La asociación Jinja Honchō: ¿Un Vaticano en el sintoísmo?

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La existencia de la Asociación de Santuarios Sintoístas, una entidad que engloba a casi todos los jinja o santuarios sintoístas del país, es prácticamente desconocida incluso para los japoneses más familiarizados con esta religión. Siendo la religión de los “ocho millones de dioses”, según dice la tradición, cabe preguntarse por la necesidad de una entidad nacional de esas características. La clave está en la historia moderna de Japón a partir de la Restauración Meiji.

Un animismo similar al del hinduismo

En Japón hay una religión étnica, tradicional, llamada sintoísmo.

En su origen, es un politeísmo de tipo animista, o de culto a la naturaleza, de gran antigüedad, centrado principalmente en los cuerpos celestes, en las montañas y en ciertos elementos de la naturaleza, como grandes rocas. No tiene, por tanto, ni fundadores ni textos sagrados canónicos indiscutibles.

El sintoísmo puede compararse al hinduismo, al culto de los phi o fantasmas en el Sureste Asiático, al chamanismo de los pueblos indígenas de Norteamérica y a otras muchas creencias del mundo, no siendo en absoluto algo específicamente japonés, algo que pueda encontrarse solo aquí.

Pero si tuviéramos que mencionar una característica propia de la religión sintoísta, sería que, pese a ser una religión natural con un sistema doctrinal notablemente laxo, se manifiesta en forma de organizaciones religiosas extremadamente sólidas.

Por ejemplo, el catolicismo tiene su sede o centro organizativo en el Vaticano. El cristianismo es una religión que tiene en Jesús a su fundador y en la Biblia su libro sagrado. Es una religión que han tenido un líder desde el principio y cuya doctrina se atiene a normas y principios claros.

Un modelo de control similar al del Vaticano

Por eso, puede decirse que el Vaticano existe como un “organismo de control de la fe” para evitar que eclesiásticos o fieles hagan interpretaciones sui géneris sobre asuntos doctrinarios perturbando así el orden de la cristiandad. Si dentro del budismo tenemos también muchos “ismos” o sectas que suelen tener un templo al que se le reconoce cierta autoridad y que simboliza la unidad organizativa, es normalmente por esa misma razón.

Sin embargo, en las religiones naturales no hay fundadores ni libros sagrados indiscutibles. A sus creyentes les basta con dirigirse a sus dioses y entregarse a sus ascetismos o prácticas similares, sin que se sienta la necesidad de que alguien vele por la pureza de la fe.

Así, pese a tener alrededor de 1.100 millones de creyentes, en el hinduismo, por ejemplo, en ningún lugar podemos encontrar nada parecido a una organización o “asociación religiosa hinduista” y tampoco hay nadie que, de forma coordinada, controle la cuestión doctrinal. Así es como son las religiones naturales.

Manejando aportaciones de cerca de 80.000 santuarios

Sin embargo, en el sintoísmo tenemos la Asociación de Santuarios Sintoístas (en adelante, Jinja Honchō), una organización religiosa con una forma bastante definida y sede en Shibuya-ku (Tokio). Según el Anuario de Religiones (2024) publicado por la Agencia de Asuntos Culturales, pertenecen a ella 78.669 santuarios y 21.071 kannushi (sacerdotes sintoístas), que aquí reciben el nombre de kyōshi (profesores) y quedan encuadrados en cinco clases o categorías. La organización se sostiene con las aportaciones de los santuarios en los que estos sacerdotes prestan servicio con cargos como el de gūji (sacerdote superior de un santuario). Durante los últimos años, se han manejado presupuestos anuales cercanos a los 5.000 millones de yenes.

Además, la Jinja Honchō es la que establece y hace cumplir las normas internas del mundo del sintoísmo, en concreto los Reglamentos Litúrgicos y los Reglamentos Financieros. En otras palabras, es la entidad rectora que dice lo que los santuarios pueden y lo que no pueden hacer, estableciendo también castigos para ciertos incumplimientos. Entre los kannushi, hay algunos que cuestionan la necesidad de una entidad así y preconizan abiertamente su disolución.

