La “diplomacia pragmática” del presidente Lee Jae-myung: la importancia del equilibrio
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Cuando se cumplen seis décadas de la normalización de las relaciones Japón-Corea del Sur, un nuevo presidente en Seúl promete afrontar de forma más práctica las relaciones exteriores. Un especialista analiza qué se puede esperar de la Administración de Lee Jae-myung en materia de diplomacia y seguridad.
La consistencia genera confianza entre las naciones
Las cuestiones de la conciencia histórica han complicado desde hace años las relaciones entre Japón y Corea del Sur. Tras las elecciones del pasado 3 de junio, el nuevo presidente surcoreano, Lee Jae-myung, sugirió que mostraría una actitud más flexible a este respecto al afirmar que “Adoptar una postura consistente es extremadamente importante en la diplomacia”, así como que es “poco realista” para los nuevos líderes cambiar de forma unilateral la táctica diplomática basándose en sus opiniones personales. Por tanto, el presidente Lee parece dispuesto a subrayar la importancia de una “diplomacia pragmática centrada en los intereses nacionales” en cuanto a la conciencia histórica en las relaciones con Japón.
Es notable asimismo que, cuando el presidente Lee conversó por primera vez por teléfono con los líderes mundiales el 9 de junio, el primer ministro Ishiba Shigeru fue el segundo después del presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Cuando el también progresista Moon Jae-in asumió el cargo en 2017, habló con EE. UU. y China antes de conversar con el líder japonés. El presidente Moon también abogó por una “diplomacia equilibrada” entre EE. UU. y China. En contraste, el primer ministro Ishiba y el presidente Lee acordaron que “dado el deterioro del entorno estratégico” en el este asiático, mantener unos lazos bilaterales estrechos entre Japón y Corea del Sur, así como la cooperación trilateral con EE. UU., es esencial para la estabilidad diplomática.
El 17 de junio, Lee e Ishiba celebraron una reunión cara a cara al margen de la cumbre del G7 en Canadá. Allí, el presidente surcoreano hizo hincapié en la importancia de “mirar más allá de las diferencias menores” para continuar construyendo una “relación de cooperación orientada al futuro”. El primer ministro Ishiba, que acogió esta idea, manifestó su deseo de que la cooperación entre las dos naciones contribuya tanto a la seguridad regional como a la estabilidad global, dada la desafiante situación internacional del presente. Puesto que ambas partes adoptan la “diplomacia pragmática”, parece que el próximo capítulo en las relaciones Japón-Corea del Sur ha comenzado sin sobresaltos.
Las llamadas “diferencias menores” que el presidente Lee tiene en mente están relacionadas con asuntos de la pasada década que menoscabaron las relaciones diplomáticas entre estos vecinos. En 2015, el Gobierno conservador de Park Geun-hye alcanzó un acuerdo con la Administración de Abe Shinzō en relación con la cuestión de las llamadas “mujeres de solaz”. No obstante, el Gobierno progresista de Moon Jae-in lo abandonó de facto en 2018, dañando así la confianza mutua entre ambos países. Se temía que esta vez ocurriera algo similar con la cuestión de los trabajadores procedentes de la Corea colonizada llevados a Japón durante la guerra. Aunque esta cuestión se “resolvió” oficialmente en Corea del Sur durante la Administración de Yoon Suk Yeol, Japón teme que una Administración progresista pueda resucitarla.
Durante los tres años que duró el Gobierno de Yoon, las relaciones Japón-Corea del Sur se normalizaron rápidamente y la cooperación trilateral en materia de seguridad entre Japón, EE. UU. y Corea del Sur también salió reforzada. ¿Podrá mantenerse este impulso en adelante?
Este año, 2025, se conmemora el 80.º aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial y la liberación de la península coreana del yugo colonial. Es asimismo el 60.º aniversario de la normalización de las relaciones diplomáticas entre Japón y Corea del sur. Durante este período, los países alcanzaron distintos acuerdos, entre ellos el Tratado sobre Relaciones Básicas y Acuerdo sobre Solución de Problemas relativos a Bienes y Reclamaciones y sobre Cooperación Económica de 1965. También se firmaron acuerdos de seguridad, como el Acuerdo General sobre Seguridad de la Información Militar de 2016, para proteger la información militar clasificada. Japón ha abordado la responsabilidad por la guerra a través de declaraciones oficiales, como la del primer ministro Murayama Tomiichi de 1995, la del primer ministro Kan Naoto de 2010 y la del primer ministro Abe en 2015. Puesto que la inauguración del mandato del nuevo presidente surcoreano coincide con el 60.º aniversario de las relaciones diplomáticas de su país con Japón, esta es la oportunidad perfecta para que ambas partes reafirmen el principio jurídico internacional básico de pacta sunt servanda (“lo pactado obliga”) que apuntala la confianza internacional.
