Las razones tras el inesperado éxito de taquilla de ‘Kokuhō’

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El tema más destacado del cine japonés en 2025 fue el gran éxito de Kokuhō (Tesoro nacional). A partir de principios de 2026 se estrenará en Estados Unidos. ¿Por qué esta obra, centrada en el kabuki, ha logrado unos resultados tan buenos en taquilla? Un veterano periodista cinematográfico nos lo explica.

La feroz rivalidad entre el hijo de un yakuza y el heredero de un actor principal

Kokuhō (Tesoro nacional) ha batido un nuevo récord de taquilla en el cine japonés. Según la distribuidora Tōhō, la película alcanzó los 17.377.394.500 yenes en ingresos de taquilla el 24 de noviembre, 172 días después de su estreno, el 6 de junio de 2025. Con ello superaba los 17.350.000.000 yenes alcanzados por Odoru dai sōsasen the movie2 – reinbō burijji wo fūsa seyo! (distribuida en inglés como Bayside Shakedown 2: Lock Down the Rainbow Bridge!; 2003), la película japonesa de acción real más taquillera hasta entonces.

Aunque los récords están para romperse, el hecho de que fuera Kokuhō la película que lo hizo causó una gran sorpresa. Su tema casi desconocido —el mundo del kabuki— y su larga duración —dos horas y cincuenta y cinco minutos— se consideraban graves desventajas para el cine japonés, y nadie había previsto tal triunfo. El éxito de esta gran producción, realizada asumiendo grandes riesgos, también está dando nuevas esperanzas a la industria cinematográfica japonesa.

En primer lugar, ofrezcamos una breve descripción general de Kokuhō. La obra original es una novela publicada en dos volúmenes en 2018 por Yoshida Shūichi, ganador del Premio Akutagawa.

La historia comienza en la década de 1960. Uno de los protagonistas es Kikuo, hijo de un jefe yakuza. Tras la muerte de su padre en una guerra entre bandas, es acogido por el actor de kabuki Hanai Hanjirō, quien reconoce su talento. Kikuo se somete a un riguroso entrenamiento junto al hijo y heredero de Hanai, Shunsuke, de la misma edad. Mientras compiten en arte y popularidad, la narración sigue el viaje de Kikuo hasta que llega a ser reconocido como Tesoro Nacional Viviente.

En el mundo del kabuki, el linaje es muy apreciado. Los niños nacidos en familias dedicadas al kabuki reciben formación en este arte desde una edad temprana, con la expectativa de que algún día hereden el nombre de su padre o de otro familiar. Por el contrario, son casi inexistentes los casos de personas ajenas a linaje así pero que entran en el mundo del kabuki y heredan un nombre artístico importante.

El kabuki, un arte escénico tradicional, implica numerosas convenciones y formas establecidas. Su interpretación requiere mucho tiempo y práctica, que abarca el cultivo personal, la técnica y el acondicionamiento físico. El “linaje de la casa” se transmite y se salvaguarda a través del linaje sanguíneo. Desde la perspectiva de un forastero, el kabuki es también un mundo extremadamente cerrado.

©Yoshida Shūichi / Asahi Shinbun Ed. ©2025 Comité de producción de Kokuhō – en cartelera en cines Tōhō de todo Japón.
© Yoshida Shūichi / Asahi Shinbun Ed. ©2025 Comité de producción de Kokuhō – en cartelera en cines Tōhō de todo Japón.

Los riesgos del aumento de los costes de producción, el género y la larga duración

En la película, Shunsuke es considerado el sucesor de Hanjirō, pero este decide transmitir su nombre a Kikuo. Desanimado, Shunsuke abandona el mundo del kabuki. Sin embargo, Kikuo, al no pertenecer al linaje, es tratado con frialdad. Cuando Shunsuke es finalmente llamado de nuevo a la familia, Kikuo, que ha perdido ahora su lugar, desaparece. La película describe los altibajos de la suerte de Kikuo y Shunsuke con un ritmo ágil, intercalado con lujosas escenas del esplendor de los escenarios de kabuki. También plantea la pregunta: ¿qué es más importante en el arte, la habilidad o el linaje?

Al final Kokuhō resultó ser un gran éxito, pero tardó mucho tiempo en pasar de la concepción a la producción. La razón es que se buscaba asegurar una financiación sustancial para la producción y mejorar el mérito artístico y el atractivo comercial de la película para asegurar que se podrían recuperar los costes.

