Wally Yonamine: la estrella hawaiana que ayudó a dar forma al béisbol japonés
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Wallace Kaname Yonamine nació en Hawái el 24 de junio de 1925. Su destreza en el béisbol lo llevó a Japón a principios de la década de 1950; allí permanecería durante décadas como jugador, entrenador y director técnico, cambiando la faz del deporte profesional.
Un atleta nisei regresa a Japón
El 24 de junio de 1925, Kaname Yonamine nació en Maui, en el estado de Hawái, de padres inmigrantes procedentes de Okinawa y Hiroshima. La suya fue una infancia dura, pasada en plantaciones de azúcar y piña, pero su profundo talento atlético brilló desde una edad temprana, y destacó en competiciones de fútbol y béisbol en Maui antes de dirigirse a Oahu para estudiar en el instituto Wallace Rider Farrington, institución de la que tomó su apodo, Wallace, casi siempre acortado a Wally a partir de entonces.
La biografía de 2008 Wally Yonamine: The Man Who Changed Japanese Baseball (Wally Yonamine: el hombre que cambió el béisbol japonés), del historiador del béisbol Robert K. Fitts, es una visión detallada de la vida de este deportista pionero. El fútbol americano fue el primer amor de Yonamine, y se convirtió en el primer jugador estadounidense de origen japonés en llegar a ser profesional, optando por un contrato en lugar de una beca universitaria y saltando al campo como halfback de los San Francisco 49ers en la temporada de 1947.
Sin embargo, su carrera en el fútbol americano no llegaría a buen puerto; en la siguiente temporada baja se rompió la muñeca jugando al béisbol de vuelta a casa, en Hawái. Y no obstante esto pronto le abriría otra puerta, cuando en 1951 respondió a la llamada de los Gigantes de Yomiuri de Tokio y aportó al béisbol profesional nipón su habilidad como bateador y su agresivo estilo americano de correr por las bases.
Cultura popular de los Gigantes de Tokio
Kitts entra en mucho detalle en su repaso de los pormenores de la época en que Yonamine jugó con los Gigantes. Los aficionados al béisbol que adoran las preguntas de cultura popular asociadas a este deporte disfrutarán profundizando en los promedios de bateo, las victorias y derrotas en las carreras por el banderín y otros datos que perfilan la actuación del hawaiano en la Liga Central. Pero lo más fascinante para la mayoría de los lectores son los recuerdos que Yonamine compartió con su biógrafo en múltiples entrevistas, junto con los detalles escogidos de las numerosas fuentes detalladas en la exhaustiva bibliografía del libro.
Un día de finales de agosto de 1951, por ejemplo, Yonamine se detuvo a firmar autógrafos a los niños que rondaban el banquillo de los Gigantes durante un partido en casa, algo que pocos jugadores estaban dispuestos a hacer en aquella época. Un niño de 11 años que consiguió un autógrafo ese día —nada menos que el legendario bateador de los Gigantes Oh Sadaharu— lo atesoraría para siempre, describiendo “la alegría que Wally Yonamine trajo a mi vida una tarde de mi niñez” como la razón por la que siempre estaba dispuesto a dar autógrafos a sus propios fans.
La copia revisada de este libro venía completa con la prueba de la disposición de Yonamine a firmar autógrafos. (© nippon.com)
También se analizan otras facetas más impactantes de su carrera en el diamante japonés. Yonamine se labró rápidamente una reputación de feroz corredor de bases, siendo uno de los primeros jugadores de la NPB en utilizar el deslizamiento en gancho para evitar un out por toque, o en entrar con fuerza, con los picos en alto, para hacer que el jugador de base soltara la bola si era posible. Bateador de talento natural, también estaba dispuesto a aprender nuevas técnicas de los jugadores que lo rodeaban, incluida la alteración de su agarre para golpear foul tras foul a propósito, aumentando la cuenta de lanzamientos del oponente.
El éxito de su primera temporada con los Gigantes, que se hicieron con el banderín y ganaron las Series de Japón, inspiró a otros equipos a reclutar talentos nikkei estadounidenses para sus propias filas. A Yonamine se le unirían en el equipo Yomiuri en 1952 dos compatriotas hawaianos, el receptor Jyun Hirota y el lanzador Bill Nishita. No fueron los primeros jugadores extranjeros en las ligas japonesas —el ruso Victor Starffin se convirtió en el famoso primer lanzador con 300 victorias en la era de la preguerra y la guerra—, pero esta oleada de talentos extranjeros de la posguerra marcó una nueva fase para el deporte en Japón.
Tiempos de cambio en el diamante japonés
A estos recién llegados les llevaría tiempo recibir el pleno apoyo de los aficionados japoneses, o incluso de sus propios equipos, en algunos casos. A pesar de obtener grandes números en sus primeras temporadas, Yonamine languideció en las votaciones populares para el equipo de estrellas de la liga durante algunos años.
