Kitagawa Utamaro, el gran maestro del retrato femenino en el ‘ukiyo-e’
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Utamaro alcanzó la fama gracias a unos innovadores grabados de mujeres que conquistaron los corazones de los habitantes de Edo. Más tarde, con las xilografías nishiki-e ya pasadas de moda y de camino al olvido, los retratos femeninos de Utamaro fueron descubiertos por el inglés Frank Brinkley, llegando a circular por el mundo como obras de arte de primera.
Los primeros pasos: retratando a actores
En la historia de los grabados ukiyo-e, Kitagawa Utamaro (¿?-1806) es sin duda la figura más destacada del llamado bijin-ga, el subgénero de retratos de mujeres hermosas. Sin embargo, como muchos artistas del medio, Utamaro no alcanzó la fama de la noche a la mañana. Por lo que parece, en sus comienzos dibujó numerosos retratos de actores en pequeño formato o hosoban, con 33 cm de alto por 15 cm de ancho. En la producción de los ukiyo-e no se priorizaban los deseos del artista: era el editor, en su papel de productor, quien elegía un tema que pudiera ser exitoso. Bajo sus instrucciones, el dibujante, el tallador y el impresor se dividían las labores para crear unas xilografías polícromas llamadas nishiki-e, que finalmente se vendían en gran cantidad con pequeños márgenes de beneficio.
Dado que solo se vendían durante el mes que duraba la representación de una obra, las estampas de actores se producían principalmente en el mencionado formato hosoban; de bajo coste, su pequeño tamaño aligeraba los gastos en material y mano de obra. Eran por lo tanto productos de bajo riesgo —ideales para artistas novatos—, y Utamaro, al igual que otros, entró al mundo del ukiyo-e a través de estas pequeñas ilustraciones de actores.
Ichikawa Yaozō en el papel de Gorō Tokimune. Grabado nishiki-e en formato hosoban, circa 1776-77. Creado cuando trabajaba con el sobrenombre ‘Kitagawa Toyoaki’. Editor desconocido. (Colección de los Museos de Arte de Harvard)
El encuentro con Tsutaya Jūzaburō
Utamaro tuvo la suerte de ser descubierto por el editor Tsutaya Jūzaburō (1750-1797), conocido también por el seudónimo Tsutajū. Nacido y criado en el famoso barrio rojo de Yoshiwara, Tsutaya era un editor excepcional que abordaba la publicación con un ojo especialmente fino para el arte, adquirido gracias al sentido de la estética que había desarrollado en su barrio natal.
Su primer trabajo con Utamaro fueron las ilustraciones para Minari daitsūjin ryakuengi (“Breve relato de un galán devoto”), un kibyōshi o libro ilustrado publicado en 1781. Los kibyōshi eran un tipo de material de lectura popular repleto de ilustraciones, y este fue el primer gran proyecto de Utamaro.
Minari daitsūjin ryakuengi, escrito por Shimizu Enjū e ilustrado por Kitagawa Utamaro, 1781. Publicado por Tsutaya Jūzaburō. (Colección de la Biblioteca Central Metropolitana de Tokio)
Tsutaya vio en este trabajo el talento de Utamaro, y le encargó en julio de 1783 una serie de grabados nishiki-e de gran tamaño —38 cm de alto y 28 cm de ancho— centrados en las festividades del distrito de Yoshiwara. Titulado Seirō Niwaka onna geisha no bu (Las geishas de Yoshiwara en el festival Niwaka), tenían como temática el festival de los faroles de dicho barrio, así como el Niwaka, otro festival que se celebraba un mes más tarde.
Esta festividad de Yoshiwara comenzaba el uno de agosto y duraba treinta días sin lluvia. En ella solían desfilar las geishas del barrio ofreciendo elaborados espectáculos. Antes de Utamaro, las ilustraciones del festival las producía el famoso editor Nishimuraya Yohachi, y traían información escrita al lado de los dibujos; la lista de las actuaciones y el nombre de las geishas, entre otros. Cumplían por lo tanto la función de una especie de programa de fiestas.
Lo que distingue las ilustraciones de Utamaro de las de Nishimuraya es que en vez de mostrar a las geishas actuando, las retrata tras bambalinas. Por ejemplo, en Oito, de la casa Tamaya, vestida para la danza del león, de la mencionada serie Las geishas de Yoshiwara en el festival de Niwaka, vemos a una joven sirvienta observando con interés el suntuoso atuendo de una geisha que descansa en una casa de té. Es raro ver una representación tan natural en un retrato femenino de ukiyo-e, que solía ser un género bastante rígido en sus convenciones. También es llamativa la precisión del tallado y la impresión que completan esta obra monumental, en la que Tsutaya sacó a relucir lo mejor de Utamaro cuando este era todavía un novato del nishiki-e. En septiembre de ese mismo año, Tsutaya trasladaría su editorial al barrio de Nihonbashi, corazón de la producción de xilografías. A partir de entonces, su colaboración con Utamaro se fortalecería aún más.
