un viaje en el que se exploran los vestigios de la fe chamánica Izanagi-ryū, que se cree existió en la aldea de Monobe (hoy día un barrio de la ciudad de Kami), en la prefectura de Kōchi. Kami es conocida por ser el lugar de nacimiento del dibujante de manga Yanase Takashi, pero Monobe es un remoto pueblo de montaña donde los bosques cubren el 90 % del territorio y aún perduran las leyendas de los fugitivos del clan Heike.

Asentamiento Nakao, en Monobe (ciudad de Kami, prefectura de Kōchi), visitado alrededor de 2009. Tres casas se alzaban en la ladera de la montaña. © Takaaki Yagisawa 2024
Yagisawa supo que ciertas personas denominadas tayū residían en ese lugar, que decidió visitar alrededor de 2009. Los tayū eran practicantes de rituales de oración para los enfermos y ceremonias del pueblo, esencialmente “especialistas en oración”. Se dice que entre los lugareños había arraigado una mezcla única de creencias budistas y sintoístas, y de onmyōdō.
Según el propio autor, su reportaje consistía básicamente en ir improvisando. Hablaba con residentes locales de toda la vida y buscaba pistas. También en Monobe, tras visitar varios lugares, surgió el nombre de un tayū real, y a Yagisawa le llevó varios días localizar su paradero. El tayū superviviente al que logró entrevistar en persona tenía 97 años en ese momento. Así, el reportaje del fotógrafo sirve también como un valioso registro de personas y lugares que ya no existen o que están desapareciendo.

Un tayū de 97 años que vivía en lo profundo de las montañas de la ciudad de Kami, en la prefectura de Kōchi, allá por 2009. Enseñó a Yagisawa cómo realizar las oraciones. © Takaaki Yagisawa 2024
Las ruinas de un asentamiento cristiano oculto
“Solía decir que esto es un poco como dar palos en la oscuridad, pero la verdad es que apenas hay nada en la literatura al respecto. Aun así, me encuentro con cosas tan interesantes… Creo que soy muy afortunado (risas)”.
Yagisawa descubrió un cementerio para cristianos ocultos en lo alto de una colina en la isla de Nakadōri, en las islas Gotō, en la prefectura de Nagasaki.

Un cementerio apartado para cristianos ocultos en lo profundo del bosque, en lo alto de las colinas de la isla de Nakadōri. © Takaaki Yagisawa 2024
“Nadie sabe que hay un cementerio así, en lo profundo del bosque, y normalmente ni siquiera te darías cuenta. Antes había un asentamiento cercano, donde los cristianos ocultos despejaron la ladera de la montaña para vivir. Ese lugar ahora se ha convertido en bosque”.
En la isla se encuentra la iglesia de Aosagaura, construida por creyentes que volvieron al catolicismo tras un largo periodo de clandestinidad. El asentamiento que hay tras ella se convirtió en un pueblo fantasma, invadido por la selva, con lo que el cementerio, ahora en ruinas, quedó aislado en la colina.
La atención de Yagisawa se centró en un cartel metálico clavado en el pilar de una parada de autobús cerca de la iglesia, el cual rezaba: “Prohibido elaborar vino a partir de uvas. Oficina de Impuestos”. Aunque la aplicación de la Ley del Impuesto sobre el Alcohol y la represión del alcohol ilegal se fueron generalizando por todo el país a partir de la era Meiji, la mención específica de las uvas en lugar del arroz como materia prima para la elaboración de alcohol es un vestigio de la cultura y el estilo de vida cristianos, transmitidos de generación en generación en esta zona.

El cartel de “Prohibido elaborar vino con uvas”. © Takaaki Yagisawa 2024
“Varios años después de hacer esa fotografía se reconstruyó la parada de autobús, por lo que esta señal ya no existe. Es bastante habitual encontrar que algo ha desaparecido, cuando vuelves a visitar un lugar”.
La tumba de alguien que luchó contra Sakanoue no Tamuramaro
En más de una ocasión, a pesar de estar visitando algún tipo de “lugar de interés”, según los registros, tan solo encontraba un monumento solitario.
Un ejemplo de ello es la tumba de Hitokabemaru. Se encuentra en las montañas de la ciudad de Ōshū, en la prefectura de Iwate. Se dice que Hitokabemaru luchó contra el ejército imperial liderado por el shōgun Sakanoue no Tamuramaro (758-811), durante el periodo Heian (794-1185), batalla durante la cual sufrió una derrota.
“Mientras investigaba los lugares cristianos ocultos en Tōhoku me acordé este lugar, y decidí buscarlo. Está en Ōmoriyama, donde se encuentra la aldea de los fugitivos Heike, en su base, un lugar verdaderamente remoto en la montaña. Incluso después de conducir durante una hora por una estrecha carretera de grava, aún no había llegado. Seguían apareciendo señales de advertencia de osos, y pensé en volver por donde había venido, pero aquello era un callejón sin salida, y no podía dar la vuelta (risas)”.
Tras encontrar la señal de la tumba tuvo que caminar unos cien metros más. Había una estaca con la inscripción “Tumba de Hitokabemaru” y, junto a ella, una lápida cubierta de musgo sin grabado alguno. No se sabe con certeza si se trata o no de la tumba del famoso personaje que luchó contra Sakanoue no Tamuramaro, tal y como se describe en los libros de texto japoneses de historia.

