Heroicos supervivientes de la vida natural en el norte

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A sus 87 años, el fotógrafo Mizukoshi Takeshi, famoso en todo el mundo por sus trabajos sobre la naturaleza de montaña, sigue buscando el momento mágico adentrándose en los parajes más recónditos de Hokkaidō, donde abundan las especies animales llegadas desde Siberia durante la última glaciación. Veamos algunas bellas instantáneas de osos, búhos y otras indómitas formas de vida que subsisten en la gran isla septentrional.

El estrecho de Tsugaru separa Hokkaidō, la gran isla del norte japonés, de la de Honshū, principal del archipiélago. A uno y otro lado de este brazo de mar, el aspecto que presenta la naturaleza es muy diferente. Durante la última glaciación, ocurrida hace unos 20.000 años, el nivel del mar era 100 metros más bajo y las islas de Hokkaido y Sajalín, separadas en nuestra era por el estrecho de Sōya, estaban entonces unidas, permitiendo el paso de muchas especies animales del continente euroasiático. Sin embargo, el estrecho de Tsugaru es otra cosa: está recorrido por fuertes corrientes marinas y en algunos puntos sus aguas superan los 400 metros de profundidad. Por eso, hay muchas especies endémicas que, dentro de Japón, pueden encontrarse solo en Hokkaidō. El estrecho de Tsugaru marca, pues, una frontera natural de separación que afecta tanto a la flora como a la fauna y que, en honor del explorador y naturalista británico Thomas Wright Blakiston, ha sido bautizada Línea de Blakiston.

El oso pardo de Hokkaidō, un animal muy carnívoro

En Japón, tenemos osos negros asiáticos de collar (Ursus thibetanus japonicus) al sur de la Línea de Blakiston, y osos pardos (Ursus arctos yesoensis) al norte. El oso pardo es omnívoro y los vegetales representan el 90 % de su alimentación, pero come también los salmones y truchas que remontan los ríos de la isla, así como insectos. Últimamente caza también ciervos de la variedad ezoshika (Cervus nippon yesoensis), cuyo número ha aumentado mucho en estos años. Las grasas que le reportan estas presas lo preparan para afrontar la hibernación. La hembra pare una o dos crías durante el periodo de hibernación, que salen de la madriguera con el deshielo de abril. Los oseznos se quedan en compañía de la madre durante su primer año de vida y comparten con ella la madriguera durante el siguiente periodo de hibernación, tras el cual inician su vida independiente.

Los jugueteos de los osos jóvenes derivan a veces en luchas.

Los jugueteos de los osos jóvenes derivan a veces en luchas.

Una osa acompañada de dos crías captura salmones y truchas en un río.

Una osa acompañada de dos crías captura salmones y truchas en un río.

Aunque, como decimos, en Japón el oso pardo se encuentra solo en Hokkaidō, en la isla de Honshū se han encontrado fósiles de esta especie. Masuda Ryūichi, profesor de la Universidad de Hokkaidō especializado en biogeografía, ha revelado mediante el análisis de su ADN que los osos de Hokkaidō pueden dividirse en tres grandes grupos geográficos o sectores: Sur, Este y Centro-Norte. De ellos, los del sector Sur son los más cercanos genéticamente a los fósiles de Honshū. Según Masuda, si bien no puede decirse a ciencia cierta, es muy posible que esta estirpe penetrase en Honshū procedente de la península de Corea en épocas muy lejanas, cuando el actual estrecho de Tsushima no estaba todavía inundado, y que de allí pasase a Hokkaidō cruzando da Línea de Blakiston.

Aunque yo nunca he visto ningún ejemplar de oso pardo del sector Sur, según los informes que he recibido, se diferencian ligeramente del resto de los osos de Hokkaidō tanto por su tamaño como por su carácter. Resultan fascinantes los progresos que se están realizando en nuestro conocimiento de las migraciones continentales de estos animales en épocas remotas gracias al estudio del ADN.

Un oso pardo en pleno sueño.

Un oso pardo en pleno sueño.

Seres que dan color a la gran isla del norte

En Hokkaidō hay una gran variedad de búhos y cárabos. Además del ezofukurō (Strix uralensis japónica, cárabo), y las distintas variedades de mimizuku (búhos cornudos) y konohazuku (Otus suria, autillos orientales), todas ellas relativamente fáciles de ver, tenemos también los mucho más esquivos shirofukurō (Bubo scandiacus, búho nival) y washimimizuku (Bubo bubo, búho real).

Un cárabo durante el invierno.

Un cárabo durante el invierno.

El shimafukurō (Bubo blakistoni, búho de Blakiston), especie endémica de Hokkaidō y declarada por el Estado “monumento natural” (tesoro natural), llega a tener dos metros de envergadura. Es, por supuesto, el mayor entre los búhos japoneses. No nos sorprende saber que los ainu, indígenas de Hokkaidō, lo veneran como kotan-kor-kamuy (dios protector de la aldea).

