Meditación y comida budista en el templo Kenchō (Kamakura)
Escribe un artículo en francés sobre: Meditación y comida budista en el templo Kenchō (Kamakura)
rewrite this content and keep HTML tags as is:
Kamakura, una ciudad de la prefectura de Kanagawa que tiene más de 800 años de historia y fue durante un tiempo capital de facto, es también el lugar donde se originó el budismo zen, practicado por los samuráis. Hacemos un recorrido por el Kenchō-ji, el templo de mayor rango en esta corriente budista, para empaparnos de los paisajes y las prácticas propias de esta doctrina.
El más importante de los cinco templos budistas que conforman el núcleo religioso de Kamakura
Kamakura, que da a la bahía de Sagami y está rodeada de montañas en tres de sus cuatro lados, alberga la friolera de 123 templos budistas en una superficie reducida. De estos, 42; o sea, un tercio, pertenecen al budismo zen de la secta Rinzai, la cual gozaba de la protección del shogunato de Kamakura (1185-1333).
Puerta sanmon del templo Kenchō, Propiedad Cultural de Importancia junto con el pabellón principal, la sala de enseñanzas, que en esta imagen se ve al fondo, y la puerta del estilo karamon.
La secta Rinzai conforma, junto con otras dos de creación posterior —Sōtō y Ōbaku— lo que se conoce como budismo zen, puesto que todas ellas buscan alcanzar la iluminación mediante la práctica de la meditación zazen (literalmente, meditar sentado). Según el sistema de las Cinco montañas, mediante el cual el shogunato de Kamakura eligió y clasificó cinco templos de la corriente budista zen, el Kenchō-ji ocupaba el primer puesto; lo seguían, en orden, el Engaku-ji, el Jufuku-ji, el Jōchi-ji y el Jōmyō-ji.
Aunque los cinco siguen existiendo en la actualidad, el templo Kenchō destaca entre todos ellos por conservar un aspecto digno del rango que se le otorgó en su día; además, en él se preserva con creces la cultura propia de 1253, año en que se construyó este primer lugar de todo el archipiélago nipón consagrado a la práctica del budismo zen.
Vista de los edificios alineados que conforman el magnífico Kenchō-ji desde una colina situada en la zona más al fondo del complejo religioso.
Quien lo visite se dará cuenta enseguida de que los elementos más característicos de los templos del budismo zen están presentes en todos y cada uno de sus rincones. Sin ir más lejos, la propia distribución del complejo: la puerta principal, la del tipo sanmon, el salón principal y el de las enseñanzas y la residencia del abad, entre otras construcciones destacadas, se encuentran alineados y son un reflejo de la arquitectura típica del budismo zen chino.
Enebro chino gigante plantado en el camino que conduce al templo.
A ambos lados del camino que va desde la puerta del tipo sanmon hasta el salón principal hay una hilera de enebros chinos, un árbol de hoja perenne perteneciente a la familia del ciprés que aguanta bien el frío. Según se cree, el primero de ellos tiene su origen en un retoño que trajo de China el fundador, Rankei Dōryū, quien aprendió del budismo zen chino la importancia que se concede a dicha vitalidad. Con más de 760 años, este imponente junípero, cuyo tronco tiene una circunferencia de siete metros, se considera también un valioso monumento conmemorativo de la época en que se construyó el templo.
La campana, situada en el campanario, a mano derecha, se fabricó con un molde que data de 1255 y ha sido declarada Tesoro Nacional. Además, se caracteriza por tener una forma elegante propia de otros tiempos. Esta y las de los templos Engaku y Jōraku, Tesoro Nacional y la más antigua de la ciudad, respectivamente, son las tres campanas más famosas de Kamakura.
El campanario, cuyo tejado es de paja, alberga una campana declarada Tesoro Nacional.
La estatua más importante del templo, venerada en el salón principal, es un bodhisattva jizō, una deidad budista que, según se cree, auxilia a los difuntos cuando pasan al otro mundo. La imagen de mayor importancia en los templos zen suele ser de Shaka Nyorai, de ahí que lo que ocurre en el Kenchō-ji se considere sumamente inusual.