La tumba de Hitokabemaru en las montañas de la ciudad de Ōshū, prefectura de Iwate. © Takaaki Yagisawa 2024
“El hecho de que haya esa tumba ahí, en lo profundo de esas montañas, te hace pensar que realmente sucedió; no hay nada más alrededor”.
Está claro que hay que hollar el terreno para poder apreciar la experiencia. Si esa lápida no hubiera existido tampoco habría sido posible para Yagisawa disfrutar de la experiencia. Para acercarnos a las verdades ocultas de la historia debemos confiar en tradiciones orales como esa.
La montaña de las ancianas abandonadas que aparece en Tōno monogatari
Este año se cumple el 150 aniversario del nacimiento del folclorista Yanagita Kunio (1875-1962). Su reputación como “padre del folclore japonés” se debe en gran parte a su colección de cuentos populares, Tōno monogatari (Cuentos de Tōno, 1910), donde transcribió y recopiló las tradiciones orales de la región de Tōno, en la prefectura de Iwate.
Yagisawa visitó el lugar donde se ambienta la leyenda de las ancianas abandonadas que aparece en Tōno monogatari. En la obra ese sitio se denomina Rendai-no, aunque localmente se conoce como Dendera-no. Se dice que, en tiempos pasados, las mujeres que habían superado los sesenta años eran expulsadas de sus hogares y dormían en los campos y las montañas. Durante el día bajaban al pueblo para ayudar en las labores agrícolas y al atardecer regresaban a las montañas.

Dendera-no, en Tsuchibuchi, en la ruta turística de Tōno. © Takaaki Yagisawa 2024
Esos Dendera-no, ese tipo de campos de refugio que en su día se extendían por todo Tōno, ahora solo se conocen en ese único lugar. Aparte de un panel informativo en la zona montañosa del asentamiento de Tsuchibuchi Yamaguchi, que se ha convertido en ruta turística, solo hay una réplica que recrea las cabañas con techo de paja de la época.
Mientras realizaba entrevistas locales, Yagisawa se encontró con un anciano. Este le habló de un lugar que, según le había contado una anciana del barrio cuando él era niño, era Dendera-no. En el rincón que le mostró, había varias rocas planas que, según se decía, las ancianas utilizaban como camas improvisadas.
“Aparte del relato de este anciano no había forma de verificar nada (risas). Tampoco aparece en la historia municipal de Tōno. No hay duda de que existía un Dendera-no en cada asentamiento, y parece que se conservaron varias tradiciones orales, pero ahora simplemente no hay forma de saberlo con certeza”.

En la zona que se cree que es Dendera-no existe una roca adecuada para hacer de cama… © Takaaki Yagisawa 2024
Desde el Himalaya, de los barrios rojos a las zonas de conflicto
Desde sus días de estudiante, a Yagisawa le encantaba viajar, y le inspiraron el fotógrafo Fujiwara Shin’ya y el reportero Sawaki Kotarō, lo que lo llevó a querer convertirse en fotoperiodista. Su primera cámara réflex también la compró en Nepal, el destino de su primer viaje al extranjero.
“Bueno, hablo del Himalaya pero solo subí hasta unos 5.000 metros y volví a bajar, eso sí (risas). Pagas unos 200 yenes, coges un autobús desde Katmandú hasta donde puedes llegar y luego caminas durante unas dos semanas para llegar a las faldas del Everest. Por el camino te alojas en pueblos, ves de primera mano cómo vive la gente y te sientes abrumado por unos valores tan diferentes”.
Durante su primer año en la universidad viajó durante unos tres meses en las vacaciones de primavera, superando con creces sus planes. Cuando regresó a casa, la Golden Week (las vacaciones de principios de mayo) ya había pasado. Incluso después de volver a la universidad sentía un extraño vacío, y terminó dejando los estudios tras un año. Después eligió un estilo de vida centrado en los viajes.
Su etapa como asalariado duró solo cinco años, desde que tenía 27. En 1999, una conexión fortuita lo llevó a unirse al equipo editorial de la revista fotográfica semanal Friday. Perfeccionó sus habilidades en fotografía por medio de reportajes sobre el terreno mientras viajaba por todo el país. Se interesó en especial por los reportajes sobre los barrios rojos. Durante sus vacaciones visitó Nepal, siguiendo la pista a las guerrillas de extrema izquierda que estaban empezando a alzarse en varias regiones.