La industria cinematográfica japonesa ha contado durante mucho tiempo con un género conocido como geidōmono (“dramas de artes escénicas”), que describía el drama humano que se desarrolla entre bastidores de artes tradicionales como el kabuki y el rakugo, junto con los rigores de esas artes, y gozaba de una considerable popularidad. Sin embargo, este género también decayó después de la década de 1970 y ya casi no se producen obras de este tipo. Aunque el kabuki es conocido por todos los japoneses y sus representaciones gozan de una popularidad estable, su público es limitado y no se solapa con el de los cinéfilos.

Una duración cercana a las tres horas tiende a disuadir al público, y sus proyecciones en cines también se ven limitadas. Aunque la industria cinematográfica japonesa se está recuperando del impacto de la pandemia y disfruta de un nuevo auge, el núcleo del éxito de taquilla reside en la animación. Las películas de acción real que alcanzan el éxito son en su mayoría adaptaciones de series de televisión para la gran pantalla o películas de género basadas en obras de manga.

Los protagonistas que representan el mundo del kabuki son, claro, dos hombres. El ambicioso plan de recrear los escenarios del kabuki a gran escala suponía unos costes de producción considerables. El director Lee Sang-il ha realizado una serie de obras aclamadas por la crítica, como Yurusarezaru mono (Los sin perdón) o Ikari (Rabia), pero no se le puede considerar un creador de éxitos de taquilla. El proyecto era muy arriesgado desde todos los puntos de vista, y muchos inversores, incluida la mayor productora cinematográfica de Japón, Tōhō, dudaron inicialmente en respaldarlo.

Negarse a transigir, con la mirada puesta en los mercados extranjeros

Myriago Studio, que encabezó la producción, es una filial de Sony Music Group y de Aniplex, productora de animación responsable de obras como Kimetsu no yaiba (Demon Slayer). Esta es su primera incursión en la producción de películas de imagen real.

En la industria cinematográfica japonesa, a menudo se da el caso de que, en lugar de calcular los costes de producción basándose en el contenido del guion, primero se establece un presupuesto y luego se exploran las posibles expresiones dentro de ese presupuesto. En consecuencia, el resultado tiende a ser un producto de transigencia y resignación.

Sin embargo, la productora Murata Chieko, de Myriagon Studio, se propuso hacer realidad la visión del director Lee sin concesiones. Con la mirada puesta desde el principio en el mercado internacional, analizó minuciosamente el guion. El objetivo era estrenar la película en el Festival Internacional de Cine de Cannes en mayo de 2025.

De este modo se consiguió un presupuesto de producción de 1.200 millones de yenes, incluyendo subvenciones nacionales. Para una película que no se basaba en secuencias de acción a gran escala ni en un uso extensivo de imágenes generadas por computadora, esta cifra representaba una suma excepcionalmente elevada para Japón.

Tras un meticuloso periodo de preparación, se construyó un elaborado decorado artístico para el rodaje. Yoshizawa Ryō, que da vida a Kikuo, y Yokohama Ryūsei, que interpreta a Shunsuke, no tenían conocimientos ni experiencia previa en kabuki. Sin embargo, se dedicaron a entrenarse durante más de un año antes de que comenzara el rodaje. Sus esfuerzos dieron sus frutos, ya que interpretaron escenas de obras emblemáticas del kabuki como Sonezaki shinjū, Ninin fuji musume y Ninin dōjōji dentro de la película, igualando la habilidad de los auténticos actores de kabuki.

Un trabajo de cámara desde el escenario sobre el hombro de los actores

Para las escenas en las que se representaba kabuki, se construyó un colosal decorado teatral, con interiores, vestuario y peinados del público modificados para adaptarse a la época representada. Se invitó al director de fotografía Sofian El Fani (de nacionalidad tunecina y francesa), famoso por La vie d’Adèle (La vida de Adèle), para que aportara una nueva perspectiva a la representación del teatro tradicional.

Su característica más distintiva era que la cámara ascendía al escenario y filmaba el auditorio por encima de los hombros de los actores. En el cine japonés, lo habitual era rodar las escenas teatrales desde la perspectiva del público, mostrando la representación tal y como la veían los espectadores. Sin embargo, El Fani filmaba desde el propio escenario, cámara de mano. Se acercaba tanto que transmitía el sudor y la respiración de los actores, al tiempo que captaba a los miembros del público que veían la representación. Esto ofrecía una experiencia de la belleza del arte desde un punto de vista imposible de lograr durante una representación real de kabuki.

