Takaichi Sanae al mando: un rumbo conservador en la línea de Abe Shinzō

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Tras un accidentado proceso de formación, inicia su andadura el nuevo equipo de Gobierno de la primera ministra Takaichi Sanae. Todo indica que, más que retomar la línea política del fallecido Abe Shinzō, Takaichi se dispone a ofrecer una versión todavía más depurada de la misma, con un fuerte tinte conservador. Es la vuelta de los “halcones”.

Guiños al electorado derechista en temas clave

Desde que, hace poco más de un mes, el primer ministro Ishiba Shigeru hiciera pública su intención de dimitir, el marco de entendimiento entre los partidos japoneses se ha visto ostensiblemente afectado, en un proceso que ha tenido en las elecciones internas a la presidencia del gobernante Partido Liberal Democrático (PLD) y las diversas maniobras efectuadas por los partidos en el Gobierno y los de oposición sus principales pasos intermedios.

Esencialmente, el nuevo Gobierno de Takaichi Sanae implica un regreso a la senda conservadora marcada por Abe Shinzō. La diferencia es que ahora, en ausencia del Partido Kōmeitō, durante largos años socio de coalición, el PLD se siente libre de toda atadura y en condiciones de llevar adelante las políticas de Abe de una forma todavía más depurada. La popularidad de Takaichi se basa precisamente en su fama de conservadora de la línea dura y si no sigue esa línea estará traicionando a sus bases. Esa necesidad de apelar a los sectores más conservadores es un importante punto en común entre Takaichi y el Nippon Ishin no Kai (en adelante, Ishin no Kai), el partido que se ha prestado a darle apoyo parlamentario.

La mejor receta para evitar problemas, al menos con el Ishin no Kai, será reforzar la política de seguridad nacional y afrontar decididamente la reforma constitucional. El Gobierno tiene ahora un fuerte incentivo para seguir haciendo reivindicaciones derechistas. Pese a la fortaleza de Abe, la presencia del Kōmeitō le impidió reformar la Constitución durante su mandato. Al no disponer de una mayoría de dos tercios en las dos cámaras de la Dieta (Parlamento), en las actuales circunstancias el Gobierno no puede sacar adelante un proyecto de ley de reforma constitucional, pero es muy probable que tiente más decididamente que Abe tramitar al menos un borrador de cláusula o disposición para casos de emergencia nacional.

En tanto no se celebren elecciones, el PLD de Takaichi no sabrá a cuánto ascienden los daños ocasionados por la ruptura de la coalición con el Kōmeitō, pero por el momento el resultado parece ser una mayor libertad de maniobra para el PLD. Los posicionamientos del PLD como partido gobernante son, desde luego, más diáfanos ahora que cuando actuaba en coalición.

Y es que, en su origen, el Ishin no Kai no es más que una escisión del PLD.

El Ishin no Kai nació en Osaka con la reforma como bandera en un momento en el que, con el fin del mandato de Koizumi Jun’ichirō, las ansias reformistas del PLD se habían atenuado. El Ishin no Kai vuelve, pues, a la vera del PLD tres lustros después de su formación. Si consideramos que, en los años 80, el Nuevo Club Liberal —que se había escindido del PLD durante la década anterior— se reintegró en el partido, primero como coalición y más tarde dentro de sus filas, no sería sorprendente que el Ishin no Kai protagonizase un retorno similar si su influencia política continuase debilitándose en el futuro.

¿Un paso adelante desde el punto de vista de la igualdad de género?

Takaichi es, por otra parte, la primera mujer que llega a la jefatura del Gobierno de Japón, aunque para ella su feminidad no parezca revestir especial importancia. De hecho, ni las feministas ni otros grupos que luchan contra los prejuicios de género han echado las campanas al vuelo por su nombramiento.

De todos modos, personalmente pienso que el hecho de que una mujer se haya sentado en esa silla por primera vez tiene en sí un gran valor simbólico. Si Japón ocupa un puesto bajo en el ránking del Informe Global de Brecha de Género es porque se aplican métricas puramente externas, superficiales. No por cuestiones más profundas, de pensamiento o credo. En todo caso, lo externo no deja de tener, también, su importancia.