En cierta ocasión, junto a un arroyo de montaña de Shiretoko (nordeste de Hokkaidō), pude contemplar una pareja de búhos de Blakiston. Recuerdo con nostalgia cómo aquella noche caí plácidamente dormido al arrullo de su ulular.

Un búho de Blakiston dormitando durante las horas de sol un día de primavera.

Un búho de Blakiston dormitando durante las horas de sol un día de primavera.

Los búhos de todas las especies se acercan a sus presas con un aleteo muy silencioso y los grandes búhos reales no son la excepción.

Los búhos de todas las especies se acercan a sus presas con un aleteo muy silencioso y los grandes búhos reales no son la excepción.

Un búho de Blakiston atrapa una presa hundiendo sus garras en las aguas de un río.

Un búho de Blakiston atrapa una presa hundiendo sus garras en las aguas de un río.

La grulla de coronilla roja (Grus japonensis), tanchō en japonés, se ha convertido en un símbolo de Hokkaidō. Hay registros de que durante el periodo Edo (1603-1868) algunos ejemplares llegaron volando a la isla de Honshū. A principios del siglo XX se daba esta especie por extinta, pero en 1924 una bandada de una docena de ejemplares fue avistada en un rincón de los humedales de Kushiro (este de Hokkaidō). Desde entonces se han hecho esfuerzos que se han revelado muy eficaces para proteger a estas grandes aves y, cien años después de su redescubrimiento, su número se ha elevado hasta los 1.927 ejemplares (22 de enero de 2025), siendo posible verlas tanto en el este como en otras zonas de Hokkaidō.

Una grulla de coronilla roja surcando los cielos. 

Una grulla de coronilla roja surcando los cielos.

Una familia de grullas emprende el vuelo en medio de una nevada.

Una familia de grullas emprende el vuelo en medio de una nevada.

La llamativa danza de cortejo de las grullas de coronilla roja, que comienzan su apareamiento hacia el mes de febrero.

La llamativa danza de cortejo de las grullas de coronilla roja, que comienzan su apareamiento hacia el mes de febrero.

La palabra yuk, que en lengua ainu designa al ciervo llamado ezoshika en japonés, significa en realidad “presa” o “carne”, lo que da una idea de la importancia que tenía en la dieta de este pueblo. Las grandes nevadas ocurridas en la era Meiji (1868-1912) lo llevaron al borde de la extinción, pero actualmente su población ha experimentado un crecimiento explosivo gracias a la expansión de los pastizales donde pueden alimentarse a placer, y están causando todo tipo de problemas a los humanos.

Ciervos ezoshika una noche de luna llena.

Ciervos ezoshika una noche de luna llena.

Ciervos ezoshika recorren la helada superficie del lago Fūren.

Ciervos ezoshika recorren la helada superficie del lago Fūren.

Ciervos ezoshika buscan raíces en los campos nevados.

Ciervos ezoshika buscan raíces en los campos nevados.

Cisnes en el lago Kussharo durante la estación invernal.

Cisnes en el lago Kussharo durante la estación invernal.

Cisnes una mañana de invierno.

Cisnes una mañana de invierno.

El nakiusagi, una especie de conejo de roca de la familia Ochotonidae, vive en los roquedos de las zonas altas de lugares como el macizo volcánico de Taisetsuzan o la cordillera de Hidaka.

El nakiusagi, una especie de conejo de roca de la familia Ochotonidae, vive en los roquedos de las zonas altas de lugares como el macizo volcánico de Taisetsuzan o la cordillera de Hidaka.

En otros tiempos, el lobo correteaba también por los bosques y pantanos de Hokkaidō. Su extinción llegó durante la era Meiji y fue debida a la presencia y actividades humanas. Hechos tan trágicos como este convencen aún más del enorme valor que tienen para nosotros estas especies que han logrado sobrevivir hasta nuestros tiempos sin perder esa belleza que acompaña siempre a la vida silvestre.

Ainu Moshiri – Ōkami ga mita Hokkaidō (Ainu Moshiri – El Hokkaido visto por los lobos, Hokkaidō Shinbunsha, edición bilingüe en inglés, tamaño B4, 204 p., 6.050 yenes) es una obra de Mizukoshi Takeshi que reúne 180 fotografías que datan de 1972 a 2022. En el título del libro, el autor intenta insuflar el pensamiento de que el Hokkaidō de hace 100 años, cuando los lobos de Ezo dominaban la región, debía albergar la naturaleza más hermosa del mundo. Fue supervisado y cuenta con comentarios académicos de Ono Yūgo, especialista en Geografía Física y profesor emérito de la Universidad de Hokkaidō. En esta serie de nippon.com, gracias al apoyo del periódico de Hokkaidō, se presentan algunas de las fotografías que aparecen en esta obra.

Fotografías y texto: Mizukoshi Takeshi

Fotografía del encabezado: Un oso pardo atrapa una trucha de Karafuto. El oso pardo, que puebla amplias áreas de las zonas frías de Eurasia y Norteamérica, en Japón solo vive en la isla de Hokkaidō.

(Traducido al español del original en japonés.)

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