Un acto celebrado en Seúl el 16 de junio de 2025 para conmemorar el 60.º aniversario de la normalización de las relaciones diplomáticas entre Japón y Corea del Sur. Se puede ver al presidente Lee ofreciendo un mensaje en vídeo (al fondo, a la derecha). (© Kyōdō)
El presidente Lee Jae-myung declaró que la “verdadera” República de Corea se había reanudado con su elección, poniendo fin a un período de malestar social que comenzó con la declaración de la ley marcial por su predecesor, algo que muchos progresistas consideraron un golpe de Estado. El reto que tiene por delante es el de restablecer la política nacional al tiempo que destaca la importancia de la consistencia en las relaciones exteriores y la seguridad nacional. El presidente Lee ha señalado que pretende estabilizar las relaciones con Corea del Norte, reduciendo con ello el “riesgo de Corea”, aunque hay un riesgo mucho mayor al que debe enfrentarse: el de que Corea del Sur sea percibida como un “estado pendular” en el que un nuevo Gobierno suele provocar cambios drásticos en la política exterior y de seguridad.
Cooperación trilateral, pero ninguna mención al Indopacífico
En Corea del Sur sigue existiendo una grave polarización entre conservadores y progresistas. Alcanzar un consenso en la Asamblea Nacional ha sido extremadamente difícil, y las divisiones entre los ciudadanos se están intensificando y volviéndose cada vez más emocionales. Estas dinámicas saltan a la vista particularmente en las relaciones exteriores y la seguridad nacional, especialmente en lo que respecta a Japón y a Corea del Norte.
Según un sondeo de opinión de enero realizado por el Instituto para el Este de Asia, un laboratorio de ideas surcoreano, cuando se preguntó sobre cuál era la cuestión más importante que el Gobierno de Corea del Sur debería priorizar en la diplomacia con Japón, los encuestados de ideología conservadora mencionaron “resolver cuestiones históricas” (24,0 %) con menos frecuencia que “avanzar hacia una cooperación orientada al futuro” (55,5 %). Los progresistas encuestados, no obstante, reflejaron justo lo contrario: el 56,2 % prefería dar prioridad a resolver cuestiones históricas, mientras que el 26,8 % apostaba por fomentar la cooperación. Si el presidente Lee Jae-myung desea mantener su base de apoyo, debe esperarse el resurgimiento de las cuestiones históricas en algún momento durante su mandato.
Hay divisiones similares en lo que respecta a la política de Corea del Sur hacia Corea del Norte y los Estados Unidos. Entre los conservadores encuestados, el 41,5 % desea fortalecer las medidas de seguridad, mientras solo el 17,0 % de los progresistas eligen esto como prioridad. Por otra parte, solo el 15,7 % de los conservadores valoraron “expandir los intercambios intercoreanos”, mientras que el 44,6 % de los progresistas eligieron esta opción. En cuanto a la postura general de Corea del Sur hacia las relaciones con EE. UU., el 50,4 % de los conservadores eligieron fortalecer la alianza entre ambos países como principal prioridad, en comparación con solo el 26,6 % de los encuestados de ideología progresista. Los progresistas tendieron más a elegir “establecer una relación igualitaria con los Estados Unidos” como principal prioridad (32,6 %)—solo el 9,8 % de los conservadores eligieron esta opción. Pese a estas divisiones, la mayoría de los progresistas (55,1 %) y de los conservadores (84,6 %) se inclinaron por reforzar la cooperación trilateral en materia de seguridad militar entre Japón, EE. UU. y Corea del Sur.
En una situación de polarización extrema en la que los ciudadanos apoyan o se oponen sin reservas a las políticas de una Administración debido a su ideología, puede resultar muy complicado para los nuevos gobiernos sacar adelante las iniciativas de sus predecesores si no son de la misma formación política. La resolución de la cuestión de los trabajos forzados en tiempos de guerra es un ejemplo característico de esto, y hay constancia de que, de hecho, el presidente Lee criticó la diplomacia pragmática de Yoon respecto a esta cuestión como “humillante” y algo que “menoscabó la dignidad de la nación”.
Otra política destacada desarrollada por el expresidente Yoon que podría ser objeto de escrutinio es la estrategia surcoreana para el Indopacífico. La normalización de las relaciones Japón-Corea del Sur durante la Administración de Yoon y el aparente compromiso retórico de Corea del Sur para una estrategia indopacífica configuraron la redefinición de la relación EE. UU.-Corea del Sur como alianza estratégica global integral (abril de 2023), que a su vez apuntalaron los Principios de Camp David (agosto de 2023) que marcaron el inicio de una nueva era de cooperación trilateral en materia de seguridad entre EE. UU., Corea del Sur y Japón.
No obstante, el presidente Lee Jae-myung no mencionó en ninguna ocasión el “Indopacífico” durante su campaña electoral para las presidenciales. Lo que uno calla puede a menudo expresar más que lo que uno dice. Al considerar el futuro de la diplomacia, es importante prestar atención a la postura de Corea del Sur respecto a la estrategia para el Indopacífico bajo la nueva Administración.