Lo que ocurre es que, comparándonos con otros países, en Japón carecemos todavía de un terreno político receptivo para las mujeres de ideas feministas. Los resultados de muchas encuentras de opinión realizadas en varios países lo sugieren. Un caso muy representativo de este problema es Renhō, que fue candidata en las últimas elecciones a la gobernación de Tokio. Las mujeres que parten con el apoyo del feminismo no consiguen apoyos más amplios del conjunto de la sociedad.

En términos de “avance feminista”, en la carrera del 0 al 100 podríamos decir que la llegada de Takaichi Sanae a la jefatura del Gobierno nos impulsa hasta el punto 10 o hasta el 15, como mucho. Quizás no todos lo vean así, pero quien crea que es un avance meritorio, considerará también que el nombramiento de Takaichi es un logro histórico.

La elección de Takaichi como presidenta de su partido puede explicarse en gran parte por una situación interna en la que un partido conservador al uso como lo es el PDL tenía una necesidad perentoria de algún toque innovador para cambiar su imagen. El candidato Koizumi Shinjirō, que se presentaba como continuador de las principales políticas de Ishiba, no aportaba ese toque.

Pero igualmente importante ha sido el hecho de que, según el análisis del PLD, en las últimas elecciones a la Cámara Alta el nuevo partido Sanseitō le había arrebatado una porción del voto conservador, y esto obligaba al PLD a mostrar una especial deferencia a los sectores más derechistas si no quería ver peligrar su continuidad. Sin embargo, desde la perspectiva de lo “políticamente correcto”, demostraciones abiertas de derechismo como la negativa a dar respaldo legal a la libre elección de apellido para los cónyuges son más difíciles de adoptar cuando quien tiene que defenderlas en público es un hombre. Parece ser que lo más atinado en este caso es conservadurismo en figura femenina.

Un eje ideológico persistente que domina la política japonesa

En politología, analizamos los esquemas de competencia entre partidos y el modo en el que las fuerzas dividen y distribuyen en el terreno ideológico. En el Japón de la década de 1980 se estableció un marco de conexión entre el PLD, que asumía el poder en solitario, y dos partidos centristas opositores: el citado Kōmeitō y el Minshatō (Partido Socialista Democrático). Fuera de este marco quedaban los socialistas y los comunistas. Se prevé que el panorama político tras la puesta en marcha del Gobierno de Takaichi sea el siguiente: en el Gobierno, el derechista PLD con su nuevo socio, Ishin no Kai, de la misma tendencia; en la oposición pero manteniendo una cierta proximidad con los anteriores los centristas Kōmeitō y Partido Democrático para el Pueblo (Komunin Minshutō), y en abierto antagonismo con el Gobierno los izquierdistas Partido Democrático Constitucional y Partido Comunista. Esta triple partición recuerda vivamente al esquema de los 80.

Los mandatos de Abe estuvieron marcados por un predominio del PLD y una gran disociación ideológica entre el partido mayoritario en el Gobierno y la principal fuerza de oposición. Es lo que vengo denominando “reedición del sistema de 1955”.

Este esquema quedó interrumpido durante el periodo de Ishiba, en el que el PLD sufrió una gran merma de votos y la principal fuerza opositora se “corrió” hacia el centro. Con Takaichi se esperaría un retorno de la polarización, pero dado que el PLD ya no goza de la clara superioridad numérica de antaño, no puede hablarse en rigor de una “reedición del sistema de 1955”, y si consideramos que, pese a no tener mayoría absoluta, el PLD sigue teniendo la primacía, tampoco es acertado hablar de una “atomización polarizada”.

Lo que subyacía bajo el sistema de 1955 e, igualmente, bajo su posterior “reedición” era el antagonismo entre las fuerzas conservadoras y las progresistas en cuestiones tan centrales como la Constitución o la política de defensa nacional. Este antagonismo ha sido lo que ha delimitado el ruedo político japonés y está demostrando una gran sostenibilidad, pues sigue operando hoy en día.

