‘Sekai 99’ de Murata Sayaka: qué significa ser humano
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La nueva novela de Murata Sayaka, Sekai 99 (Mundo 99), publicada en Japón en 2025, sitúa al lector en una sociedad trastocada por la irrupción de los pyocorns: criaturas irresistiblemente adorables que acaban ocupando un lugar central en la vida de las personas.
Cuando Murata ganó el Premio Akutagawa en 2016 por Konbini ningen (La dependienta), el novelista Okuizumi Hikaru, jurado de aquella edición, ofreció esta evaluación:
“Muchos pensadores han analizado cómo, aunque creemos hablar con palabras propias y seguir deseos personales, en realidad imitamos las palabras y deseos de los demás. Esta obra retrata con frescura, claridad y humor esa realidad a través de una protagonista que se aparta de lo que la sociedad entiende como sentido común”.
Sekai 99, su nueva novela, sigue esa misma línea tan característica de Murata: revelar con crudeza y lucidez cómo es en realidad nuestro mundo.
Un robot humano
La protagonista, Kisaragi Sorako, sabe desde niña que siempre se divide en varias versiones de sí misma. Para sus padres es la dulce “Sora-chan”; para sus compañeros de clase, la simpática “Kisa-chan”. Pero en esa adaptación constante a las expectativas de los demás siente un vacío: ella misma se define como un “robot humano”.
¿Es algo tan extraño? Expresiones como “leer el ambiente” señalan la expectativa de comportarse según las circunstancias. Todos nos vemos obligados a sentirnos de cierto modo y adecuarnos a diferentes códigos cuando tratamos con la familia, con clientes o con viejos amigos. Pero Murata no se limita a describir lo cotidiano. En Sekai 99 introduce a los pyocorns, unas mascotas de lujo tan tiernas como perturbadoras, que introducen una ruptura calculada en la narración.
Nacidos de una combinación accidental de genes de panda, delfín, conejo y alpaca en un laboratorio extranjero, los pyocorns tienen ojos redondos, narices blancas, boquitas rosadas con cuatro dientes y caminan torpemente sobre cuatro patas cortas. Son tan adorables que quien osa decir lo contrario queda marcado de inmediato como cruel e insensible.
Cuando uno de ellos llega al hogar de Sorako, la historia da un vuelco, y deja de quedar claro qué pertenece al mundo real y qué al terreno de la imaginación.
Una pregunta universal
Con el tiempo, los humanos transforman a los pyocorns: les añaden dos patas para que colaboren en las tareas domésticas, se convierten en compañeros sexuales, incluso llegan a concebir hijos. En paralelo van cambiando las concepciones sobre el matrimonio —pasa a consistir en amigos que se casan entre sí— y tener descendencia con un pyocorn pasa a ser un signo de riqueza y estatus.
Así, la sociedad se divide de forma natural según ADN, poder adquisitivo y crianza, hasta terminar habitando mundos separados. Las emociones negativas, como la ira o la tristeza, son indeseables, y la gente se esfuerza por mostrar que no guarda hostilidad hacia nadie.
El mundo descrito parece pura fantasía, pero no puede descartarse tan a la ligera. La pregunta de fondo es demasiado universal y contundente: ¿qué significa ser humano?
Si los pyocorns se encargan de todo lo engorroso, si las personas dejan de enamorarse y sus mundos están predeterminados, ¿qué queda para ellas? ¿Qué hay que solo puedan hacer los seres humanos? ¿Qué sentido tiene relacionarse con otros?
Murata construye una historia aparentemente increíble, pero lo que parece querer transmitir es una reflexión sobre la esencia de lo humano cuando este queda despojado de todo lo accesorio. Al mismo tiempo también muestra su fascinación por las personas. Quizá ahí resida el secreto de la atracción que ejerce sobre sus lectores.
(Artículo traducido al español del original en japonés, publicado el 22 de agosto de 2025. Imagen del encabezado: portada de Sekai 99, cortesía de Shūeisha.)
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