La principal estatua del Kenchō, un bodhisattva jizō, tiene una altura de unos cinco metros, pedestal incluido. La sala que lo alberga está en obras hasta julio de 2027.
Si avanzamos hacia el fondo del complejo, encontramos la otrora residencia del abad y, detrás de ella, un jardín con un estanque rodeado de césped. La imagen que más se tiene de los jardines japoneses es que son de musgo, pero, a decir verdad, ese estilo se popularizó en tiempos más modernos. En este caso, se tomó en cuenta la opinión de un experto según el cual este jardín tenía césped y se reprodujo su antigua forma.
El jardín del templo Kenchō, configurado en torno a un estanque, es un enclave pintoresco declarado Sitio Histórico de Japón. A día de hoy carece de puente.
Mucho más que meditación: la comida monacal
En la actualidad los monjes siguen entregándose en cuerpo y alma a un ascetismo riguroso cuyo pilar principal es la meditación; llevan a cabo sus ejercicios diarios en la sala de prácticas, situada en una colina de la zona oriental del complejo. Lo que comen todos los días es simple: un menú compuesto de una sopa y un acompañante, platos que jamás llevan ingredientes de origen animal. Del mismo modo, los condimentos que se emplean en su elaboración deben ser de origen vegetal.
Así pues, la sopa, llamada kenchinjiru, se hace usando un caldo dashi de setas shiitake o alga konbu y lleva, entre otros ingredientes, verduras y tofu, lo que la hace rica en nutrientes y sabor. El kenchinjiru es ahora un plato presente en los hogares de todo el país. Sin embargo, según se cree, originalmente se llamaba kenchōjiru, precisamente por el templo Kenchō, lugar donde nació esta especialidad culinaria de Kamakura.
Los platos elaborados con rábano japonés son esenciales en la cocina budista.
La comida se sirve siempre acompañada de takuan, un encurtido elaborado con rábano japonés (daikon). La norma dicta que, nada más terminar de comer, se limpie el interior del recipiente con agua caliente y con el propio takuan y que al final se beba todo, incluso el agua, sin dejar ni un solo grano de arroz. Los monjes ascetas siguen a rajatabla esta costumbre derivada del espíritu zen original, según el cual se valora la vida de los seres vivos y se elimina todo despilfarro.
Cada enero los monjes visitan a los productores de daikon de la península de Miura para pedirles los rábanos japoneses con los que luego elaboran takuan.
El público general tiene prohibido utilizar el camino que conduce a la sala de meditación, a fin de evitar cualquier interferencia en las prácticas de los ascetas. No obstante, se hace una excepción a finales de primavera, cuando las peonías del templo alcanzan la plena floración.
Peonías en el camino que conduce a la sala de meditación. Visitar semejante lugar sagrado durante la plena floración de estas es una experiencia única.
El complejo del templo Kenchō aglutina distintos aspectos propios de la cultura del budismo zen, pero, sin duda alguna, el más importante de ellos es la meditación, práctica básica del ascetismo: en una postura correcta, con la espalda erguida, se regula la respiración para relajar la mente y, de manera natural, despojarse de los malos pensamientos. Los viernes y los sábados se organiza una sesión de zazen apta para principiantes. Sentarse en silencio en la sala de meditación más antigua de todo Japón tal vez suponga una experiencia refrescante que permita olvidar los quehaceres del día a día y encontrarse con uno mismo.
Las sesiones de meditación, que se llevan a cabo los viernes y los sábados, empiezan a las 15:30 —hay que llegar 15 minutos antes— y duran una hora. No es necesario reservar ni pagar, salvo la propia entrada al templo. Si se pide con antelación, se puede utilizar una silla y ahorrarse así la preocupación que conlleva tener que sentarse directamente en el tatami.
Texto e imágenes: Harada Hiroshi.
Imagen del encabezado: Vista del magnífico templo Kenchō desde la parte frontal del complejo sagrado.
(Traducción al español del original en japonés.)
Publicar comentario