Yagisawa Takaaki, autor de no ficción. (Imagen de nippon.com)
Al año siguiente del comienzo de la guerra de Irak, en 2004, dejó la revista Friday y partió hacia Bagdad. Desde entonces, ha viajado como freelance, siguiendo sus propios intereses allá donde lo llevan, capturando el mundo a través de su cámara y su pluma.
“Supongo que buscaba estímulos más allá de la vida cotidiana. Al ver paisajes que nunca antes había visto, sentía curiosidad por saber cómo vivía la gente allí. Quería aventurarme por lugares a los que poca gente va, captando perspectivas diferentes a las que se ven en los reportajes de los medios de comunicación”.
Yagisawa ha viajado mucho por el extranjero, especialmente por regiones remotas, sumergiéndose entre la población local para realizar entrevistas, y afirma que, a medida que ha ido envejeciendo, se ha ido haciendo cada vez más consciente de que es japonés, al fin y al cabo.
“Entonces pensé en qué sabía realmente sobre Japón, y me di cuenta de que no sabía prácticamente nada. Quería volver a mirar con nuevos ojos esta tierra llamada Japón, utilizando la perspectiva que había adquirido gracias a mis experiencias viajando por el mundo”.
¿No es la realidad una ilusión?

Wasurerareta Nihonshi no genba wo aruku (Paseando por lugares olvidados de la historia japonesa; Ed. Tatsumi)
Así, en 2019 se inició el proyecto del libro Wasurerareta Nihonshi no genba wo aruku (Paseando por lugares olvidados de la historia japonesa). Sin embargo, pronto se vio interrumpido por la pandemia de la COVID-19. Posteriormente reanudó sus investigaciones adicionales, y por fin logró publicarlo en 2024.
Uno de los lugares adicionales que visitó fue el distrito de Tsushima, en la ciudad de Namie, prefectura de Fukushima, al que volvía por primera vez en más de una década, desde el accidente nuclear de la central Fukushima Dai-ichi.
“Cuando lo visité un mes después del accidente nuclear, era un desierto inquietante, pero el paisaje del satoyama (la frontera entre las colinas boscosas y la tierra cultivable) se mantenía en perfecto estado. Poco más de una década después, sin embargo, había cambiado por completo: estaba cubierto de maleza, y desolado por completo. No quedaba rastro alguno de presencia humana; el pueblo había desaparecido”.
El libro también presenta varias aldeas desaparecidas que se perdieron a causa de hambrunas o pandemias. Yagisawa, testigo de la vida y la muerte en diversos entornos, incluidas varias zonas de conflicto, contempla los rascacielos de Tokio y confiesa: “Quizá sea una mala costumbre laboral”.

Casas en el distrito Tsushima de la ciudad de Namie, designado zona de difícil retorno. © Takaaki Yagisawa 2024
“Me pregunto cuánto tiempo puede durar esto. El paisaje que veo ante mis ojos no parece real. Todos los esfuerzos humanos parecen una ilusión. Este lugar quedó reducido a un erial tras aquellos grandes bombardeos aéreos, ¿verdad? Solo han pasado ochenta años. Es algo muy precario; no hacemos más que caminar sobre una delgada línea”.
Aunque posee una sensibilidad tan única que hace que la realidad parezca ilusoria, Yagisawa asegura tener poco interés en “aquello que no se puede ver”.
“No me interesan los fantasmas ni el ocultismo. Me atraen más bien los rastros en los que se puede sentir la presencia de alguien. Como una vieja botella de cerveza abandonada en un pueblo desierto. Alguien estuvo allí, haciendo algo. Eso es lo que me interesa”.
La mirada que rastrea tales “huellas” mientras contempla el pasado inevitablemente superpone el presente sobre ese pasado.
“Las epidemias, los desastres naturales, la naturaleza humana… Creo que estas cosas no cambian. No sería sorprendente que los acontecimientos del pasado volvieran a repetirse. No creo que estén desconectados del presente”.
Las karayuki-san (mujeres japonesas que viajaban al Sudeste Asiático y otros lugares para prostituirse desde finales del periodo Edo hasta principios de la era Shōwa) que aparecen en el mismo libro también guardan relación con el fenómeno contemporáneo del aumento de la “prostitución migrante” hacia el extranjero, impulsada por la pobreza.
Yagisawa, que se enfrenta una vez tras otra a acontecimientos que le hacen sentir lo irracional de este mundo, dice que el esfuerzo humano resulta aterrador. En sus obras anteriores ha dedicado una reflexión especial a una prostituta de Koganechō, Yokohama, que murió de sida (Koganechō Maria – Yokohama Koganechō rojō shōfutachi (“Koganechō Maria: las prostitutas del barrio rojo de Yokohama”), y a una guerrillera de 18 años que perdió la vida en combate con el ejército del Gobierno nepalí (Mao Kids – Mōtakutō no kodomotachi wo meguru tabi (“Mao kids: el viaje de los chicos de Mao Zedong”).
“Sentí la necesidad de dejar constancia de la existencia de esas personas. Quería sacar a la luz historias borradas de la historia moderna. A través de mi propia perspectiva de la historia, pretendo escribir una serie biográfica sobre estas personas anónimas y desconocidas”.
Texto: Matsumoto Takuya (nippon.com)
(Artículo traducido al español del original en japonés. Imagen del encabezado: la isla Nakadōri, en el archipiélago de Gotō, prefectura de Nagasaki. Emergiendo del bosque, un cementerio cristiano oculto aparece en lo alto de la colina – fotografía de Yagisawa Takaaki © Takaaki Yagisawa 2024.)




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