La guionista Okudera Satoko destila hábilmente los puntos clave de esta larga narración, mientras que la dirección de Lee presenta los turbulentos destinos de dos actores de kabuki de un solo tirón, haciendo que el tiempo parezca detenerse. Lee, un coreano de tercera generación criado y establecido en Japón, declaró a los medios de comunicación coreanos: “El momento en el que Kikuo, que viene de fuera, entra en el cerrado mundo del kabuki se superpone con su identidad como persona que se mueve entre dos mundos”.

Contrariamente a lo que podía esperarse, el número de espectadores se disparó

En el Festival Internacional de Cine de Cannes la película se aseguró un lugar en la sección paralela Quincena de Realizadores. Coincidiendo con la proyección, los dos protagonistas, Yoshizawa y Yokohama, junto con Watanabe Ken, que interpreta a Hanjirō, viajaron al festival. Los medios japoneses informaron de ese viaje, generando un gran revuelo; la película se estrenó en Japón el 6 de junio, inmediatamente después de la conclusión del festival.

Kokuhō recaudó aproximadamente 300 millones de yenes en su primer fin de semana, debutando en el tercer puesto de la clasificación. Tras los éxitos de taquilla de Hollywood Lilo & Stitch y Mission Impossible: The Final Reckoning (Misión imposible: sentencia final), logró un comienzo prometedor. En ese momento, la recaudación final prevista era de 2.000 millones de yenes, lo que tranquilizó a todos los involucrados.

Sin embargo, aquí comenzó la “anomalía”. Desafiando la creencia convencional de que el fin de semana de estreno marca el pico de audiencia, Kokuhō vio cómo sus cifras de audiencia aumentaban semana tras semana. En su segundo fin de semana, la asistencia había aumentado un 20 % en comparación con la semana anterior. Continuó superando las cifras de la semana anterior hasta su cuarta semana, alcanzando el número uno en la tercera. Se mantuvo entre las diez primeras películas durante 21 semanas consecutivas después de su estreno. Aunque salió de la clasificación en su semana 22, demostró una notable resistencia al volver a entrar en las listas la semana siguiente.

Al principio el público estaba compuesto principalmente por mujeres de mediana edad o mayores, pero poco a poco se fue ampliando para incluir a hombres y mujeres de todas las edades. Muchos espectadores asistieron a varias proyecciones y, a medida que innumerables reacciones y análisis inundaban las redes sociales, se convirtió en un fenómeno social. El revuelo que rodeó su estatus de éxito masivo atrajo aún más al público. Se dice que las representaciones reales de kabuki también registraron un aumento de público joven.

Los profesionales de la industria prevén una mayor variedad de temas

El gran éxito de Kokuhō insufló nueva vida a la cerrada industria cinematográfica japonesa. Aunque el mercado cinematográfico japonés se encuentra entre los más grandes del mundo, con 1.200 películas estrenadas al año y unos ingresos totales en taquilla de alrededor de 200.000 millones de yenes, la mayoría de los productores se habían centrado exclusivamente en recuperar los costes de producción a través de la distribución nacional. El presupuesto estándar de producción de las películas comerciales es de entre 200 y 300 millones de yenes. Las películas de carácter artístico tienen dificultades para atraer financiación, y no es raro encontrar películas de presupuesto ultrabajo, por debajo de los 10 millones de yenes. Naturalmente, la selección de proyectos tiende a dar prioridad a la seguridad frente al riesgo.

En Hollywood, los presupuestos de producción de 2.000 millones de yenes de media, y de 1.000 millones en Europa, son bastante habituales. Conceder a los actores largos periodos de preparación para desarrollar sus papeles y construir elaborados decorados para el rodaje tampoco es nada inusual. Incluso Kokuhō, considerada excepcionalmente cara, costó “solo” 1.200 millones de yenes.

Muchos cineastas expresan su descontento con esta situación, pero el fracaso en taquilla supone la “muerte” de una película. De hecho, un vistazo a la historia del cine revela una larga lista de víctimas. Pese a esta situación, el equipo de este “tesoro nacional” perfeccionó de forma muy meticulosa un proyecto de alto riesgo, lo produjo con un presupuesto acorde y logró un éxito rotundo. También se prevé que sea la candidata de Japón al Óscar a la mejor película internacional y que entre en la lista de finalistas.

Hay quienes sugieren que esto ampliará la gama de temas para el cine japonés. También podría romper con las limitaciones actuales y aumentar el impulso para que el cine de Japón entre de lleno en el mercado global.

(Artículo traducido al español del original en japonés. Imagen del encabezado: Yoshizawa Ryō felicita al director Sang-il Lee por recibir el Premio Kurosawa Akira en el 38.º Festival Internacional de Cine de Tokio – Laurent Hou Hans Lucas via Reuters Connect.)

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