Kitts pinta un cuadro revelador de la carrera de Yonamine como la formación de un puente de una era del béisbol japonés a otra. Muchos de sus compañeros de equipo en sus primeras temporadas eran veteranos de guerra (incluido un lanzador descrito como poseedor de unas muñecas tan fuertes que podía “lanzar una granada setenta yardas”), procedentes de una época en la que el béisbol se enfocaba como una actividad casi marcial. Los partidos fuera de casa se disputaban al final de viajes en tren de diez horas en asientos de tercera clase, lo que pasaba una factura brutal a los jugadores, muy lejos de los viajes en Shinkansen y avión de los que disfrutaban hacia el final de su carrera como director técnico.
Yonamine se encontró a menudo compitiendo con el veterano gigante Kawakami Tetsuharu, el “dios del bateo”, por la corona en esta disciplina, y no solía recibir mucho respeto de él. Tras la temporada de 1960, su décima con el Yomiuri, el equipo con Kawakami al frente dejó marchar a Yonamine. (Los Gigantes dominarían en la era de Kawakami, ganando nueve campeonatos consecutivos de las Series Japonesas de 1965 a 1973 gracias a los bateos de Oh —que aún atesoraba su autógrafo de Yonamine, sin duda— y Nagashima Shigeo, a quien el hawaiano había disfrutado viendo durante sus destacadas temporadas en la Universidad de Rikkyō, incluso cuando el joven prodigio del bateo había asistido a los partidos de los Gigantes, diciéndose a sí mismo: “Si puedo jugar como Wally, triunfaré como profesional”).
El hawaiano llegó a jugar en los Dragones de Chūnichi en la temporada de 1961 y parte de 1962, pero sus números estaban decayendo, y tanto su director técnico como él estaban de acuerdo en que sus días como jugador estaban llegando a su fin. Sin embargo, permanecería en el equipo de Nagoya de forma intermitente hasta 1977, ejerciendo como entrenador de bateo, entrenador jefe y, finalmente, director técnico en 1972-1977, además de pasar por los Lotte Orions, los Gigantes, los Halcones de Nankai, los Leones de Seibu y los Luchadores de Nippon Ham. Los Gigantes se habían negado en un principio a mantenerlo como entrenador tras su etapa como jugador, alegando su falta de conocimientos de japonés, pero fue claramente valorado en el banquillo y en la jaula de bateo hasta el final de su carrera en 1988.
Una fuerza en un deporte cada vez más global
Kitts también relata las giras internacionales de los Gigantes de Yomiuri en la década de 1950, que los llevaron en 1954 a Australia y Filipinas (donde la ira aún latente por las acciones japonesas durante la Segunda Guerra Mundial se apaciguó un poco con la presencia de cuatro ciudadanos estadounidenses en el equipo) y en 1955 a Latinoamérica. El juego internacional también tuvo lugar en los campos japoneses, con equipos de estrellas de la NPB que se enfrentaron a los Dodgers de Brooklyn en 1956, durante su gira posterior a las Series Mundiales.
Del mismo modo que los jugadores de la época de la guerra hicieron espacio a un número creciente de nikkeis estadounidenses y otros jugadores importados en los primeros años de la posguerra, y Wally Yonamine y su generación se hicieron a un lado para dar paso a jóvenes jugadores brillantes como Oh y Nagashima, una vez que Yonamine entró en su época de entrenador llegaron nuevos jugadores que causarían impacto a ambos lados del Pacífico. Kitts describe la emotiva aparición de Wally en la ceremonia de 1994 que marcaba su ingreso en el Salón de la Fama del Béisbol Japonés, celebrada justo antes del partido de las estrellas de ese año, en el que participaron los lanzadores Irabu Hideki y Nomo Hideo, junto con el bateador Matsui Hideki, todos los cuales llegarían a las Grandes Ligas en años venideros.
En conjunto, el libro muestra una imagen convincente de Yonamine, que dejó su impronta en la escena del béisbol japonés como jugador inspirador, entrenador innovador y miembro del Salón de la Fama que, además, fue honrado en 1998 por el Gobierno japonés con la Orden del Tesoro Sagrado, Rayos de Oro con Roseta, por sus “destacados servicios y logros en el fortalecimiento de los lazos de amistad entre Japón y Hawái”. Falleció en su estado natal el 28 de febrero de 2011, a la edad de 85 años, pero un siglo después de su nacimiento en una pobre comunidad agrícola de Maui es recordado y venerado por los aficionados de todo el mundo.
Wally Yonamine: The Man Who Changed Japanese Baseball (Wally Yonamine: el hombre que cambió el béisbol japonés)
Por Robert K. Fitts
Publicado en 2008 por University of Nebraska Press
ISBN: 978–0–8032–1381–4
(Artículo traducido al español del original en inglés. Imagen del encabezado: el director técnico Wally Yonamine, al frente a la derecha, lleva la bandera del campeonato de la Liga Central alrededor del estadio Chūnichi después de que los Dragones consigan el banderín el 12 de octubre de 1974 – © Jiji Press.)
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