En conclusión, durante el proceso que ha conducido a la creación de este Gobierno de Takaichi se ha comprobado una vez más la fuerza magnética que sigue teniendo ese eje ideológico conservador-progresista. Tamaki Yūichirō, líder del Partido Democrático para el Pueblo, ha dicho con toda claridad que si no ha unido sus fuerzas a las del Partido Democrático Constitucional ha sido por sus desacuerdos en la cuestión constitucional, en defensa y en política energética (aceptación o no de la energía nuclear). Es decir, por las diferencias ideológicas entre conservadurismo y progresismo.

La cuestión de los extranjeros, nuevo caballo de batalla para un viejo antagonismo

Al poner en marcha su nuevo Gobierno, Takaichi pactó con el Ishin no Kai la reducción del número de escaños de la Cámara Baja. Esta medida tiene una doble, si no triple, intencionalidad.

En primer lugar, esta medida se ha ideado como la intención de dar la imagen de que “se está haciendo algo”, ante el hecho de que por el momento no va a abordarse la reforma de la Ley de Control de la Financiación de los Partidos, principal reivindicación del Ishin no Kai para solucionar este espinoso tema. Por otra parte, el recorte de escaños se haría de forma que se redujera el número de los que se obtienen por el sistema representativo proporcional, y esto significaría un golpe especialmente duro para los pequeños partidos de nueva formación, es decir, que sería una forma de contener su crecimiento. Una estrategia, pues, magistralmente concebida.

De todos modos, cuantos menos escaños haya en la Dieta más difícil será corregir las grandes diferencias existentes en cuanto al “valor” de cada escaño (los votos necesarios para obtenerlo) según la prefectura. Además, una disminución en el número de escaños nunca significa un ahorro significativo para las arcas públicas. A la oposición no le resulta fácil oponerse a esta medida, pues si lo hace probablemente será acusada de aferrarse a sus intereses, pero la idea de tener que “adelgazar” no es agradable para nadie. En todo caso, estas operaciones solo consiguen que el electorado sienta cierto alivio.

Entre quienes preconizan la introducción de reformas que promuevan el bipartidismo, posiblemente algunos acepten una reducción de los escaños proporcionales que dé un mayor protagonismo a los elegidos en los distritos unipersonales. El debate sobre el sistema electoral está íntimamente unido al apoyo prestado a una u otra fuerza política. Aquí no existen soluciones objetivamente buenas o malas y las posturas se explican fácilmente por los intereses particulares de cada partido o facción.

La reforma electoral que se llevó a cabo en los años 90 fue bastante drástica, pero no trajo cambios perceptibles, pues el PLD sigue siendo fuerte y prácticamente nunca pierde el poder ante una fuerza opositora. Personalmente, creo que la razón fundamental de lo que ocurre en la política japonesa no reside en el sistema electoral, sino en la excesiva “fuerza magnética” de ese eje ideológico conservador-progresista.

El último mandato de Abe finalizó en 2020, así que el derechismo vuelve con Takaichi cinco años después. Ya que tanto el Ishin no Kai como el Partido Democrático para el Pueblo favorecen la reforma constitucional, Takaichi no tiene nada que perder sacando este tema a discusión. Una nueva variación del antagonismo ideológico la ofrece ahora la cuestión de la posible limitación de la entrada de trabajadores extranjeros.

Socialmente era un tema que producía ampollas, aunque la elite política se haya negado hasta el momento a avivar el debate. Pero ahora hay fuerzas políticas en crecimiento que atizan a la opinión pública desde las redes sociales. La influencia de estas es cada vez más fuerte y este es el ambiente en el que medran los nuevos grupos políticos, un escenario diferente al de la era Abe.

Cuanto más se acentúe el antagonismo ideológico mayor será la división entre las fuerzas de oposición y esto representa una ventaja para el conservador PLD. Va a ser interesante observar cómo reacciona el Partido Democrático Constitucional cuando comiencen las “provocaciones” del “Gobierno de los halcones” de Takaichi. Si reacciona a las provocaciones girando hacia la izquierda ocurrirá con este partido lo que ocurrió con el Partido Socialista y esto lo alejará todavía más de ser una alternativa real al PLD.

(Traducido al español del original en japonés. Entrevista realizada por Koga Kō, de nippon.com. Imagen del encabezado: Takaichi Sanae en un momento de su primera rueda de prensa tras ser nombrada primera ministra de Japón, el 21 de octubre de 2025. Fotografía: AFP y Jiji Press.)

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