Oito, de la casa Tamaya, vestida para la danza del león de la serie Las geishas de Yoshiwara en el festival de Niwaka. Grabado nishiki-e de gran formato, circa agosto de 1783. Publicado por Tsutaya Jūzaburō; colección del Museo Nacional de Tokio. (Fotografía de ColBase)
Un artista polifacético
Tsutaya tenía vínculos con poetas de kyōka (poesía de contenido cómico), lo que impulsó a Utamaro a explorar nuevos terrenos artísticos. En 1788, y comenzando con Libro ilustrado de insectos seleccionados, publicó siete hermosos libros de kyōka impresos en colores. Elaborados con la mejor de las técnicas de tallado e impresión de la época, en estos libros queda patente que el talento de Utamaro iba más allá de los retratos femeninos.
Libro ilustrado de insectos seleccionados, con kyōka escogidos por Ishikawa Masamochi (alias “Yadoya no Meshimori”) e ilustraciones de Kitagawa Utamaro. Publicado en 1788 por Tsutaya Jūzaburō. (Colección del Museo Metropolitano de Arte)
Innovando el retrato femenino
En 1791, durante las Reformas Kansei (llamadas así por la era homónima que acababa de comenzar en 1789), la industria editorial se vio sometida a un duro escrutinio. Mientras que el autor Santō Kyōden (1761-1816) fue encadenado durante 50 días a causa de tres de sus libros satíricos por ser considerados inapropiados, a Tsutaya se le confiscó la mitad de su fortuna. Como medida para recuperarse, allá por 1792 o 1793, Tsutaya volvió a contratar a Utamaro para publicar un nuevo tipo de retrato bijin-ga. Se trataba del formato ōkubi-e, en el que se representaba el rostro en un gran primer plano. Este era un estilo del que existían precedentes en forma de retratos de actores, pero que ocurría por primera vez en el mundo del retrato de bellezas femeninas.
Utamaro puso a mujeres ficticias como protagonistas en estos retratos de primer plano. Una leve inclinación del cuerpo o un pequeño gesto transmiten al espectador los sentimientos de la mujer retratada, con una finura que solo le es posible a Utamaro. Obras como La mujer voluble de sus Diez tipos fisiognómicos femeninos y Poemas amorosos selectos: amor incipiente son hoy reconocidas como ejemplos máximos del talento de Utamaro.
Diez tipos fisiognómicos femeninos: la mujer voluble. Nishiki-e de gran formato, circa 1792-93. Publicado por Tsutaya Jūzaburō. (Colección de la Biblioteca Pública de Nueva York)
Poemas amorosos selectos: amor incipiente. Grabado nishiki-e de gran formato, circa 1793-94. Publicado por Tsutaya Jūzaburō. (Colección del Instituto de Arte de Chicago)
Por esa misma época, Utamaro produjo también una serie de obras donde retrata a mujeres reales famosas por su belleza, las conocidas como “las tres bellezas de la era Kansei”. Utamaro las dibujó en diversos escenarios imaginados, y las obras ganaron tal popularidad que el nombre de Utamaro quedó grabado incluso entre el público general.
Tres bellezas de nuestra era: Nanbaya Okita, Takashima Ohisa, y Tomimoto Toyohina. (Versión con los nombres de las mujeres borrados). Grabado nishiki-e de gran formato, circa 1792-93. Publicado por Tsutaya Jūzaburō. (Colección de la Biblioteca Pública de Nueva York)
En el punto de mira de las reformas
Pero a medida que avanzaban las Reformas Kansei se comenzó a cuestionar la representación de mujeres no profesionales como sujeto artístico, hasta que en 1793 se acabó por prohibir la inclusión de sus nombres en las xilografías. Para Tsutaya, que tenía una tienda en la privilegiada zona de Nihonbashi y había sufrido ya un severo castigo, resistirse frontalmente a la autoridad significaría seguramente la quiebra. Sin otra opción, acató las nuevas normas y borró los nombres de las mujeres de las ilustraciones.
Por contraste, las cortesanas de Yoshiwara no fueron objeto de esta represión, al tratarse de un barrio rojo reconocido oficialmente por el shogunato. Así, Tsutajū alentó a Utamaro a ahondar en el día a día de las prostitutas. Este usó su gran capacidad de observación para crear la serie Un día entero en Yoshiwara, en la que se retrata la vida real de estas mujeres en escenas normalmente ocultas para sus clientes.