Una entidad artificial y de carácter político, producto de la Restauración Meiji

¿Qué ocurrió para que en el seno de una religión natural como el sintoísmo naciera una entidad de estas características? Para encontrar una respuesta, hay que partir de las estrechas relaciones entre sintoísmo y política que se establecieron en la historia moderna de Japón.

Empecemos diciendo que la religión que verdaderamente ha tenido una gran influencia en la espiritualidad de los japoneses es el budismo. Llegado a Japón a mediados del siglo VI, el budismo impresionó a los japoneses como religión ya perfectamente formada y refinada, con un fundador (Sakyamuni, el buda histórico) y una buena dotación de libros sagrados. El propio emperador de Japón se convirtió al budismo y, a partir de ese momento, los miembros de las clases dirigentes construyeron grandes templos y monasterios en lugares como Nara o Kioto.

Los jinja (santuarios), que son las instalaciones religiosas sintoístas, y los rituales celebrados en ellos por los kannushi son, en buena parte, fruto de la influencia que han recibido del budismo a lo largo de la historia.

Durante el periodo Heian (794-1185) comenzó a difundirse la teoría del honji suijaku, según la cual el budismo y el sintoísmo eran, en lo esencial, una misma religión. En concordancia con esta idea, en muchos casos templos budistas y santuarios sintoístas se operaban conjuntamente.

Más adelante, hacia el periodo Edo (1603-1868), las dos religiones llegaron a tal grado de integración (shinbutsu shūgō) que, entre las clases populares, no parece que hubiera demasiadas personas que conceptuasen separadamente templos y santuarios. Y si nos fijamos en la realidad de aquella época, encontramos muchos ejemplos de subordinación del sintoísmo al budismo, como el hecho de que muchos santuarios se ubicasen dentro de los recintos de los templos.

Llegó entonces la Restauración Meiji, un movimiento político que terminó con el gobierno de los sogunes y samuráis para establecer un nuevo régimen político que ponía al emperador en la cúspide del Estado. Se pretendía que el emperador descendía de la deidad solar Amaterasu, que ocupaba a su vez un lugar muy destacado entre los dioses del sintoísmo.

Los próceres que formaron el Gobierno de Meiji pensaron que, para construir ese nuevo Estado cuya jefatura ostentaría el Emperador, había primero que rehabilitar el sintoísmo. El resultado fue el llamado kokka shintō o sintoísmo de Estado, que hizo de este culto la religión nacional de facto.

La realidad era, sin embargo, que los santuarios estaban fundidos con los templos. A fin de poner coto a esta situación se tomaron medidas opresivas contra el budismo, como el decreto de separación de ambas religiones o la orden de destruir templos e imágenes budistas. A consecuencia de estos hechos, los santuarios que podemos ver hoy en día en Japón fueron “moldeados” de una forma notablemente artificial, siguiendo intereses políticos. Dentro del armazón del Japón imperial emanado de la era Meiji, los santuarios se convirtieron en una suerte de instalaciones religiosas estatales y los kannushi obtuvieron el estatus de funcionarios públicos.

Rencor hacia la política religiosa del Cuartel General Aliado

Esta situación dio un giro radical con la derrota japonesa en la Segunda Guerra Mundial. El Cuartel General Aliado, autoridad de ocupación estructurada en torno al ejército estadounidense, consideró que el sintoísmo era la fuente de la que bebía el militarismo japonés. El sintoísmo de Estado fue desmontado y en la nueva Constitución promulgada en 1946 se estableció con toda claridad la división entre religión y Estado, así como la libertad de culto.

Sin embargo, como he dicho, a raíz de la Restauración Meiji los santuarios japoneses habían quedado “moldeados” de una forma artificial y política, y continuaron siendo operados, de hecho, como instalaciones religiosas estatales. La repentina abolición del sintoísmo de Estado no significó que los santuarios pudieran iniciar una nueva andadura como entidades autónomas. Por ello, en 1946 se creó la Jinja Honchō, que vino a sustituir a la Dirección de Santuarios del extinto Ministerio del Interior, al Instituto de Culto Sintoísta y otros organismos del Estado.