Una marcada diferencia respecto a Taiwán
El concepto de “un Indopacífico libre y abierto” lo formuló originalmente Japón como estrategia global, y desde entonces EE. UU., Corea del Sur, Australia, Canadá, la Unión Europea y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) han adoptado variaciones de esta visión. Se ha convertido en un marco indispensable que contextualiza los retos internacionales comunes de nuestro tiempo.
Es particularmente destacable que, desde 2022, los líderes de Japón y Corea del Sur, como miembros del IP4 (Socios del Indopacífico) junto a Australia y Nueva Zelanda, han participado en las reuniones de las cumbres de la OTAN. Esto simboliza un aumento de la interdependencia en materia de seguridad entre las regiones indopacífica y de norte del Atlántico, así como entre el este y el oeste del continente euroasiático.
Hace años, durante un tiempo Japón y Corea del Sur se consideraban “cuasi aliados” debido a que ambos países compartían una alianza militar estrecha con Estados Unidos. No obstante, esta denominación es más susceptible de ser aplicada en la actualidad a Australia y el Reino Unido en el caso de Japón. Con el fin de revitalizar la “cuasi alianza” Japón-Corea del Sur, es necesario analizar fríamente lo que Japón, Corea del Sur y EE. UU. deben hacer, lo que pueden hacer y, lo que es más importante, lo que no pueden hacer juntos. Es importante tanto evitar ser excesivamente ambicioso como abandonar demasiado pronto cuando se trata de forjar una cooperación trilateral.
Una cuestión con potenciales divergencias es la de Taiwán. Los Principios de Camp David de 2023 reafirmaron la importancia de la “paz y estabilidad en el estrecho de Taiwán”. Esto formaba parte de una aclaración más amplia sobre la alianza EE. UU.-Corea del Sur: que esta era una alianza estratégica global no limitada necesariamente a las contingencias en la península coreana. La estrategia indopacífica de EE. UU. se basa en la premisa de que la región constituye un único teatro de operaciones, con las fuerzas estadounidenses en Corea del Sur y Japón posicionadas efectivamente en la primera línea de este teatro único. En caso de una crisis no solo en la península coreana, sino también en el estrecho de Taiwán o el mar de China Meridional, Estados Unidos necesita una coordinación flexible y orgánica entre la alianza entre EE. UU. y Corea del Sur, y la alianza entre EE. UU. y Japón.
En Tokio, esta idea es cada vez más aceptable. Al fin y al cabo, los sucesivos primeros ministros han adoptado la postura de que “la Ucrania de hoy podría ser el Este de Asia mañana”, y que “un conflicto en Taiwán es un conflicto en Japón” que requerirá que la alianza EE. UU.-Japón actúe. Como tal, los líderes políticos y funcionarios han redoblado sus esfuerzos para mejorar la disuasión y las capacidades de respuesta y continuarán haciéndolo en adelante.
La confianza mutua es extremadamente importante entre aliados. En Corea del Sur, no obstante, hay un sentido de urgencia distinto. Taiwán se percibe como un lugar lejano, y se considera que hay pocas probabilidades de que haya una crisis. Hasta cierto punto es sorprendente que el presidente Lee haya declarado abiertamente durante las campañas políticas pasadas que todo lo que Corea del Sur tiene que hacer es decir xiexie (gracias) tanto a China como a Taiwán si estalla un conflicto, y que Corea no necesita preocuparse demasiado con lo que suceda en el estrecho de Taiwán. El presidente Lee no parece temer la posibilidad de que el presidente Trump considere retirar tropas de los países aliados que no estén dispuestos a comprometerse a apoyar a las fuerzas estadounidenses durante un conflicto regional entre EE. UU. y China, dondequiera que tenga lugar. Y esto a pesar de que la retirada de las fuerzas estadounidenses probablemente alteraría drásticamente el equilibrio de poder con Corea del Norte y afectaría a la propia seguridad de Corea del Sur.
El presidente Lee ha repetido en el pasado que luchar y ganar es una mala estrategia, y que es más importante evitar luchar en primer lugar mediante la diplomacia. Aunque los esfuerzos diplomáticos para evitar un conflicto sin duda son importantes, prepararse para lo peor es un principio fundamental de disuasión y de los enfoques de la seguridad nacional para evitar la guerra en primer lugar. La verdadera efectividad de la “diplomacia pragmática centrada en los intereses nacionales” del presidente Lee la determinará en última instancia la forma en la que el presidente surcoreano equilibre la diplomacia y la seguridad nacional.
(Fotografía del encabezado: el primer ministro Ishiba Shigeru, a la izquierda, estrecha su mano con el presidente surcoreano, Lee Jae-myung, antes de una reunión el 17 de junio de 2025. © Jiji.)
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