Un día entero en Yoshiwara. Las horas del caballo [11:00-13:00]. Grabado nishiki-e de gran formato, circa 1794. Publicado por Publicado por Tsutaya Jūzaburō. (Colección del Instituto de Arte de Chicago)
A partir de 1794, Tsutajū comenzó a centrarse en los retratos de actores utilizando al artista Tōshūsai Sharaku. Utamaro, por su parte, comenzó a distanciarse del editor. Es posible que Tsutajū pensara que los bijin-ga habían llegado a su límite a causa de las Reformas Kansei. Utamaro, convertido en artista estrella para entonces, comenzó por esta época a colaborar con diversas editoriales. En un intento de revelarse contra la prohibición, entre 1795 y 1796 publicó una serie de obras en la que usaba acertijos visuales para dar a entender los nombres de chicas retratadas; sin embargo, estas pronto fueron prohibidas.
Una selección de seis famosas bellezas: Takashima Hisa. Grabado nishiki-e de gran formato, circa 1795-96. Publicado por Ōmiya Gonkurō. En la esquina superior derecha se puede ver el acertijo que revela el nombre de la modelo: un halcón (taka), una isla (shima), fuego (hi), y la mitad superior de una garza (la mitad de sagi, es decir, sa), que dan como resultado Takashima Hisa. (Colección del Instituto de Arte de Chicago)
En 1800, los ōkubi-e, aquellos retratos en primer plano que se habían convertido prácticamente en sinónimo de Utamaro, fueron prohibidos. Después, en 1804, fue encadenado durante 50 días como castigo por un nishiki-e que produjo para una biografía del antiguo shōgun Toyotomi Hideyoshi.
La calidez de lo cotidiano
Utamaro también utilizó a menudo escenas de la vida cotidiana como tema de sus obras.
Refugio de la lluvia bajo un gran árbol. Tríptico nishiki-e de gran formato, circa 1799-1800. Publicado por Tsuruya Kiemon; colección del Museo Nacional de Tokio. (Fotografía de ColBase)
Entre estas se encuentran numerosas piezas excelentes en las que Utamaro retrata el amor incondicional de las madres por sus hijos, creadas entre finales de la era Kansei (1789-1801) y la era Kyōwa (1801-1804). Probablemente eligiera estos temas porque no planteaban problemas con el shogunato, pero el hecho de que unas escenas cotidianas pudieran funcionar como motivo artístico de sus obras —y que tanta gente las comprara— nos revela otra faceta del ukiyo-e. Para los ciudadanos de Edo, satisfechos con la vida en una urbe que les ofrecía todo tipo de riquezas, ver a los niños crecer sanos era motivo de orgullo; de ahí la apreciación hacia las pinturas de madres e hijos de Utamaro.
Asomándose. Grabado nishiki-e de gran formato, circa 1799-1800. Publicado por Ōmiya Gonkurō. (Colección del Museo Metropolitano de Arte)
El redescubrimiento de Utamaro por los británicos
Huyendo de la creciente represión del mundo editorial, en sus últimos años Utamaro produjo numerosas pinturas a pincel a petición de sus clientes. Mientras que este tipo de pinturas patrocinadas por mecenas solían mantener su valor por mucho tiempo, las xilografías nishiki-e no eran más que objetos de moda; una vez pasado el momento, nadie las compraba. Los nishiki-e de Utamaro no fueron excepción, y como otros tantos grabados de entonces, muchos acabarían hervidos en una olla para hacer papel reciclado.
A principios del periodo Meiji (1868-1912), en una época en la que palabra “arte” en el sentido occidental apenas comenzaba a utilizarse en Japón, Yoshida Kinbei —quien más tarde se convertiría en comerciante de ukiyo-e— se dedicaba a vender las xilografías que coleccionaba en un mercado nocturno al aire libre. Fue entonces cuando apareció un extranjero dispuesto a comprar nishiki-e de Utamaro por una suma de dinero inesperadamente alta. El extranjero, empeñado en comprar “solo Utamaro por favor”, era un inglés llamado Frank Brinkley (1841-1912), y durante dos años se dedicó a comprar obras del artista. Fue a partir de este primer episodio que los grabados de Utamaro, al borde del olvido en Japón, comenzarían finalmente a circular por todo el mundo como auténticas obras de arte. La colección de Brinkley se encuentra actualmente en la Biblioteca Pública de Nueva York.
(Artículo traducido al español del original en japonés. Imagen del encabezado creada a partir de Bellezas famosas parodiando el drama Chūshingura: undécimo acto. Colección del Museo Nacional de Tokio – fotografía de ColBase.)
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