Este pasado explica que, entre la dirigencia del sintoísmo, es decir, en el núcleo duro de la Jinja Honchō, siga habiendo muchas personas que se sientan víctimas de una injusticia por entender que fueron separados de las estructuras del Gobierno estatal a consecuencia de las irresponsables políticas del Cuartel General Aliado.

Falta de una estrategia para afrontar el futuro

Podemos aceptar que, desde cierta perspectiva, la política religiosa del Cuartel General Aliado sea tachada de desconsiderada y descuidada. El problema es que entre sus críticos, algunos van más allá y se arrogan la misión de abolir la Constitución, volver a los tiempos anteriores a la guerra y restaurar el sintoísmo de Estado. Porque, para ellos, el Japón posterior a la guerra, construido siguiendo los dictados del Cuartel General Aliado, es una forma equivocada de Estado.

Con tales ideas, la actuación de la Jinja Honchō reviste inevitablemente un carácter chovinista y retrógrado. La sección política de la Jinja Honchō, llamada Shintō Seiji Renmei (literalmente “Federación Política Sintoísta”; en inglés en su sitio web: Shinto Association of Spiritual Leadership”) ha adquirido un cierto grado de poder político acercándose a los parlamentarios más derechistas del Partido Liberal Democrático (PLD) y apoyándolos activamente.

Lógicamente, 80 años después del fin de la guerra, entre los kannushi son ya muy pocos los que tienen un conocimiento directo de los sucesos y circunstancias de aquella lejana época. La nueva naturaleza adquirida por los santuarios tras la guerra como entidades religiosas privadas ha ido calando poco a poco y se ha convertido en la forma de funcionamiento normal. Si uno se acerca a los kannushi y habla con ellos, son muy pocos los que sostienen posturas políticas radicales. Y si se les pregunta por su visión de futuro para los santuarios, se descubre que mayoritariamente son moderados partidarios de dejar las cosas como están. Un hecho que, por otra parte, revela la falta de un pensamiento o unas metas determinadas que puedan llevar por otros derroteros a esta entidad nacida con un evidente rencor hacia Estados Unidos.

Una larga permanencia en el poder reflejo del inmovilismo

En los últimos años, esta organización que pretende coordinar a todos los santuarios del país ha caído en un estado de permanente conflicto interno. Un escándalo relacionado con la compraventa de terrenos fue causa de que muchos pidieran la dimisión de su presidente, Tanaka Tsunekiyo (81 años), y este incluso manifestó que estaba dispuesto a hacerlo. Pero, sorprendentemente, el pasado mes de mayo Tanaka fue reelegido para un sexto mandato. Lo normal en la entidad era permitir a los presidentes ejercer durante dos mandatos de tres años, pero Tanaka va ya por los 18 años al mando de la organización.

Esta situación, que algunos califican de “régimen dictatorial de Tanaka” y ha recibido muchas críticas, es producto del seguidismo imperante y de la falta de recursos humanos que afecta al mundo del sintoísmo. En todo caso, es un reflejo fiel del innegable estancamiento que sufre.

Además, la pertenencia a esta organización, que hoy en día ya no es más que una simple entidad religiosa privada, no es en realidad una obligación. De hecho, existe ya una marcada tendencia a apartarse de ella, pues muchos santuarios, cansados de este ambiente de inmovilismo, optan por abrirse camino mediante una gestión independiente.

Tal vez, lo más necesario hoy en día en el mundo del sintoísmo sean nuevas ideas y actitudes que den respuesta, en el seno de la sociedad moderna, a preguntas tan simples como qué son los santuarios o qué es el sintoísmo.

Fotografía del encabezado: Exteriores de la organización Jinja Honchō, en Shibuya-ku (Tokio), abril de 2024. (Fotografía: Jiji Press)

(Traducido al español del original en japonés.)

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